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La caída del halcón negro

En los últimos catorce meses se han registrado por lo menos cinco accidentes con helicópteros rusos del Ejército Nacional, trayendo consigo la fatal estadística de 21 compatriotas y héroes de la patria fallecidos.

Wilson Ruiz Orejuela
16 de mayo de 2024

Quisiéramos pensar que la caída de los helicópteros en Colombia se trata de ciencia ficción o inclusive de una adaptación colombiana de la taquillera película Black Hawk Down (La caída del halcón negro). El filme relata y lleva a la gran pantalla las incidencias de una guerra civil que tuvo lugar en Somalia en el año 1993; en medio de esta, y luego de una decisión del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, se autoriza una operación militar con un mandato de mantenimiento de la paz.

En Colombia, el fenómeno de la caída de los helicópteros ha sido inusualmente frecuente. En los últimos catorce meses se han registrado por lo menos cinco accidentes con helicópteros rusos del Ejército Nacional, trayendo consigo la fatal estadística de 21 compatriotas y héroes de la patria fallecidos.

La hipótesis más fuerte sobre este fenómeno no obedece precisamente a un derribamiento de las aeronaves por los grupos insurgentes, sino a un fatídico evento de descuido, omisión y falta de mantenimiento del Gobierno nacional, Ministerio de Defensa, de los helicópteros del Ejército.

El congresista Julio César Triana ha denunciado con total precisión que los recursos destinados al mantenimiento de las aeronaves superan los 118 mil millones de pesos. A su turno, advierte la Procuraduría General de la Nación que existe un riesgo respecto a los recursos públicos por el presunto giro del 50 % del valor del contrato de mantenimiento de las aeronaves como pago anticipado, lo anterior, pese a que aparentemente no se ha logrado ejecutar el mantenimiento de ninguna de las aeronaves.

Informa la revista SEMANA en ‘La maldición de los helicópteros MI-17 en el Gobierno Petro: dos se han accidentado’, en entrevista con el fallecido general Ricardo Díaz, quien se desempeñó como viceministro de Defensa: “La flota no puede pararse porque habría un detrimento patrimonial, y no puede venderse porque en nuestra legislación no hay comercio de aeronaves y mucho menos de aeronaves armadas, y la flota terminó en tierra”. Dicho de otra manera, a la fecha existe un sin salida respecto de la flota de helicópteros del Ejército colombiano, no se venden, no se reparan, no se le hacen mantenimiento.

De lo descrito es posible inferir que existe una intencional desidia y negligencia de parte del Gobierno al descuidar la flota de helicópteros rusos MI-17 que, además, se distinguen por ser necesarios para la labor del Ejército dada su capacidad, alcanzan mucha más altura y tienen más autonomía. Hay que estar atentos porque se avecinan demandas en contra del Estado por estas graves omisiones y, una vez condenado, deberán repetir en contra del presidente, ministro de Defensa y todos los servidores públicos involucrados en estas graves irregularidades.

Es así que el Ejército no sólo tiene que concentrarse en combatir a las fuerzas insurgentes y defender la soberanía estatal, sino además, ahora, debe hacerle frente a la rampante corrupción gubernamental que ha impedido contar con los insumos necesarios para el mantenimiento de la flota de helicópteros que, a su vez, posibilitan el cumplimiento de las funciones constitucionales a cargo de la fuerza pública.

Ahora bien, entretanto se enfrenta la crisis de los helicópteros, el presidente de la República concentra sus esfuerzos en enfrentarse abiertamente al legítimo Estado de Israel y acusa a su primer ministro, Benjamin Netanyahu, de genocida. Por supuesto que este enfrentamiento perjudica a Colombia al quedare sin un histórico y necesario aliado militar. Olvida el mandatario colombiano que al interior de nuestras fronteras persiste un conflicto armado interno y que su fracasada política de paz nos tiene sumergidos en un dominio absoluto del EMC de las Farc, lo que a su vez ha desencadenado una crisis humanitaria producto del actuar deliberado de los delincuentes en contra de la población civil.

Es necesario entonces pensar en soluciones pragmáticas para esta situación. Denunciamos en nuestra columna ‘Desmantelamiento de la fuerza púbica’ que la salida de muchos generales había ocasionado la pérdida de la curva de aprendizaje, trayendo consigo que quienes hoy ostentan cargos de mando y autoridad en las Fuerzas Militares carezcan del apreciado atributo de la experiencia tan echado de menos en los distintos sectores de este gobierno.

Es así que se propone recuperar lo perdido y avanzar en la senda que nos oriente a la defensa a ultranza de nuestra soberanía, seguridad y buen vivir. Para ello, pensemos que sea posible reintegrar a la fuerza pública los más destacados oficiales de las distintas fuerzas que contribuyan en la mejor medida de lo posible a ofrecer las soluciones necesarias e indispensables en el logro de la paz y la sana convivencia. No podemos echar por la borda los conocimientos y vivencias de los grandes soldados y policías de nuestra patria.

Colombia merece ser protegida y su soberanía no admite improvisaciones. Es el mejor momento para que la experiencia y disciplina ratifiquen que están muy por encima de la improvisación e inexperiencia.