OBITUARIO

Cartagena, el amor de la vida de Miguel Ángel Bastenier

Tras el fallecimiento del maestro del periodismo este viernes, Semana.com reproduce una emotiva entrevista que concedió en 2015 desde La Heroica.

Carlos Marín Calderín
28 de abril de 2017
| Foto: Andrés Arenas / SEMANA

El periodista y escritor español Miguel Ángel Bastenier amaba a Cartagena de Indias, la visitó por décadas y criticó –con la autoridad que le daba ser nacionalizado colombiano– lo que en ella está mal sin ahorrar esfuerzos. Bastenier fue subdirector de Relaciones Internacionales del diario El País de Madrid y maestro de la Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI). Afirmaba con ironía que Cartagena “es la ciudad más bonita de España”.

SEMANA: ¿Hay algún término colombiano o cartagenero que le guste mucho?

MIGUEL ÁNGEL BASTENIER: ‘Mamar gallo’, por supuesto. Os contaré una anécdota: conocí en un curso, en España, a una colombiana casada con un griego, traductor de García Márquez al griego. Me contó ella que alguien había traducido ‘mamar gallo’ literalmente (risas). Ella le explicó al marido que ‘mamar gallo’ no puede traducirse así, porque nadie le mama nada a ningún gallo, sino que es una forma de hablar, de reírse de uno, de tomar el pelo. ‘Arrecho’ también me gusta mucho. Pero Colombia entera es el reino del eufemismo, aquí hay que decir algo en lugar de. Una vez iba por la calle en Bogotá con una amiga periodista y dije “porque aquel negro…”, y me dijo: “¡No se dice negro, sino moreno!”.

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SEMANA: ¿Qué tal se habla el español en Colombia?

M.Á.B.: Te contaré lo que le contesté a mi secretaria María Isabel en El Espectador en el año 1997. Ella me preguntó: “¿Es cierto, doctor –aquí somos todos doctores–, que en Colombia es donde se habla el mejor español?”. Le respondí: sí, la gente sencilla, los analfabetos hablan español muy bien, castizo, auténtico, potente. La cosa se estropea cuando van a la universidad, y se estropea bastante porque meten anglicismos uno tras otro. Yo cuando los oigo decir OK me pongo nervioso. ¿Qué tontería es eso de decir OK?

SEMANA: ¿Cómo se da su primer contacto con Cartagena de Indias?

M.Á.B.: Vine a dar un curso de tres días de periodismo internacional en la Casa de España, a comienzos del año 1995. Aún no existía la sede de la FNPI en la Calle San Juan de Dios (donde funciona ahora). Gabriel García Márquez inauguró el curso. Ese día almorzamos él, Jaime Abello y yo.

SEMANA: ¿Por qué llega usted a dar ese curso?

M.Á.B.: El director de El País, Joaquín Estefanía, me dijo un día en el periódico: “Un señor que viene en nombre de Gabo te va a llamar. Tienes que verle para ver qué te explica y luego lo hablamos tú y yo”. Era Jaime Abello, y literalmente me dijo: “Gabo me ha dado la indicación de que en todo lo que la FNPI haga fuera de Colombia tiene que darle la primera opción a El País”. Yo le conté eso a Joaquín Estefanía y él me nombró delegado de relaciones con la FNPI. Así empecé a dar talleres.

SEMANA: ¿Cuál es su mejor recuerdo con Gabo en Cartagena?

M.Á.B.: Gabo dijo una vez –me dijeron, yo no estaba delante– que Bastenier era un “bruto inteligente” (risas). Me parece muy bien, estoy de acuerdo en ser bruto, no tengo ningún interés en ser fino, me parece una estupidez ser demasiado fino. ¿Bruto?, pues bruto: al pan, pan, y al vino, vino.

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SEMANA: Pero me imagino que antes ya conocía a Cartagena a través de libros.

M.Á.B.: Sí, y mi primera impresión de la ciudad vieja fue tremenda. Después, cuando me preguntaron qué pensaba de Cartagena o por qué me gusta tanto –haciendo una especie de medio broma, pero solo medio, solo medio–, dije: porque Cartagena es la ciudad más bonita de España. La ciudad vieja es española, andaluza, del siglo XVIII, para ser exactos, así como Villa de Leyva es una ciudad castellana.

SEMANA: Aparte de eso, ¿qué es lo que más le gusta de esta ciudad?

M.Á.B.: La gente es muy amable, muy simpática. Me gusta pasear por Cartagena solo para pararme donde yo quiera y tomarme una cosa aquí y otra cosa allá o andar una hora seguida.

SEMANA: ¿Y qué no le gusta?

M.Á.B.: Desgraciadamente muchas cosas. Lo disparatadamente caro que es todo. Los restaurantes creen que son buenísimos y a lo mejor son simplemente aceptables. Alguno hay bueno, pero muy caro. Ahora, ¿cómo puede ser que en una ciudad turística los taxis no tengan taxímetros? Ya yo no discuto porque me sé las tarifas, pero eso de que el turista llegue y tenga que discutir sobre los precios y pagar lo que le digan, está muy mal. Por supuesto que la mayoría de los taxistas son honrados, pero basta con que uno de cada diez no lo sea para que haya problemas.

SEMANA: ¿Y cómo le parece la Cartagena nueva?

M.Á.B.: No me interesa nada. Pero yo vivo allá, en la carretera entre Cartagena y Barranquilla. Es febril la construcción, espero que lo hayan calculado bien y que haya público para todo, porque si no, eso va a ser un desastre.

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SEMANA: ¿Qué le gusta de la Cartagena de ‘El amor en los tiempos del cólera’?

M.Á.B.: Me gusta García Márquez, evidentemente. Antigua, en Guatemala, es mucho más pequeña y es una ciudad española preservada del siglo XVIII, pero hay una diferencia fundamental: en Antigua, en la parte monumental, no vive nadie, solo hay tiendas para vender cosas, mientras que en la ciudad vieja de Cartagena vive gente, uno la ve en los balcones de madera típicos andaluces. Cartagena no es un museo –¡puede ser un museo, además!–, pero antes que nada es una ciudad real. Cartagena es auténtica.

SEMANA: ¿A qué otras ciudades del mundo se le parece Cartagena?

M.Á.B.: Hay barrios de Sevilla que se le parecen, y en general en Andalucía, más que ciudades enteras, hay zonas donde encuentras ecos. Pero repito: Cartagena es especial porque es la ciudad más bonita de España, pero no hay ninguna ciudad en España conservada del siglo XVIII como Cartagena. Hay un libro muy bueno de Alfonso Múnera, historiador cartagenero y amigo mío, El fracaso de la nación, en donde cuenta que a fines del siglo XIX hubo una caída muy fuerte de la actividad del puerto de Cartagena y no hubo plata para destruir la ciudad y hacer una nueva, ¡afortunadamente! Es lo que ha ocurrido en España: las ciudades del siglo XVIII han sido renovadas, algún eco queda, por supuesto que sí, pero se ha destruido gran parte del legado arquitectónico-histórico para ser ciudades modernas. Pero, como ya dije, aquí no hubo plata para hacerlo, y así tenemos Cartagena, la vieja.

*Esta entrevista fue realizada en agosto de 2015 en Cartagena. Semana.com la reproduce tras el fallecimiento de Bastenier como consecuencia de un cáncer de riñón que lo aquejaba.