ENTREVISTA
“En Colombia se cree que la cultura es un lujo y no un derecho”: Germán Rey
Nadie como el investigador social Germán Rey para hablar sobre el presente y el futuro de la cultura en Colombia.
SEMANA: El tema puede ser para un tratado, pero ¿qué ha pasado con la cultura durante estos 60 años de guerra?
GERMÁN REY: La guerra ha tenido repercusiones en la vida cultural: el despojo de tierras y el enorme desplazamiento que se produjo en el país tienen implicaciones en el sentido de pertenencia de las comunidades, su cohesión colectiva y su identidad. El miedo influye en las expresiones; las migraciones del campo hacia las ciudades provocan un verdadero cataclismo cultural, aunque también mestizajes, y el impacto sobre la vida de los jóvenes es de una gravedad cultural indudable, ellos son creadores y consumidores culturales fundamentales.
SEMANA: ¿Hay algo que haya ganado la cultura en medio del conflicto?
G.R.: Ganó fuerza en medio de las dificultades, porque a través de la cultura la gente pudo expresarse, celebrar, intentar su convivencia. En estos años han crecido las organizaciones culturales, se han multiplicado los gestores locales, han aparecido iniciativas verdaderamente relevantes, se han expandido las industrias culturales.
SEMANA: ¿Como cuáles?
G.R.: Los colectivos de Montes de María, la afirmación cultural de pueblos indígenas como los nasa, en el Cauca, o los pueblos de la Sierra Nevada, los colectivos de creación audiovisual de jóvenes en las comunas de Medellín o en Aguablanca en Cali. También han aparecido miradas muy lúcidas sobre el conflicto desde las artes. Por ejemplo, la espléndida obra de Doris Salcedo, el trabajo fotográfico de Jesús Abad Colorado, la escritura literaria de Tomás González, la propuesta corporal de danza de El Colegio del Cuerpo, dirigida por Álvaro Restrepo, los videos de José Alejando Restrepo, entre otros creadores destacados.
SEMANA: ¿Y, entonces, qué perdió la cultura durante la guerra?
G.R.: Se perdieron músicas, narraciones y expresiones vivas de la cultura ocasionados por el despojo y las violencias. Fueron asesinadas algunas importantes figuras, sobre todo, de las culturas locales y regionales; también fueron presionados grupos étnicos de manera persistente y terrible. Además, se rompieron lazos culturales fundamentales en muchas comunidades.
SEMANA: Recuperar eso que se perdió, entre otras cosas, debe ser uno de los papeles de la cultura durante el posconflicto…
G.R.: La cultura es fundamental en el posconflicto. Se deben restablecer los tejidos sociales y culturales de una gran cantidad de comunidades que sufrieron los desastres de la guerra. Es necesario fortalecer los canales democráticos de la expresión social; se debe hacer un gran esfuerzo por estimular la creatividad de niños y jóvenes en el contexto familiar, barrial y escolar. Es fundamental fortalecer la diversidad de este país.
SEMANA: ¿No es muy abstracto ese concepto del que hablan desde La Habana de ‘Cultura para la paz’?
G.R.: Al concepto hay que ponerle acciones que pasan por la educación, pero también por la creación, la circulación de los bienes culturales, la educación artística, la relación de la cultura con las tecnologías.SEMANA:
¿Usted sí cree que existen políticas del gobierno para que el papel de la cultura sea importante durante el posconflicto?
G.R.: Siempre he criticado que se le ponga el nombre de paz a todo lo que ya se hace en los ministerios. Es la mejor manera para seguir en lo mismo y no cambiar. El Ministerio de Cultura debe promover un amplio debate sobre la relación de la cultura y la paz, volver a los pasos desafortunadamente olvidados de los planes nacionales de cultura participativos que no se volvieron a hacer, fortalecer las iniciativas locales y regionales.
SEMANA: ¿No le preocupa que el control de la cultura lo tengan unas pocas personas en el país?
G.R.: Eso me preocupa para toda la vida del país. Uno de los grandes objetivos sociales es acrecentar la participación de los ciudadanos en la creación y disfrute de todas las manifestaciones culturales. Y romper el elitismo cultural.
SEMANA: ¿Por qué muy pocos ven que la cultura es una inversión y no un gasto?
G.R.: Porque se ha creído –de manera distorsionada- que la cultura es un lujo y no un derecho. Ella es hoy en el mundo una de las áreas importantes de las economías. Pero la cultura es más que eso: es patrimonio colectivo, lugar de encuentro y diferencia, apoyo de la convivencia, forma de expresión.
SEMANA: ¿Por qué y qué mensaje mandan temas espinosos en la cultura como el Festival de Teatro, la Filarmónica o la Cinemateca?
G.R.: La cultura no es un lugar idílico, no es el reino de lo bucólico. En ella hay asuntos complejos y conflictivos. Y hay que tener en cuenta que es una parte de la gestión pública y, por tanto, de sus recursos. El tema de la Cinemateca tiende a arreglarse, la Filarmónica debería tener un proyecto modular y por fases para convertirse en un nodo de la creación, formación y apropiación musical, y el Festival de Teatro debe salvaguardarse a partir de una reingeniería seria y sostenible.
SEMANA: De cara al posconflicto, ¿qué tan negativo es que esto ocurra?
G.R.: Entre más proyectos culturales crezcan en el país, mejor. Pero estoy hablando de proyectos innovadores, participativos y sostenibles. La sostenibilidad, por supuesto, es mucho más que dinero.
SEMANA: La cultura últimamente aparece en la agenda de los medios, además de los logros del cine, por temas polémicos. ¿Cómo deber ser ahora la relación medios y cultura?
G.R.: Ha sido una relación ‘farandulizada’ o problematizada. A los medios los emocionan los problemas y los deslumbra el entretenimiento. Debe haber una transformación de la representación mediática de la cultura. Ir más allá de los eventos y mostrar también los procesos, entender al país invisible y no dejarse capturar por las lentejuelas, darles importancia a las artes pero no creer que ellas son la cultura.
SEMANA: Aún se confunde cultura con entretenimiento…
G.R.: El entretenimiento es parte de la cultura. Pero habitualmente se cree que esta tiene que ver con los libros, el teatro, la música clásica o el teatro. Por supuesto eso es así. Pero hay otras formas de la cultura: las masivas como la televisión o la radio, las populares como buena parte de la música o de nuestras cocinas y las digitales como los videojuegos, el acceso a plataformas o los medios digitales.
SEMANA: ¿Puede haber futuro en un país que lee poco?
G.R.: Lee poco pero cada vez más lee diferente. No se puede seguir midiendo la lectura solo a través de los libros. Porque se está leyendo en otros soportes, especialmente los digitales e internet. Se leerá más si se conecta la lectura con la escritura, la generación de contenidos, el disfrute y el desarrollo personal y social.
SEMANA: Este país aún no se pone de acuerdo en definir qué es cultura…
G.R.: Porque nadie -por fortuna- se ha puesto de acuerdo. Pero la cultura es movimiento, está renovándose, aparecen cada día nuevas expresiones, cambian los límites.
SEMANA: ¿Cómo entender que en este país la palabra cultura se anteponga a otras y se diga: “la cultura de la muerte” o “la cultura del atajo (para la corrupción)”...?
G.R: En mi opinión ese es un tic nacional muy desafortunado e incorrecto. Pero bueno, el lenguaje, que hace parte de la cultura, también crece en los errores.