EL SITIO DE CARTAGENA

A punto de desaparecer varias de las más importantes reliquias históricas de la Ciudad Heroica.

24 de abril de 1989

Existen actualmente en Colombia varias especies en vias de extinción, debido a un exterminio constante y sistemático. No sólo se encuentran en peligro especies importantes de la flora y la fauna, por cierto extraordinariamente ricas en variedad, sino también especies de naturaleza cultural, el patrimonio urbano y arquitectónico entre otras. Con asombro puede observarse cóma estas partes vitales del patrimonio nacional, desaparecen día a día ante la indiferencia de las autoridades y con la complacencia de quienes todavía acuden al progreso como argumento para justificar su afán depredador.

La historia del patrimonio urbano y arquitectónico colombiano es más bien triste. Es una sucesión de pérdidas y desapariciones que, a pesar de todo, aún deja mucho que proteger.
Existen en el territorio nacional centros históricos importantes: Cartagena, Mompós, Santa Fe de Antioquia, Popayán, Barichara y Villa de Leyva, entre otros. En casi todos los departamentos existen pueblos que mantienen su estructura espacial y su arquitectura tradicionales, en buen estado de conservación. A nivel de edificaciones individuales, hay muestras extraordinarias de los diversos momentos de la historia colombiana, incluido el presente. Un país que posee estos bienes debe, al menos en teoría, asumir la responsabilidad de protegerlos.

Cartagena es uno de esos casos especiales que merece la pena considerar. Los valores de su centro histórico han permitido la declaratoria de patrimonio de la humanidad. A pesar del deterioro acumulado y de las intervenciones desafortunadas, ese centro es lo suficientemente fuerte para ser todavía extraordinario. Constituye además un recurso turistico de primera magnitud, que atrae visitantes del exterior, con el ingreso consiguiente de divisas. Todo ello hace pensar, con algo de sensatez, que no deben escatimarse esfuerzos por proteger este tesoro, y mejorar sus condiciones en todo sentido: espacio público, restauración de edificaciones, dotación de servicios, incentivos para instalaciones hoteleras, etc., etc. Una visita a la ciudad en este momento muestra cómo poco de eso sucede.

Baste como ilustración mencionar el deplorable estado de abandono en que se encuentran dos claustros importantes de la ciudad, el de San Francisco y el de Santa Clara. El primero está literalmente cayéndose a pedazos, mientras que el segundo espera infructuosamente la fabulosa obra que lo iba a transformar en ese hotel de gran categoría que se pensó instalar en sus espacios. Casonas de maravillosa arquitectura esperan la llegada de inversionistas ávidos de lucro, que las transformarán en minúsculos apartamentos. Y fuera del centro histórico, pero en zonas de conservación como el barrio de Manga, las viejas casonas republicanas desaparecen para dar campo a edificios mediocres o, en el caso de Villa Susana, un ejemplo excelente de la arquitectura de comienzos del siglo, el cambio de uso a un supermercado las convierte en caricaturas de su propia presencia.

El caso de Cartagena es más notable quizá por su importancia, pero sus problemas se presentan por doquier. La indiferencia ciudadana, la desidia de las autoridades municipales, temporalmente encargadas de manejar ciudades y pueblos cuyo patrimonio desconocen, los intereses de lucro de muchos promotores y propietarios, y la falta generalizada de cultura urbana constituyen un campo difícil. Y en él, las mejores intenciones pueden naufragar fácilmente. Esto dificulta obviamente la tarea de las entidades que usualmente se encuentran con obstáculos que impiden el desarrollo de sus funciones. Pero a veces también, en estas mismas entidades, el exceso de interés por las minucias no permite controlar el conjunto, perdiéndose asi la visión general que debe tener el manejo de estos problemas, que afectan por igual a todos los ciudadanos.

Cabe preguntarse entonces si aqui sucede lo mismo que en el campo de los recursos naturales en el que el Estado parece carecer de poder para proteger lo que por ley le corresponde. Existen entidades encargadas de la protección del patrimonio cultural del país: Colcultura y el Consejo de Monumentos Nacionales, entre otras.
En sus filas se encuentran personas serias y responsables, preocupadas por los problemas que llegan a sus puertas. ¿Por qué no pueden actuar? ¿Es acaso el Estado impotente ante estos problemas?
El patrimonio urbano y arquitectónico del país hace parte de su memoria. Sus pérdidas son significativas porque, tarde o temprano, los ciudadanos ignorarán qué fue lo que dejaron los siglos de su historia, perdiendo asi una buena parte de su arraigo cultural y del aprecio por el mundo urbanizado con el que cotidianamente tienen obligación de dialogar. -