CARTAS

Cartas

"Esperamos que, esta vez, Santos logre sacar adelante al país" Josué Ramírez, Bogotá.

16 de agosto de 2014

Para Antonio Caballero

Le escribo desde mi condición de colombiano judío, comprometido con nuestro país y con la búsqueda de la equidad social. También como hijo de víctimas del holocausto nazi que fueron, papá y mamá, los únicos sobrevivientes en sus familias en campos de esclavitud y exterminio. Siempre agradecieron de corazón la hospitalidad de Colombia y sus gentes y rápidamente se nacionalizaron colombianos. Aquí nacimos mis hermanos y yo.

En clásico juego retórico se declara usted cuasi-heredero de “sangre judeoconversa”. Me es conocido el “tengo amigos judíos pero es que los judíos son…”Usted sabrá si es antisemita o no, pero es manipulador de la información, presenta medias verdades y conclusiones que, como todo lo suyo, son dueñas de la verdad verdadera. Sea que usted crea en la Biblia (parece que no) o que crea en la historia, es conocido que en las tierras disputadas por israelíes y palestinos existió un Estado judío llamado Israel miles de años atrás. Que el imperio romano decidió desterrarlos masivamente, desperdigarlos por las extensiones de su imperio y destruir sus instituciones. Que después de siglos de sobrevivir persecuciones que este espacio no permite analizar, regresaron a un Estado re-creado por las Naciones Unidas después de la barbarie nazi. Que allí también habitaban otros durante ese tiempo. ¿Cómo enfrentar el conflicto con los desplazados? ¿Cómo encontrar “un mal arreglo, mejor que un buen pleito”?

Le propongo que imagine a nuestros desplazados colombianos, expulsados de su tierra hace un par de generaciones, que hoy en virtud de nuevas leyes regresan a reclamarla. Ocurre que quien los desplazó vendió esa tierra a alguien, quien a su vez la revendió a quien fue el padre de quienes hoy la habitan. Con razón dirán quienes allí viven hace tiempo que esa tierra es suya. Y con razón dirán quienes regresan que es suya la tierra. Tremendo conflicto que enfrenta hoy Colombia. ¿Cómo resolverlo? ¿Cómo encontrar ese “mal arreglo, mejor que un buen pleito”?

Y cómo encontrar un arreglo, malo o bueno, cuando el grupo terrorista Hamás tiene como objetivo declarado en su constitución la destrucción de Israel y la aniquilación de los judíos? Lo dijo el primer ministro israelí: “¿Cómo podemos resolver la queja de Hamás si su queja es que existimos?” No aspiro a igualar su elocuencia, señor. Pero con el derecho de réplica que me asiste como colombiano judío (de paso, casado con quien no es parte de “la Colonia”), afirmo que su escrito es sesgado, parcial, desinforma y es injusto. Y huele mucho a antisemita.

León Teicher
Bogotá

Bien direccionados

Los ejes temáticos planteados en el discurso de posesión del presidente para su siguiente mandato pasaron prácticamente inadvertidos  para sus gobernados, pues su atención se centraba en el eje central de su campaña, de su gobierno, de su justificación de vida: La paz,  como bien lo analiza SEMANA en la ‘La hora del legado’  (edición n.° 1684). Lógicamente el anuncio de que la inversión en educación superará cualquier otro rubro, incluyendo el de defensa, marcará un hito en la historia de nuestro desangrado país que maneja esos índices tan altos de analfabetismo, desnutrición y abandono infantil; porque para educarlos lógicamente los necesitamos en buen estado de salud y en un ambiente familiar y social adecuado, la inversión debe ser estructural, desde la base. No podemos seguir viviendo situaciones tan espantosas como la de La Guajira; allí se requieren soluciones inmediatas y de fondo, no pañitos de agua tibia; niños muriendo de desnutrición, de física hambre, por Dios, esto es inaudito.

La locuacidad no ha sido nunca el fuerte de nuestro presidente, no había ninguna necesidad de retar a los invitados especiales diciéndoles que los iba a superar, que llegaríamos a ser el primer país en el nivel educativo de América Latina.  Claro que hay que invertir en educación pero no para superar a nadie, decir eso es mala educación, hay que invertir con inteligencia para superarnos nosotros mismos y llegar a unos niveles dignos de educación y de bienestar de la niñez. Pero vamos bien direccionados, el primer paso es querer.

Volviendo al tema de la paz, seguirá el gobierno lidiando con un grupo armado beligerante, ignorante y con ínfulas de libertario. Difícil, como tampoco será fácil un Legislativo donde las mayorías de la Unidad Nacional son precarias y tiene varios grupos fuertes en la oposición, aunque sobre el papel, para el tema de la paz, solo la extrema derecha podría tratar de entorpecer su proceso. Lo complicado allí es que se popularice el ‘síndrome Robledo’ que no es otro que la posición de oponerse a todo, todo es malo, corrupto y  mermelado. Esta posición facilista tiene muy buen recibo en la opinión pública, que lo considera el icono de la rectitud. Si analizamos sus mismas palabras encontramos el resultado de dicho proceder: “Llevo 20 años luchando por el campo” ,“el campo está hoy día en su peor situación” Conclusión: 20 años perdidos. Expresa que no presenta proyectos de ley porque está en la oposición y no prosperarían, por favor, la función primordial del Legislativo es esa, presentar proyectos, más que hacer control político, para sentar cátedra de cómo no se deben hacer las cosas no requiere su credencial que decenas de millones de pesos le cuesta al erario. 

Gilberto Silva Ospina
Ibagué.

El clima y la culpa

Sobre el relato desgarrador de la edición n.º 1681 de SEMANA titulado “¡La Guajira S.O.S!”, y el artículo “¡Qué sequía!” de la edición n.º 1682:

Quizás el clima tenga la culpa de nuestras tragedias, pues con sus benévolas y predecibles temperaturas nos acostumbró a no preocuparnos por él, y enfocar como nación todos nuestros esfuerzos en satisfacer nuestros intereses particulares, por encima de los generales. Quizás somos corruptos y egoístas por el clima, y ahora nos merecemos todas las tragedias que nos están pasando. Este cambio climático que amenaza a todo el mundo, quizá sea la salvación para Colombia, so pena de ser el detonante para su desaparición. El Estado colombiano debe acostumbrarse a que el cambio climático llegó para quedarse, y que el clima debe tomarse con una seriedad hasta ahora desconocida. La seriedad que involucra planear y organizarse, para poder sobrevivir, y anteponerse con dignidad a los embates de la naturaleza.

El verano con sus sequías, el invierno con sus inundaciones. Los cuatro años de Santos que  culminan han estado atravesados por estas dos tragedias que rebelan nuestras estructurales debilidades. Dos años sin agua en la mitad del desierto, con este titular tendríamos para volcar los ojos a La Guajira, y a cada rincón de Colombia con necesidades básicas insatisfechas. Debemos aprender a preocuparnos por lo importante, los gobiernos e instituciones locales deben dejar de lado la mezquindad, tirar todos para el mismo lado. Debemos abandonar las banderas de la reactividad, por la diligente proactividad, debemos prepararnos para triunfar y no dejarnos aplastar por las duras realidades que triste y diariamente nos toman por sorpresa. Que los medios ejerzan, no solo en la capital, sino en cada rincón del país, su función de dinamizadores de la información y de mecanismos efectivos de control y alerta a la sociedad.

Soñamos con una nación con esperanzas, y Santos así nos vendió la idea durante su campaña de reelección, sin embargo el caos que se percibe en cada sector del Estado donde miramos, nos quita de un manotón. Tenemos que despertar como sociedad y, repito, preocuparnos por las cosas realmente importantes.

Víctor Andrés Valencia Samper
Bogotá.

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