MÚSICA

Novedades del jazz colombiano

Este fue un año fructífero para este género, con propuestas originales que marcan nuevos rumbos sonoros. Acá tres de los discos más destacados.

Juan Carlos Garay
7 de diciembre de 2013

ROSARIO DE PLUMAS

SURICATO

Lo primero que llama la atención es la voz de la cantante María Mónica Gutiérrez, que tiene esa potestad rara de sonar a veces agresiva, a veces tierna, casi siempre enigmática. Pero el talento es de todos los integrantes. Los músicos cumplen un papel vital más allá del simple acompañamiento y la combinación de instrumentos (en especial la guitarra y el trombón) logra una atmósfera circense que le va bien a estas canciones.

En cuanto a las letras de las canciones, todo parece diseñado para el desconcierto: los versos son más propios de una poesía surrealista que de la tradición amorosa o melancólica del jazz vocal. Ya desde su anterior disco, el grupo Suricato había dejado en claro que su estrategia no era destruirlo todo, sino más bien llegar hasta el límite, hasta la línea donde el jazz se funde con otras expresiones de vanguardia, y correr un poco la cerca. Este nuevo disco es una diablura más en ese sentido.

TRIBU DEL ASFALTO

RICARDO GALLO CUARTETO

Grabada en concierto, esta es una celebración de la amistad y el trabajo conjunto. El cuarteto del pianista bogotano Ricardo Gallo cumple ocho años de trayectoria y con este suma cuatro álbumes. En nuestro medio, donde los músicos son de naturaleza trashumante, esas cifras se parecen más a un matrimonio sagrado que a un combo de jazz.

Una anécdota contada en las notas interiores del álbum nos revela la dinámica interna del grupo. Antes de salir al escenario, los músicos repiten como mantra la palabra bar. Es su manera de mantener la informalidad propia de los bares, pese a que el concierto se lleva a cabo en el respetado Teatro Libre de Bogotá. Hay, sin embargo, un concepto de repertorio que trasciende el toque relajado de un club de jazz. Cada integrante tiene su momento solista y todo va dirigiéndose hacia un final: una especie de apoteosis en la que, por un capricho del ingeniero de sonido, no quedaron registrados los aplausos finales y hacen falta.

EL CANTO DEL BÚHO

REDIL CUARTETO

Cuando este grupo debutó en el Festival de Jazz de Cartagena el año pasado, llamó la atención por la presencia de una marimba de chonta, un instrumento más ligado al folclor. Sin embargo, no se trata de una elección de exotismo. Al escuchar las nueve piezas de este álbum queda claro que ha habido un estudio acucioso de expresiones como el currulao o el porro chocoano.

Con el aditamento de una quena andina, pero también con instrumentos más familiares (como saxo y contrabajo), estos músicos han conformado un lenguaje propio. Poco o nada que ver con la llamada fusión, donde se juntan instrumentos de varias procedencias. Pareciera más bien el jazz entendido desde lo telúrico, desde aquello que en el sur del continente llaman ‘lo originario’. Una expresión que no alcanzaba el jazz nacional desde aquel notable ejercicio de Antonio Arnedo llamado Orígenes (1997), sumándole, claro, el natural avance generacional.