ENTREVISTA

“¿Qué será de nosotros cuando reinen los emojis?”

Lola Copacabana es escritora, psicoanalista, editora y traductora. Saltó de ser una influyente bloguera a los libros, y luego a la lista de los principales escritores de América Latina menores de 39 años.

7 de febrero de 2018
| Foto: archivo particular

Realmente se llama Inés Gallo de Urioste y se hizo famosa por su muy personal blog www.justlola.blogspot.com, del que nació en 2006 el libro Buena leche, diarios de una joven (no tan) formal. Y en 2015 publicó la novela Aleksandr Solzhenitsyn, muy aferrada a la literatura alternativa norteamericana. El año pasado esta argentina fue incluida en Bogotá 39, la lista de los mejores escritores menores de 39 años de América Latina. Y es Lola por niña precoz y Copacabana por una amiga brasileña que la llamó así. SEMANA hablo con ella.

SEMANA: Usted es una bloguera que muy joven se convirtió en escritora. ¿Talento? ¿Insistencia? ¿Consistencia?

Lola Copacabana: Creo que ser escritor es una posición subjetiva más que una condición vinculada a la publicación en papel. Yo publiqué mi primer libro a los 26 años, pero venía leyendo, escribiendo y trabajando en esa dirección hacía muchos, muchos años. Creo que no hay recetas respecto de cómo encontrar la propia voz: pero de las tres que menciona creo que es más trabajo que talento y que sí debe haber insistencia en la convicción.

SEMANA: ¿Por qué escribe y de qué escribe?

L.C.: Escribo preguntas, espero originales, sobre la forma en la que vivimos y nos relacionamos. Y escribo porque creo en el poder de la palabra.

SEMANA: ¿Y qué es lo que más se pregunta?

L.C.: Antes de ser psicoanalista, de licenciarme en psicología, estudié derecho en la Universidad de Buenos Aires. Mi idea era dedicarme al derecho penal. Después, finalmente, la vida me llevó por otros caminos. Pero lo que tienen en común el psicoanálisis y el derecho es la relación, las diferentes relaciones, que existen entre los sujetos y la ley. Creo que en alguna medida las preguntas que me surgen giran en torno a eso: las legislaciones públicas y privadas a las que nos sometemos.

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SEMANA: ¿Cómo puede sobrevivir la palabra en un mundo que parece prescindir de ella?

L.C.: ¿Qué será de nosotros cuando reinen los emojis, dice? También es algo que me pregunto. A veces lo veo como un retroceso: ¿estaremos yendo hacia los jeroglíficos? Más allá de eso, es cierto, la palabra retrocede. Creo que nuestra misión, de los que creemos en su poder, es insistir en sorprender para revelar su potencia y toda la maravilla de la que es capaz.

SEMANA: ¿De qué le sirve la web a un escritor?

L.C.: Creo que, escritores o no, gran parte del uso que hoy le damos a la web, especialmente a las redes sociales, tiene que ver con compartir historias. Y que los escritores debemos estar actualizados sobre las formas nuevas de narrar que se generan a partir de esto.

SEMANA: ¿Y qué formas nuevas de narrar ha visto o descubierto en redes?

L.C.: A comienzos del año 2000 se sintió la enorme influencia de Internet en la literatura, de muchas maneras, como siempre que aparecen nuevas tecnologías. Podría hablarle solamente de los ‘resbusques’ que hacen los guionistas de las películas de suspenso para que no todo se resuelva con una llamada de un celular o una búsqueda en la web. Y en la literatura vemos su influencia de distintas maneras. Más allá de los experimentos de novelas escritas a partir de estados de Facebook, o de libros de poesía salidos de Twitter, creo que hay fenómenos masivos indudables como, por ejemplo, la tendencia a escribir de forma más fragmentada, en un registro bien informal, de hacer obras más breves. Y hasta creo que podría pensarse si la llamada “literatura del yo”, tan en boga, no será en cierta medida hija de las redes sociales.

SEMANA: ¿Qué es la literatura alternativa y por qué le interesa tanto?

L.C.: Es un movimiento de jóvenes sensibles de clase media, no institucionalizados, que se conectaron en red para pensar nuevas formas de narrar y que tratamos de delinear con Hernán Vanoli, mi esposo, en el prólogo de Alt Lit, una antología que Interzona publicó en 2014. Creo que nos interesó ese esfuerzo por la posición novedosa que representaba. 

SEMANA: ¿Algo de este movimiento para recomendarles a nuestros lectores?

L.C.: Por supuesto. Algunos autores de este movimiento que considero interesantes son Tao Lin (de quien me gusta especialmente la novela Richard Yates), muchos de los cuentos de Sam Pink y la talentosísima y sensible xTx.

SEMANA: En su libro ‘Aleksandr Solzhenitsyn’ aparecen Lindsay Lohan y Elle Fanning. ¿Por qué incluirlas? ¿Por qué Solzhenitsyn?

L.C.: Respecto del título: tiene que ver con una creencia de que los libros casi siempre están siempre en diálogo con otras obras literarias. Mi novela lleva como título el nombre de este autor ruso como invitación a la lectura desde la obra de ese señor. 
Respecto de Lohan y Fanning: si se refiere a las actrices, no estoy segura de que se trate realmente de ellas. Digamos que tomé a esos nombres, tan cargados, prestados. 

SEMANA: ¿Pero por qué tomar esos nombres? ¿culturalmente significan algo para usted?

L.C.: En primer lugar es un guiño metaliterario hacia la obra de Tao Lin, que utilizó ese recurso en una novela suya en cuyo título, como en la mía, se invitaba a leer esa historia a partir de la obra de otro autor (en su caso: Richard Yates). Tomé esos nombres porque son nombres tan cargados que generan un enrarecimiento en la prosa: por un lado, es un desafío para el lector no imaginarse a las actrices siendo las protagonistas de la historia. Eso genera, espero, cierta vivencia como “cinematográfica”. Por el otro, dado que sabemos que no estamos hablando realmente de las actrices, los nombres quedan totalmente vacíos y puede tratarse de cualquier persona. De esta manera, funcionan como alias.

SEMANA: Usted habla mucho de Simone de Beauvoir. ¿Por qué?

L.C.: Mi primer libro, de 2006, es en cierta medida autobiográfico y lleva como referencia en su subtítulo al primer tomo de la autobiografía de Simone de Beauvoir. No sé si hablaré hoy tanto de ella, pero es indudable que a comienzos de la década pasada, cuando la tercera ola del feminismo se demoraba en llegar al sur del continente, de donde soy y en donde vivía entonces, su obra fue importante en mi formación. Un ejemplo, una inspiración.

SEMANA: ¿Hoy que significa el feminismo para usted y hacia dónde va?

L.C.: Creo que hoy el feminismo es un movimiento que ha adquirido muchísima potencia y que está dando grandes pasos para concientizar a la sociedad de injusticias históricas y las formas en que estas deberían ser reparadas. Ojalá vaya a convertirse es una práctica moral que forme parte del sentido común de todos nosotros.

SEMANA: Usted fue incluida en la lista de Bogotá 39. ¿Para qué sirve estar ahí?

L.C.: El tiempo dirá. Por lo pronto, descubrir, leer, conectarme y tener el privilegio de conocer en persona y dialogar con los otros miembros de esa lista, a los que acabo de ver en Cartagena. Una experiencia muy enriquecedora.

SEMANA: Se le cuestionó a Bogotá 39 que no había suficientes mujeres. ¿Encuentra usted alguna razón?

L.C.: A mí me sorprendió y entristeció también las pocas escritoras que estuvieron en la lista, porque sé que hay mucho talento en mis colegas latinoamericanas, a quienes conozco y, de hecho, es el grupo a quien más leo.

SEMANA: ¿A quién lee hoy Lola Copacabana ?

L.C.: Acabo de terminar el libro Living a Feminist Life, de Sarah Ahmed, que me resultó fabuloso, sabio, súper enriquecedor. En mi mesa de luz tengo a medio leer El matrimonio como una de las bellas artes, de Phillipe Solers y Julia Kristeva. Y una pila inmensa de libros de mis colegas de Bogotá 39, que me traje a Estados Unidos, en donde vivo, de Cartagena durante el Hay Festival. Por lo que pude espiar en la antología que acaba de salir y reúne una muestra de nuestros trabajos, en los meses que siguen voy a pasarla muy, pero muy bien.

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