CINE

La tierra y la sombra

Esta película colombiana, dirigida por César Acevedo y ganadora de la Cámara de Oro del pasado Festival de Cannes, muestra lo dolorosa que resulta la desaparición de una forma de vida tradicional. ***1/2

Manuel Kalmanovitz G.
25 de julio de 2015
La película de César Acevedo, además de ganar la Cámara de Oro en Cannes, también obtuvo en ese festival el premio de la sociedad de autores, el premio revelación y el premio del público.

País: Colombia
Año: 2015
Director: César Acevedo
Guion: César Acevedo
Actores: Haimer Leal, Marleyda Soto y Edison Raigosa
Duración: 97 min


En el centro de esta película hay una situación visualmente potente: una casa campesina en el Valle del Cauca, rodeada –prácticamente sitiada– por cultivos de caña de azúcar. De un lado está una vida conectada a la tierra y nutriéndose de ella, y del otro está una actividad económica sin rostro, ligada a lo global, que tiende a convertirlo todo en un océano inhóspito, verde y afilado.

Es una metáfora sencilla y efectiva que logra hacernos ver el drama de unos personajes que no han sabido cómo desligarse de la tierra.

Esta encrucijada permite pensar en el costo humano, cultural y emocional del debate académico que se viene dando acerca de “modernizar a Colombia”, donde la elección racional parece ser que los campesinos cancelen las relaciones que han establecido con sus parcelas. Sin despegarse de la tierra no hay modernidad, dicen, aunque sobre la desolación profunda que produce esa separación no hablan mucho, seguramente por ser difícil de medir.

Y aunque resulta imposible extraer de esa experiencia dolorosa datos que llenen una tabla de Excel, La tierra y la sombra demuestra que sí es posible acercarse a ella con sensibilidad e inteligencia.

Todo comienza con el retorno de un hombre mayor (Haimer Leal) a su antigua tierra, donde vive su esposa (Marleyda Soto) con su hijo (Edison Raigosa) postrado en cama por una enfermedad pulmonar. El hijo es un adulto –está casado y tiene, a su vez, un niño– pero su enfermedad hace que la dinámica normal del hogar revierta a su infancia: ahora es él quien debe quedarse en casa, mientras las mujeres (su madre y su esposa) salen a cortar caña para ganarse el sustento.

Con movimientos lentos de cámara y tomas largas, el director César Acevedo crea una atmósfera de encerramiento y oscuridad. La enfermedad ha hecho que todo se concentre en el interior de la casa, donde aún es posible la vida, mientras el exterior resulta ser una prisión con paredes vegetales.

Pero el regreso del padre, que viene cargado de recuerdos de otras épocas, trae también otras ideas de cómo relacionarse con el entorno. Así, los pájaros tienen nombres y sus cantos no son ruidos indiferenciados sino que identifican a cada criatura con ciertos comportamientos, con gustos y disgustos.

Es una información que no parece tener mucho sentido frente a las paredes de caña, pero que aun así intenta transmitirle al nieto, a quien le explica este mundo que lo rodea y así le enseña que hay otras formas de existir en él.

La película hace un retrato sentido de esta gente tan distinta a los habitantes de ciudad, sin caer en representaciones miserables o lastimeras. Sus personajes son autónomos, ingeniosos y sensibles, y poseen una conexión con su entorno cargada de tiempo y de sabiduría. Puede que no sea una forma de vida ‘moderna’, pero tiene un sentido y una belleza propia, y el gran logro de La tierra y la sombra es demostrar que la pérdida de ese entendimiento no afecta solo a los campesinos sino que nos hace a todos un poco más pobres.

Cartelera
**** Excelente  ***½ Muy buena   *** Buena   **½ Aceptable  ** Regular  * Mala


Gabrielle: sin miedo a vivir ** 1/2
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Autómata **
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A Hard Day’s Night *** 1/2
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IndieBo

Hasta el 26 de julio se lleva a cabo este festival con películas de ficción, documentales e infantiles.