María Jimena Duzán: ¿Se va a lanzar al Congreso como cabeza de lista?
Antanas Mockus: Sí, me voy a lanzar. Es decir, me voy a arrojar bien lejos con toda la fuerza del mundo para llegar al Congreso. Solo pongo una condición: la de que se lancen conmigo por lo menos 20 personas de trayectoria. Y ando en busca de esos 20 ases.
M.J.D.: ¿Y por cuál partido se va a presentar?
A.M.: Lo más probable es que nos vayamos con el apoyo de la Alianza Nacional Independiente. Mi identidad con ese partido es interesante. Ellos cambiaron de Alianza Social Indígena (ASI) a Alianza Social Independiente. Cuando eran indigenistas, la alianza tuvo la sabiduría de apoyarnos a Fajardo y a mí. Cuando los politólogos me preguntan cómo hice para reducir en mi Alcaldía el clientelismo a cero, les digo que fue por el apoyo desinteresado de la ASI. Ellos nunca llegaron a pedirme un puesto. Fueron estoicos. Con ellos las condiciones de independencia que tendríamos serían óptimas.
M.J.D.: ¿Y por qué no lanzarse en la lista de la Alianza Verde?
A.M.: Allá me ofrecieron algo más seguro, pero menos desafiante. Sentí que la propuesta estaba dirigida a capturar unos votos con el objeto de poder superar el umbral, pero nada más. En la ASI, por el contrario, hay un enorme respeto por lo que podamos hacer y por lo que significa ser independiente hoy en día.
M.J.D.: ¿Y qué significa ser independiente hoy en día?
A.M.: De manera muy simple, significa conseguir reducir la importancia del dinero y poder gozar la vida y hacer cosas, haciendo abstracción de todo ese mundo. Es decir, significa ser independiente hasta del mercado.
M.J.D.: Me sorprende que un hombre de centro como usted, esté ahora enarbolando máximas propias de Karl Marx…
A.M.: Yo diría que es más una consigna verde porque significa que el dinero no es el factor que nos trae la felicidad. Hay relaciones que no están reclutadas a través de lo mercantil, como cuando la abuela lleva al paradero a su nieta. A ella no le pagan, lo hace por cariño. Y así como hay relaciones que no están gobernadas por la lógica del mercado, yo me propongo separar la política del mercado. Por eso una de las condiciones que me estoy poniendo y que es un reto ni el verraco es lograr gastar muy poco en esta campaña.
M.J.D.: ¿Y cómo puede hacer ese milagro cuando en Bogotá están pagando por edil más de 60 millones?
A.M.: Es que si no podemos hacer una campaña que no cueste, en realidad no me interesa llegar al Congreso. El mercado puede ser útil para muchas cosas, pero en este momento creo que hay que restringir su poder. Por eso me encanta la onda de austeridad del papa y del presidente Mujica de Uruguay.
Ellos apelan a una naturaleza humana independiente de los mecanismos económicos, en la que yo también creo. ¿Que cómo lo voy a hacer si la política está tomada por los corruptos y por el dinero? Le respondo de esta forma: hay gente romántica que piensa que puede conquistar a una prostituta y no pagarle. Casi que yo aspiro a hacer lo mismo en política. Es decir, aspiro a hacer política sin pagarle a nadie. Si no, no vale la pena.
Pero, además, creo que tenemos que regresar a la idea muy simple del ciudadano en formación y de alguna manera el proceso de paz nos pone a todos en primero de primaria en materia de educación cívica y de cultura ciudadana. El proceso de paz nos ha vuelto a hacer pensar en nuestros deberes y derechos y hoy más que nunca la política debería apartarse del mercado. No hay nada en la definición de política que la ligue con el dinero y todos deberíamos saborearnos la libertad de opinar y de decidir el voto independientemente del dinero.
M.J.D.: ¿Es optimista frente al proceso de paz?
A.M.: El proceso de paz es un hecho, aunque todavía temo que alguien pegue un manotazo inaceptable y se vaya todo al carajo. La tendencia institucional hoy en día no está a favor de las guerras sino de la paz y la recomendación de todos los expertos internacionales es que debemos hacerla, pero no de cualquier forma.
La paz que consigamos debe estar atada a lo social. Hay una cosa muy linda que se llama el índice de progreso social que trata de medir cuán bien aprovecha la sociedad el crecimiento económico. Hay sociedades como Costa Rica donde una proporción muy alta de lo avanzado en la economía se invierte en progreso social. Hay otros países que se vuelven más pobres socialmente cuando crecen económicamente, como ha sucedido en los últimos años en Colombia. Yo mantengo la ilusión de poner la economía al servicio de lo social y de lo cultural.
M.J.D.: Si usted llega al Congreso, ¿qué proyectos de ley va a presentar?
A.M.: En términos generales la agenda del próximo Congreso está íntimamente relacionada con la paz. Si los acuerdos se firman, ese Congreso tiene el compromiso de volverlos leyes y nuestro objetivo es que no sean leyes inocuas ni saludos a la bandera, sino viables. Ahora, en el documento sobre participación que acaban de suscribir el gobierno y las Farc hay varias cosas que me gustan.
La primera es que las Farc hablan de la organización política que las sustituirá y hacen referencia a la necesidad de darles voz y voto a las nuevas organizaciones políticas y sociales, así como a los partidos pequeños. Es curioso que lo que desea ahora Antonio Navarro sea lo contrario. Como ya piensa que con la Alianza Verde puede superar el umbral, ahora quiere exterminar a los partidos pequeños.
M.J.D.: ¿Usted piensa que el mapa político en el país cambió y que ahora hay que abrirle espacio a los partidos pequeños como la ASI?
A.M.: No solo creo eso. También pienso que no debería haber ninguna ley que prohibiera el transfuguismo, porque es absurdo. El transfuguismo es una palabra fea que significa ‘voltearepas’ y que le pone un estigma a algo que debería ser un derecho. Una cosa es que uno se salga de un partido por cálculos políticos –cosa que no se debería permitir– y otra por convicción. El transfuguismo tiene atrapados a más de uno, comenzando por el presidente que de algún modo es un liberal atrapado en La U.
M.J.D.: ¿Qué opinión tiene de las circunscripciones de paz transitorias para las regiones más afectadas por la violencia que se propone en el punto dos del acuerdo en La Habana?
A.M.: Creo que esas circunscripciones pueden ser una sorpresa para las Farc. Pueden salir elegidos muchos enemigos de ese grupo que han padecido por años su mandato. Ahora, acepto que es bello el gesto de las Farc, que abren esa compuerta para que la gente pueda votar en libertad una vez ellas hayan dejado las armas.
M.J.D.: ¿Considera que el uribismo va a arrasar en las próximas elecciones legislativas, como muchos creen?
A.M.: Yo esperaría que no. Por eso hay que votar con cuidado. Un voto con odio puede ser antidemocrático. Le voy a confesar algo: entre Uribe y yo hay, un parecido. Los dos acuñamos lenguaje. El se inventa el lema de “trabajar, trabajar, trabajar” y nosotros, el de “los recursos públicos, recursos sagrados”; él dice “construir sobre lo construido”, nosotros “que la vida es sagrada”.
De algún modo son pequeñas píldoras que marcan una filosofía, que de nuevo y para seguir con mi teoría, están fuera del mercado. Usted dice unas cosas y la gente las oye y se pega de ellas. Sin embargo, a pesar de que compartimos esa intensidad de relación afectiva con la gente, y de que tenemos una capacidad de crear lenguaje y modificar perspectivas, nos separa la ideología.
M.J.D.: ¿Y en qué se diferencian ideológicamente?
A.M.: En que nosotros consideramos la paz como un gran proceso de reforma del lenguaje. La retórica llevada a ciertos niveles de perfección es un riesgo y las dictaduras se construyen sobre la melodía de esa retórica. A veces pienso que en este país se puede llegar a matar por un adjetivo, por una palabra. De eso tenemos que cuidarnos.
La política tiene mucho de emocional y lo emocional la hace interesante pero hay que medirla. Por eso quiero ir al Congreso con 20 de los mejores colombianos. Para votar las leyes que fortalezcan esos acuerdos que se consigan en La Habana y se consolide así esa posición antiguerra. En ese sentido pienso que el uribismo en minoría seria hasta útil, pero en mayoría me parece muy peligroso. Su crítica no construye.
Mire, yo mismo viví casi 40 años de mi vida criticando hasta que me ofrecieron la Vicerrectoría Académica de la Nacional y me dijeron: oiga, usted que ha sido útil para destruir ¿por qué no construye algo? ¡Fue un argumento contundente!... Al año de estar construyendo no me cambiaba por nadie. Ojalá que podamos invitar a Álvaro Uribe a la construcción.
M.J.D.: ¿Lo tomó por sorpresa la decisión del presidente Santos de aspirar a la reelección?
A.M.: Creo que Santos ha hecho un gobierno relativamente bueno y que precisamente lo de la paz es muy pero muy bueno. Sin embargo, también aumentó los impuestos cuando dijo como candidato que no lo iba a hacer. Para él, ese tipo de actitudes son parte natural de la política, pero para mí no. Yo confío bastante más en la verdad y él se permite la mentira.
De hecho las dos veces que he ganado las elecciones lo he hecho anunciando que iba a subir los impuestos. No quiero derivar de esto una superioridad moral ni mucho menos. Pero yo no acepto en política ni siquiera las mentiras piadosas.
M.J.D.: Recuerdo que su primer lanzamiento como candidato a la Alcaldía lo hizo en Fontibón cuando literalmente se lanzó desde un segundo piso. ¿Cómo va a hacer este lanzamiento?
A.M.: Pues si no fuera por ciertas prácticas de agencia de inteligencia, invitaría a la gente a que hiciera el amor por Skype. El Skype es gratuito y se sustrae a la economía de mercado. Si uno es capaz de hacer el amor sin relacionarlo con la economía de mercado, uno puede hacer política sin dinero. Espero que la propuesta se entienda y no la consideren una perversión.