Antología de Spoon River (edición completa)
Edgar Lee Masters
Bartleby Editores, 2012
375 páginas
A casi 100 años de su publicación, Antología de Spoon River sigue siendo un libro actual. Es poesía, pero parece cine, crónica, novela. Fue escandaloso cuando apareció en 1915 y todavía en 2013 resulta inquietante por su frescura y su modernidad. Aunque en Estados Unidos llegó a ser un best-seller, en el ámbito español ha permanecido como un libro de culto, un santo y seña de grandes escritores: Juan Rulfo siempre reconoció la gran influencia de esta obra a la hora de escribir Pedro Páramo.
Qué libro extraordinario. Desde sus tumbas, en el cementerio de Spoon River, situado en una colina, 243 muertos escriben su epitafio. 243 voces de ultratumba que no nos hablan del otro mundo sino de este, terrenal e injusto. Los epitafios, en realidad son ajustes de cuentas en los que los muertos dicen las verdades que no se atrevieron a decir en vida. Cada epitafio —cada monólogo— lleva por título el nombre y apellido (o el apodo) del muerto. Voces únicas, voces íntimas y sinceras. Voces disímiles, de todas las calañas y de todos los estratos sociales: banqueros, líderes políticos y religiosos, poetas, empleados, campesinos, prostitutas, ladrones, asesinos, borrachos, locos, estafadores, viudas, adúlteros y castos. En su conjunto, las voces van componiendo una novela, no solo por la evidente polifonía sino por las tramas y subtramas que se van formando: un muerto le contesta a otro, lo contradice o lo pone al descubierto. “¿Os habéis fijado en un hombre mustio y cabizbajo /que deambula por el pueblo / Es mi marido, que con secreta crueldad, /nunca confesada, me robó juventud y belleza”. Poco a poco nos iremos enterando de la quiebra del banco, de la disputa entre los liberales y los partidarios de la ley y el orden. Surge un pequeño mundo de rivalidades, pasiones truncas y ambiciones. Un pueblo del Medio Oeste norteamericano que podría ser cualquier ciudad, que podría ser el vasto mundo.
La influencia novelística de Antología de Spoon River (“la novela es polifonía”, decía Bajtin) se percibe en el mencionado Rulfo (quien además, como Edgar Lee Masters, buscaba los nombres de sus personajes en las lápidas de los cementerios), en William Faulkner y, de rebote, en Gabriel García Márquez y Juan Carlos Onetti. Al igual que Yoknapatawpha, Macondo y Santa María, Spoon River es un lugar imaginario, trasunto de lugares reales: Petesburg y Lewinstown, al sudeste de Chicago, donde transcurrió la infancia de Lee Masters. También ha influido en libros de cuentos como Winesburg, Ohio, de Sherwood Anderson y Vidas cruzadas, de Raymond Carver. ?Jaime Priede, el traductor de esta nueva versión completa nos hace caer en cuenta que la obra empieza con un plano general de ‘la colina’ donde se encuentra el cementerio: “¿Dónde están tío Isaac y tía Emily, / el viejo Towny Kincaid y Sevigne Houghton, / y Walker, el alcalde, que trató / a los verdaderos hombres de la revolución? / ‘Duermen, están durmiendo todos en la colina”’. Del plano general se hace un ?travelling de primeros planos que se resuelven en forma de flash-back: los epitafios, la particularidad de cada personaje y su historia de vida, en sí misma una pequeña crónica: “Yo fui el primer fruto de la batalla de Missionary Ridge. / Cuando sentí la bala entrar en mi corazón / deseaba haberme quedado en casa y haber ido a la cárcel / por robarle los cerdos a Curl Trenary, /en vez de escaparme y alistarme en el Ejército. / Mil veces mejor la cárcel del condado / que yacer bajo esta figura de mármol con alas / y este pedestal de granito / que soporta las palabras Pro Patria. / Por cierto, ¿qué querrá decir?".
La sátira, la ironía y la parodia abundan. Sin embargo, nunca se pierde cierto halo de compasión hacia estos muertos y por eso logran conmovernos con su sabiduría póstuma y su nostalgia de la vida: “Todo está olvidado, salvo por nosotros, los recuerdos, / que hemos sido olvidados por el mundo”.