ENTREVISTA

“Los medios tradicionales están en una búsqueda idiota del clic”: Martín Caparrós

Semana.com habló con el autor argentino sobre su último libro, ‘Lacrónica’, y sus reflexiones sobre el periodismo.

25 de agosto de 2016
Martín Caparrós nació en Buenos Aires (Argentina) en 1957. Es periodista, escritor e historiador. | Foto: Guillermo Torres

Lacrónica –así, sin espacio- es un libro autobiográfico de Martín Caparrós en el que reflexiona sobre más de 30 años de labor como cronista. A través de esta obra el argentino permite que el lector viaje por lugares como Birmania, Bolivia, Colombia, Sri Lanka, China, Perú y Rusia. “Son un compilado de mis mejores crónicas”, dice el autor del bigote plateado y los ojos vigilantes. 

Semana.com: En sus comentarios sobre la crónica Hong Kong, El Espíritu y el capital, usted dice: “Era tan joven, tan impúdico que podría escribir cosas como ‘los chinos‘, y atribuirles rasgos, condiciones. Lo leo, ahora y la envidia me carcome”. ¿Por qué?

Martín Caparrós (M.C.): Me parecía que esa facilidad con la que generalizaba y decía “los chinos hacen tal cosa” ya no tengo. Trataría de matizar mucho más el pensamiento. No se pueden hacer generalizaciones como esa. Me daba envidia de esa especie de impulso que me permitía decir o escribir cosas sobre las que ahora reflexionaría mucho más. Pero es una envidia socarrona porque en realidad prefiero reflexionar. Pero siento nostalgia de esa impulsividad.

Semana.com: Usted tiene una mirada muy particular. ¿Aprendió a hacerlo o es algo innato?

M.C.: No sé cómo aprender a mirar más que ejercitando la mirada. Yo tenía la esperanza de que si podía mirar lo suficiente en lugares lejanos, donde todo merece ser contado, llegaría el día en que podría escribir la crónica más difícil, que es la de la manzana de mi casa. Es decir, contar algo de la cotidianidad donde nada parece digno de ser contado. Pero que si uno sabe mirar lo suficiente va encontrar, incluso, en eso que ve todo el tiempo, algo que merece ser contado. Para mí es un placer mirar, es una sensación de vitalidad, esa necesidad de aprehender para contar.

Semana.com: Claroscuro empieza con la vida de uno de los tantos hombres con discapacidad que se sube a un bus a contar una historia. Antes ya se habían subido otras personas. ¿Qué vio de especial en él?

M.C.: Me interesó el poema. Pero el elegirlo forma parte de la idea de estar con la actitud de un cazador. A un buen periodista le va mejor si tiene esa actitud que tenían nuestros ancestros de estar atentos a la presa porque si se les escapa no pueden comer. Eso de ir atento por el mundo es lo que te permite encontrar esas cosas que si no, pasarían inadvertidas.

Semana.com: Claroscuro también fue el punto de partida para que en el 2003 en Argentina se reabrieran los casos de los torturadores y los asesinos...

M.C.: Yo creo que uno debe pensar que lo que hace sirve para algo, para mejorar el mundo en el que vivimos. ¿Para qué voy a trabajar cinco años trabajando sobre el hambre si no pienso que puede ayudar, en alguna medida, aunque sea pequeñísima, a que se mejore la situación que estoy contando?

Semana.com: En el libro uno puede ver que usted se sorprende con el mundo, pero a veces no son buenas sorpresas...

M.C.: Una vez fui a Haití porque tenía que entrevistar a un presidente y me di cuenta de que me habían robado la cámara con la que hago las fotos de mis crónicas. No tenía dinero, no sabía cómo iba a trabajar, era un domingo en la tarde y hacía un calor insoportable y me preguntaba, como en muchas otras ocasiones: “¿Pero qué estoy haciendo acá?, estaba tan bien en mi casa tomando mate. Qué tontería…” Pero luego se me pasa y nada me gusta más que estar acá. Y estar acá puede ser en cualquier parte, tratando de contar algo.

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Semana.com: ¿Por qué defiende escribir en primera persona?

M.C.: Siempre digo que una cosa es escribir en primera persona y otra es escribir sobre la primera persona. El que escribe sobre la primera persona es detestable porque no está haciendo periodismo, porque para hacer periodismo no es importante contar lo que te pasa a ti sino a los otros. Pero me interesa más contarlo en primera persona porque es una actitud más honesta, dejas claro que eso que estás contando es lo que tú ves y que eso es sólo una parte de la realidad.

Semana.com: También defiende escribir con las primeras palabras que uno piensa en vez de buscar sinónimos y eufemismos.

M.C.: En general las primeras palabras en las que uno piensa son las que dicen las cosas de forma más directa. A veces se pueden reemplazar, pero no para demostrar que conoces ocho sinónimos del verbo decir. Primero porque ya no tiene ningún mérito saber sinónimos; si estás en Word haces clic derecho y buscar sinónimos de una palabra y te aparecen. Y por otro lado, los sinónimos no dicen lo mismo. Decir y señalar no son lo mismo y si uno quiere ser más preciso, pues debe cuidar las palabras.

Semana.com: En su libro dice que ahora muchos medios se dedican a hacer periodismo basura. ¿Hay alguno que le parezca que hace bien la tarea?

M.C.: Hay medios emergentes que ocupan el espacio que los grandes medios dejan desde que han decidido hacer entretenimiento, desde que han decidido convertirse en espectáculo barato con cosas como ‘las chicas más lindas de los olímpicos’ o cosas así. En general son medios digitales aptos para ir ocupando ese espacio que los medios hegemónicos están dejando por su búsqueda idiota del clic. Cuando quise tener un contexto más o menos sólido sobre las conversaciones de paz, donde lo encontré mejor desarrollado fue en La Silla Vacía, por ejemplo.

Semana.com: Están buscando la manera de hacer rentable el periodismo. ¿Usted le ve alguna solución?

M.C.: Últimamente me sorprende la cantidad de tiempo que los periodistas nos la pasamos discutiendo sobre las empresas periodísticas y los modelos de negocio, y si van a cobrar o no por los contenidos. A mí me importan tres carajos. Yo trabajo en hacer buen periodismo, que los de la empresa se encarguen de monetizar eso.

Semana.com: Usted se describe como alguien que desde siempre fue rebelde. ¿Cree que hace falta que los nuevos periodistas tengan un espíritu más rebelde?

M.C.: ¡Vamos, falta mucha rebeldía! si quieren hacer lo que les gusta. Si vas a ser un oficinista simplemente haciendo y escribiendo lo que dicen los editores para tener clics es una decisión respetable, pero no es lo que me interesó hacer nunca.

Semana.com: Usted que tuvo la oportunidad también de cubrir la guerra y el proceso de paz anterior, ¿qué le dice a aquellos que piensan que con el acuerdo de paz en Colombia se va a acabar el tema para hacer periodismo?

M.C.: Siempre me incomoda el prestigio que tiene cubrir la violencia entre los periodistas. Por supuesto tiene mucho mérito cubrir la guerra, pero a la vez es fácil. Todo es evidente, visible. Todo lo que veo merece ser contado. Lo difícil es contar la manzana de tu casa, lo cotidiano. Y yo sé que en Colombia hay infinidad de cuestiones aparte de la guerra que vale la pena que sean contadas. Si alguien piensa que el final de la guerra acaba con sus posibilidades de hacer periodismo debería dedicarse a otra cosa.

Semana.com: En una de las crónicas del libro hay una chica que dice que “la guerra es genial”...

M.C.: Sí, para bastante gente la guerra es genial; para algunos soldados, para los jefes y patrones de soldados muchas veces también lo es. Lo triste sería que también para los periodistas la guerra sea genial.

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