TEATRO

Camilo Torres: las 13 caras del cura guerrillero

El Teatro La Candelaria presentará ‘Camilo’, un homenaje al hombre que se debatió entre la Iglesia, las causas sociales y la insurgencia.

27 de junio de 2015

Patricia Ariza, directora del Teatro La Candelaria, conoció a Camilo Torres en una fiesta en Bogotá cuando ella tenía 16 años y usaba “collares ‘hippies’”. El ‘cura guerrillero’, el que inspiró su nueva obra que se estrenará el 8 de julio, vestía un pantalón negro y una camisa blanca. A su estatura imponente y sus ojos azulísimos, que llamaban la atención, se sumaba su discurso elocuente, encantador. “Tenía un carisma increíble”, dice Ariza y cuenta que la noche entera Torres había sido el centro de atención hablando de política, hasta que un borracho empezó a interrumpirlo con comentarios irónicos y agresivos. “Eso es pura paja…”, dice Ariza que el borracho repetía mientras seguía instigando a Torres. “Camilo se exasperó y retó al otro a pelear… la gente los separó… era un hombre de mucho carácter pero de una dulzura increíble”.

Camilo Torres aparecerá en el escenario del Teatro La Candelaria en el cuerpo de 13 actores. Trece personajes serán al mismo tiempo el Camilo Torres que se ordenó sacerdote a los 25 años (en 1956), el que se hizo sociólogo en una universidad belga, el que ayudó a fundar la primera Facultad de Sociología en América Latina (la de la Universidad Nacional), el que volcó su trabajo a las clases obreras, a los estudiantes y a los más desfavorecidos. Los 13 serán Camilo el profesor, Camilo el activista, Camilo el opositor, Camilo el cura y Camilo el cura guerrillero que estuvo enlistado en las filas del ELN cuatro meses, –solo cuatro meses– antes de morir en su primer combate con el Ejército. Fue el 15 de febrero de 1966. Doce días después de cumplir 37 años.

“Es muy difícil definir a Camilo… Es un personaje con una cantera de contradicciones”, dice Ariza y en el transcurso de esta entrevista, en la sala de su casona en el barrio La Candelaria de Bogotá, ella misma deja entrever sus propias contradicciones frente al rumbo que Camilo Torres le dio a su vida. Dice, por ejemplo: “Yo pienso que si yo hubiera sido Camilo no me hubiera ido (para la guerrilla); él ya tenía una popularidad en los sectores urbanos enorme… pero no soy Camilo ni soy la persona llamada a hacerle un juicio”. Antes había hablado de la encrucijada en la que estaba el cura cuando decidió enfilarse en la guerrilla: la Iglesia y la universidad le habían dado la espalda, y su papel de líder del Frente Unido del Pueblo (movimiento que fundó en oposición al Frente Nacional) le había traído toda clase de amenazas. “No se trata de hacerle un juicio histórico a Camilo Torres”.

Ariza insiste en que esta obra revive a Torres “porque es un personaje muy representativo de la historia de Colombia, importantísimo, como Bolívar”. Repite que Camilo (nombre del montaje) no será un banquillo para juzgarlo y condenarlo, porque “ese no es el trabajo del arte”. Y luego habla de los comentarios de los lectores que aparecieron en el primer artículo que la revista SEMANA publicó sobre el estreno de la obra. Dijeron que este sería el “homenaje” o la “apología” de un asesino; dijeron que “la herencia del cura Camilo Torres y toda la sangre derramada por estos bandidos” no merecía tener un espacio en el teatro.

“Esos comentarios a mí me parecen muy dolorosos, no me dan rabia sino que me producen mucha tristeza –dice–. El arte es un ejercicio de la libertad pero, además, es lamentable porque eso expresa la polarización en la que está este país. Yo creo que todos debemos trabajar por la paz y la justicia, que era la lucha de Camilo; yo creo que el legado de Camilo es su fe en la justicia y en la paz”. Ya en el pasado, con la obra Guadalupe, años sin cuenta (dirigida por Santiago García), que narra el surgimiento de las guerrillas liberales en el país, habían sido duramente criticados. Pero el tiempo les dio la razón: luego de 14 años en escena, esta llegó a ser catalogada como la obra más vista en el siglo XX en Colombia, y una de las más importantes en la historia del teatro del país.

“No son obras que llamen a la guerra. Nosotros no hacemos eso… Tanto Guadalupe (Salcedo, comandante de las guerrillas del llano) como Camilo son personajes que encarnan una época. Torres encarna los años sesenta que es la época de la utopía, también de la aparición de las insurgencias de América Latina. Y es importante entender eso. Comprender lo que está sucediendo a través de las ciencias, de los historiadores y del arte”.