ARTE
Museo Nacional de Catar: La flor del desierto
El asombroso museo, en sí una obra maestra de la arquitectura, eclipsa al Louvre de Abu Dabi y suma un capítulo a la carrera en Medio Oriente por la atención del mundo del arte.
Después de años de planear y luego construir, Emiratos Árabes Unidos y Catar han inaugurado en un corto lapso dos de los museos más impresionantes del planeta. Al ya descrestante Louvre de Abu Dabi se suma ahora la joya de la corona de Catar: el Museo Nacional. En su acto de apertura, el creador de ambos espacios, el francés Jean Nouvel, aseguró que “la arquitectura es el testimonio de una época. Y este edificio es un testimonio del momento de Catar, un periodo poderoso que ha dado pie a fuertes mutaciones”. En efecto, el museo abraza las tradiciones y el legado del país y lo hace dialogar con sus cambios y su radical modernización. Solo verlo basta para apreciar la verdad de sus palabras.
Todo ello ratifica la vibrante escena artística de Medio Oriente, pero muy pocos ven en ella intenciones humanistas. De puertas para adentro, ambos países censuran aún a los artistas locales y en varios escenarios explotan a sus trabajadores. Ese hecho debería teñir su proyección internacional como territorios que apuntan a ilustrarse y abrirse al mundo. Pero así resulte cruel, las construcciones impactan a tal nivel que ocultan los problemas y abren la puerta al asombro.
Foto: Jean Nouvel A sus 73 años, el arquitecto francés entregó dos obras de nivel histórico. El Museo Nacional de Catar en Doha y el Louvre de Abu Dabi marcarán su legado. Getty Images.
En los últimos diez años, ambos países pusieron sus ojos y enormes sumas de dinero en hacer museos inolvidables pues conocen el impacto que generan estos espacios a nivel internacional. Bilbao tiene una cultura fuerte y una historia robusta, pero su espectacular Guggenheim, diseñado por Frank Gehry, marcó un antes y un después en su historia tras su apertura en 1997. Los museos fuera de lo común consolidan destinos más allá de lo turístico y suelen brillar con luz propia. Y este es el caso.
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Los edificios ya pasaron de los planos a la realidad y, como era de esperarse, han catapultado a la región como polo artístico. Esto resulta positivo si se considera que ofrece titulares distintos a los comunes en la región dedicados al derroche, a la represión, al fanatismo religioso y al terrorismo. La seguidilla de inauguraciones también corresponde a la competencia que libran los países del Medio Oriente por brillar más a los ojos del mundo y atraer más visitantes. A su favor, Catar ha logrado inaugurar su increíble museo y garantizar que miles de personas lo puedan visitar aprovechando su logro controversial: la Copa Mundial de Fútbol de 2022.
Oasis enfrentados
La avanzada empezó a materializarse en noviembre de 2017. Abu Dabi estrenó su Louvre, un museo que nació como parte de un convenio con Francia que le dejará 1.000 millones de euros a los europeos. Muchos calificaron el acuerdo como un envión neocolonialista y otros lo denunciaron como estrategia de ambos gobiernos para negociar armas. Pero más allá de conjeturas geopolíticas, el museo funciona en un impresionante edificio, diseñada por Nouvel, que alberga una colección absurda. Incluye una estatua del faraón Ramsés II, una hermosa escultura de luz del chino Ai Weiwei y en sus muros brillan Picasso, Van Gogh, Mondrian, Gauguin, Rembrandt, Vermeer, Monet y, claro, Leonardo da Vinci. Aunque no se trata del Salvator Mundi, el cuadro más caro del mundo que habían anunciado y del que ahora nadie da razón. (Ver recuadro).
Hasta hace días Abu Dabi parecía indestronable como el destino artístico de la región, pero Catar respondió. Abrió las puertas del Museo Nacional, en Doha, un espacio dedicado a narrar la historia del país. Es evidente que su colección de arte no es tan variada e internacional como la del vecino, pero el edificio en sí constituye su obra más impresionante. Con estas dos obras de enorme impacto internacional Nouvel, deja su mayor huella. Todo a los 73 años.
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La obra abraza y se fusiona con un viejo palacio atesorado por los cataríes. Y nació inspirada por la flor desértica que crece silvestre alrededor del palacio. Los expertos confirman que el museo catarí es una obra maestra. Jonathan Morrison no ahorra palabras en el diario The Times de Londres: “Una vasta pieza de iconografía nacional, puede fácilmente competirle a la Puerta de Brandenburgo o a la Torre Eiffel. Sin dudarlo, está al nivel del Guggenheim de Bilbao. El tipo de edificio que pone a una ciudad en el mapa, y que supera al último ejemplo de esto: el Louvre de Abu Dabi”.
Morrison, recuerda curiosamente, que en Reino Unido no recuerdan a Nouvel con cariño por las obras que ha dejado en Londres, criticadas hasta por el príncipe Carlos. Pero es una experiencia distinta observar la fastuosidad del espacio, que tardaron 18 años en construir a un costo de 660 millones de dólares, suma que, según quienes han visitado el lugar, las fotos no alcanzan a reflejar.
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El museo propone un trayecto cronológico de casi dos kilómetros para narrar la historia del país. Comprende tres capítulos. Comienzos empieza con fósiles de más de 400 millones de años y cubre la época previa a que los humanos habitaran la península. Las otras dos, La vida en Catar y Construyendo la Nación constan de 11 galerías que giran en torno al palacio reconstruido y también abordan el futuro inmediato, incluidas referencias al Mundial de Catar 2022. Pero claro, esto último no asombra tanto como la instalación de Jean-Michel Othoniel, que suma 114 fuentes de agua que evocan la caligrafía árabe. Y la escultura Gates of Sea, de la artista siria Simone Fattal, inspirada en los petroglifos y grabados encontrados en Al Jassasiya.
El jeque Tamim bin Hamad Al Thani inauguró hace días esta rosa del desierto marcada por discos, curvaturas y ángulos arriesgados, y por una museografía audaz y de alto nivel. Nouvel lo llamó una tipología de intersecciones. El diario The Guardian lo homenajeó al llamarlo una turba de platillos voladores, y destacó sus terrazas y ventanas. Cada quien se hace su propia opinión. Lo cierto es que, por sus características, obras así generan la opinión y el interés de quienes la conozcan.
La más costosa: ¿perdida?
El paradero de Salvator Mundi, la obra atribuida a Da Vinci que en 2017 alguien compró por 450 millones de dólares, es un verdadero misterio.
Foto: Getty Images
Pocos días después de la millonaria subasta del cuadro de Leonardo da Vinci (así muchos aún pongan en duda su autoría), el Departamento de Cultura y Turismo de Abu Dabi anunció que haría de la obra la joya de su Louvre. Pero en septiembre de 2018, cuando había anunciado su llegada al museo, nada sucedió. Desde entonces no hay razón del paradero de la obra de 66 x 45 centímetros y mucho menos de las condiciones en las que permanece.
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En las últimas semanas han tomado vuelo rumores según los cuales lo compró el gobernante de facto de Arabia Saudita, el príncipe Mohamed bin Salmán. Lo habría hecho con un intermediario, su pariente el príncipe Bader bin Abdullah bin Mohammed bin Farhan al-Saud. Se especula además que, al contrario de lo que expresó en un comienzo, el gobernante saudí decidió no prestárselo a Catar y quedarse con él. El diario The New York Times asegura que, después de la subasta en la casa Christie’s de la Gran Manzana, en 2017, el misterioso comprador la habría enviado a Europa a una revisión en Zurich. Pero este pro cedimiento nunca tuvo lugar y desde entonces nadie conoce con certeza su paradero.