LIBROS
Esto no es un cuento
El último libro que Alice Munro piensa publicar tiene diez cuentos y cuatro historias de su propia vida. Acá la premio nobel de literatura de este año muestra su maestría.
Mi vida querida
Alice Munro
Lumen, 2013
333 páginas
Según ha dicho Alice Munro, Mi vida querida es su último libro, su despedida de la literatura. No sé si es el mejor pero sin duda es el más depurado, en el que se puede apreciar mejor la calidad de su arte. Y tiene, en la parte final, cuatro relatos claramente autobiográficos, lo cual lo hace aún más íntimo y personal: “Porque esto no es un cuento, tan solo es la vida”, dice en el último de ellos, el que le da el título a la obra. Allí, la protagonista, una mujer nacida en 1931 –como la autora– vuelve a su infancia, revisa las relaciones con sus padres, nada fáciles –le pegaban– y trata de develar un episodio oscuro y ambiguo que ocurrió en su casa con una vecina.
Ese episodio, relacionado con el hecho de no haber asistido al entierro de su madre, puede contener una respuesta, una clave de su vida. Al igual que sus personajes, ella también va en busca de esas palabras que puedan sintetizar un destino: “Solemos decir que hay cosas que no se pueden perdonar, o que nunca podremos perdonarnos. Y sin embargo lo hacemos, lo hacemos a todas horas”.
En el primer cuento, Llegar a Japón, una mujer casada, Greta, que escribe poesía, tiene una aventura amorosa en un tren. No es la aventura que ella –ni el lector– estaban esperando, aunque eso es lo que suele ocurrir en la narrativa de Munro: que los hechos no tengan el desenlace que estábamos esperando, que los personajes secundarios irrumpan y tomen el protagonismo, o que de repente aparezca otra historia, la verdadera, desplazando a la que hasta entonces era la principal. La vida es para Munro una conversación a la deriva que puede ser interrumpida por alguien, a veces con giros extraños, impredecibles. Mientras tiene su aventura, Greta se desentiende de su pequeña hija. La madre negligente es una figura que se repite. “Y no solo por las tareas domésticas. Otros pensamientos habían desplazado su atención de la niña. Incluso antes de caer en la obsesión inútil, extenuante y estúpida del hombre de Toronto, existía la otra ocupación, la poesía que parecía haberse gestado en su cabeza casi desde siempre. Y que de pronto se le antojaba una traición más: a Katy, a Peter, a la vida”. Alice Munro se interesa por la condición de la mujer, sin llegar a ser feminista. Los años cuarenta y sesenta, en los que hubo un profundo cambio en el rol de la mujer en Norteamérica, es la época en la cual se desarrollan la mayoría de sus relatos.
En Tren –otra vez los trenes como símbolo de fuga–, uno de los mejores cuentos de esta colección, Jackson, un joven soldado que regresa de la Segunda Guerra Mundial, se arroja inexplicablemente del tren, una estación antes de llegar a su pueblo. Se queda a vivir en un granja con una solitaria mujer –no hay atracción sexual– ¡durante más de 20 años! El misterio de esa decisión queda congelado por 20 años y cuando ya estamos familiarizados con su nueva vida ocurrirá el punto de quiebre, por supuesto, lo más inesperado. Pero sin violentar, sin tour de force. Munro conduce la narración de una manera magistral. Por inusitados que sean los hechos sentimos que era necesario, que tenía que ser así. Sin embargo, hay algo aún más sobresaliente: sus personajes. Ella tiene la capacidad de introducirnos en su mente, de representar exactamente lo que están pensando y sintiendo. Sin juzgarlos, esa tarea se la deja al lector. Por eso sus finales son abiertos, como en las historias de Chejov con quien es ya un lugar común compararla.
Una maestra en una escuela de tuberculosos, una poeta ignorada por el mundillo literario, un hombre que huye de sí mismo, una niña de nueve años que se tira a un pozo para llamar la atención de su madre adúltera: Alice Munro, escribe sobre gente corriente. O, mejor: sobre la vida extraordinaria de la gente corriente que, gracias a su atenta mirada, se vuelve relevante. Nadie mejor que Antonio Muñoz Molina ha descrito lo que significa leer este libro: “La lectura que piden los cuentos de ‘Mi vida querida’ no es la de la prosa, sino la que ofrece la poesía… una revelación de algo que no se agota, porque está en las palabras y un poco más allá de ellas”.