La voz del empresariado

Sobre el papel que cumplen los gremios empresariales se ha escrito bastante. Hay quienes sostienen que tienen un poder enorme y que son determinantes en las grandes decisiones que toman el gobierno y el Congreso, especialmente en materia económica. Otros destacan los valiosos servicios técnicos y de apoyo que prestan a las empresas afiliadas y los canales de comunicación que extienden dentro del mismo sector privado y con las instancias públicas. Pero otros afirman que representan intereses particulares, que por lo general se oponen al bien común, y que no deberían existir en una democracia. 

La verdad es que los gremios se han convertido en una parte vital de las fuerzas vivas de un país. Por eso, sus voceros tienen una enorme responsabilidad en luchar por las metas generales que busquen el crecimiento económico y la mejora de las condiciones de vida de los ciudadanos. 

Uno de los asuntos más interesantes del modelo asociativo patronal son los llamados gremios cúpula –en donde los miembros son grupos corporativos o agremiaciones– también conocidos como gremios de gremios. El investigador y exprofesor de la Universidad Javeriana Rodrigo Losada Lora, autor del libro Los gremios empresariales en los inicios del siglo XXI, dice que en Colombia no ha existido un único gremio cúpula que integre a los empresarios del país, como en Europa, donde no solo hay uno en cada país, sino que existe una superentidad que asume la vocería de todas las organizaciones patronales del Viejo Continente.

En Colombia funcionan cinco gremios cúpula, de los cuales el único que tiene más de 100 años es la Sociedad de Agricultores de Colombia (SAC) creada en 1871, que cuenta con 48 afiliados –entre entidades y gremios– de los sectores agrícolas y pecuarios, que en su conjunto representan el 74 por ciento del PIB agropecuario. 

Los otros son la Asociación Nacional de Empresarios de Colombia (Andi) integrada por un porcentaje significativo de empresas pertenecientes a diversos sectores de la actividad industrial nacional, que por medio de las cámaras sectoriales escucha, analiza, transmite y busca solucionar las necesidades del sector privado. También está la Confederación de Cooperativas (Coonfecoop) que representa a la gran mayoría de esas entidades en Colombia; el Consejo Superior del Transporte, que reúne entidades del sector en todas sus modalidades a nivel nacional y el Consejo Gremial Nacional, considerada por muchos la más importante entidad supragremial que tiene Colombia.

El Consejo Gremial nació hace 20 años como respuesta del sector empresarial a las nuevas condiciones de internacionalización de la economía y como foro para deliberar sobre los grandes temas del país. En estas dos décadas se ha convertido en el gremio cúpula más poderoso y representativo, pues está integrado por 21 miembros de distintos sectores de la economía, cada uno con el mayor cubrimiento en su respectiva actividad productiva. Ha cumplido un papel muy significativo en la agenda económica nacional y ha contribuido al desarrollo institucional y a la estabilidad del país.

Rafael Mejía, actual presidente y vocero del CGN, afirma que la entidad ha sido fundamental en el proceso de internacionalización de la economía, al participar activamente en las negociaciones de los tratados de libre comercio. Pero también incursiona en otros temas transversales para el sector productivo como la responsabilidad social empresarial, la tasa de cambio, los impuestos, la inversión extranjera, la competitividad, la seguridad social y la paz, entre otros.

En esta organización todas las decisiones se toman por consenso, incluida la escogencia del presidente y vicepresidente. Dada la amplitud de intereses que toman asiento en el Consejo Gremial, los acuerdos por consenso son necesarios para que haya pronunciamientos que comprometan la voz del empresariado en su conjunto.

La verdad es que no de otra manera podría funcionar un grupo tan heterogéneo. No es un secreto que en el desarrollo de la actividad sectorial muchas veces rivalizan las posiciones de los comerciantes con la de los industriales; la de los banqueros con la de los comerciantes; la de los industriales con la de los empresarios del campo; o se contraponen los intereses de los algodoneros con los textileros; los cultivadores de cebada con los cerveceros; los ganaderos con los agricultores; los importadores con los exportadores, por solo mencionar unos casos de la realidad que se vive a diario en una economía. 

Pues bien, la clave para que el CGN funcione armónicamente, según Mejía, se resume en la frase popular: juntos pero no revueltos. Esto significa que no se mezclan los intereses particulares de los sectores afiliados al Consejo Gremial, pues ante todo, prima el bienestar general del sector productivo. Afirma que como las reglas del juego son claras, no hay choques públicos sobre las decisiones que toman. Los comités temáticos sobre asuntos especializados permiten separar los intereses y abordar los problemas técnicamente y sin apasionamientos.

Mejía afirma que no le mezcla política al debate, pero están del lado de la institucionalidad democrática. Aunque no hay temas vedados para la reflexión, la política es, salvo excepciones, un asunto sobre el cual el empresariado prefiere no tomar partido. 

La verdad es que a esta organización se le reconoce un papel protagónico en la vida del país, pero no faltan quienes la tachan de gobiernista, tal vez porque suele llevársela bien con los presidentes de turno. 

Sin embargo, hay que decir que no siempre la armonía ha reinado con los inquilinos de la Casa de Nariño. El deterioro de las relaciones del gobierno de Ernesto Samper con los gremios llegó hasta el límite. La intervención del Consejo Gremial durante la crisis política que se vivió en esa administración, fue una dura prueba para el CGN. Algunos consideran que ha sido el momento más crítico que ha vivido este supragremio. Pedirle la renuncia al entonces presidente Samper generó divisiones en el organismo. 

La regla de la unanimidad fue muy complicada de manejar en ese momento tan crítico para la vida del país. Sin duda esta fue una experiencia que dejó muchas lecciones para el Consejo Gremial. Hoy, como dice Mejía, “no se toman decisiones con el corazón, ni improvisamos en las posiciones que adoptamos”. Como voz del empresariado el CGN busca contribuir al desarrollo económico y social de Colombia. 

Se ha convertido en una contraparte autorizada y fuerte para representar los intereses generales del país y del sector productivo frente al gobierno. Y, lo más importante, se ha dedicado a extender lazos para que todos los colombianos tiren del mismo lado, hacia el progreso y la convivencia pacífica.