CULTURA
El Petronio Álvarez: paz, marimba y 'arrechón'
Este domingo en Cali más de 120.000 personas ondearon pañuelos blancos como banderas de paz al son de la música del Litoral Pacífico.
Entre marimba, sabor y tambores cerró la XIX edición del Festival Petronio Álvarez en Cali. Del 10 al 16 de agosto la ciudad fue el epicentro de la cultura del Pacífico: un deleite musical acompañado de artes, comida y vestimentas tradicionales. Chirimía, violines caucanos, versión libre y marimba son los cuatro ritmos con los que músicos de Nariño, Cauca, Valle y Chocó vinieron una vez más a sacudir a la capital del Valle.
Los asistentes tuvieron contacto con la fuerza particular de los músicos de la región, y se dejaron llevar por percusiones y bebidas afrodisiacas. Se toma desde viche y toma seca, hasta tumba catre caigamos juntos y arrechón –alcoholes típicos a base de plantas y caña de azúcar– y se baila sin parar. El viche lo traen por los ríos, ya preparado y en damajuanas (grandes recipientes de vidrio), y lo envasan en Cali donde es vendido durante el festival.
Los músicos del Pacífico viajan cada año a presentar lo mejor de su repertorio, desde Potosí hasta Cartago, pasando por Ipiales y Barbacoas (Nariño), Santander de Quilichao, el Tambo y Timbiquí (Cauca), San José del Palmar, Itsmina, Bahía Solano y Acandí (Chocó), Buenaventura, Jamundí, Yotoco, Buga y El Cairo (Valle).
Para algunos llegar a su destino es una travesía. Muchos viajan en canoa, remontando los ríos del Pacífico hasta llegar al puerto de Buenaventura, desde donde tiene que recorrer largos trechos para remontar hasta Cali y encontrar un lugar de alojamiento. Y la odisea puede durar más de 24 horas para los que vienen del sur. A veces las municipalidades les ayudan con los gastos del viaje, pero no siempre es el caso, y se le suma la dificultad de las familias que vienen a apoyar a sus allegados.
El festival funciona como un concurso y este año los ganadores del primer lugar en las distintas categorías grupales fueron ‘Dejando Huellas’ en Violines Caucanos, ‘Semblanzas del río Guapí’ en Marimba, ‘Son Familia’ en Chirimía y ‘La Jagua’ en Versión Libre, además de los vencedores en las modalidades individuales.
El Petronio está cargado de reivindicaciones, de memoria y alegría; y sus cantaoras, cocineros, y bailarines están ahí para recordar de dónde venimos y para enaltecer las raíces. Detrás de esta manifestación cultural hay miles de historias y la primera es el recuerdo orgulloso de los orígenes afro colombianos del Pacífico.
Más allá de la fiesta y la gozadera –o el corrinche–, la música está hecha de narraciones: de amor, pero también de exclusión, de desplazamiento y de dolor, y sin embargo el son es alegre y los cantos están llenos de esperanza. En esta edición durante el día de apertura se le rindió homenaje a Tumaco y durante toda la semana los asistentes ondearon pañuelos blancos como banderas de paz.
La apertura cultural del Petronio
Medardo Arias nació en Buenaventura. Escritor y periodista, este conocedor de la cultura afro colombiana y ganador del premio nacional de periodismo en 1982 ha sido jurado del Petronio en dos ocasiones, festival que ha impulsado con fervor. Arias habló con Semana.com sobre el impacto del Petronio como instrumento para visibilizar la música del Pacífico y sobre la música misma.
A diferencia de la música caribeña que por estar del
lado del Atlántico es más conocida, pues el mestizaje y la apertura
fueron más activos, en el Pacífico hay una infinidad de ritmos desconocidos por el público.
Desde el bambuco viejo que ahora llaman currulao, la bámbara negra, el abosao y el berejú hasta los alabaos. “Las músicas del Pacífico proceden del agua, ya sea del mar o del río y los alabaos del Pacífico son cantos lastimeros que son el equivalente del blues”, contó Arias.
“El montu africano es igual en todo el mundo pero tiene vertientes en las distintas regiones. La cultura negra que se genera alrededor del rio Mississipi en Estados Unidos es muy similar a lo que tenemos en Colombia”, añadió. Los temas, por ejemplo, giran alrededor de las mismas nostalgias cotidianas: “cantos melancólicos a la lluvia, al amor que se fue, a la tristeza por la canoa rota”.
El festival nace como un instrumento para rescatar saberes ancestrales, dar a conocer ritmos tradicionales y “fortalecer los vínculos del valle geográfico del río Cauca con el litoral del Pacífico”, y ha ido evolucionando hasta volverse un evento masivo y multicultural. Según Arias, como ocurrió en Brasil con la cultura afro y en Andalucía con los gitanos, en el Valle hay un fenómeno que ha venido desarrollándose en los últimos años, y es que la cultura del Pacífico ha empezado a permear la región.
Tan es así que la plaza contigua a la alcaldía de Cali, inaugurada por el alcalde Rodrigo Guerrero Velasco, se llama hoy ‘Jairo Varela’ –figura que no siendo caleña sino chocoana y afro fue homenajeada con una de los escenarios públicos más destacados de la ciudad.
Hoy en día gracias al trabajo de muchos actores se ha logrado romper con una cultura de exclusión y racismo muy arraigados. Arias habló de un ‘neocolonialismo a la inversa’, y precisó que hace unos años era impensable que se tomaran los alcoholes ‘afrodisiacos’ del Pacífico abiertamente por las calles de la ciudad.
Contó también que en grandes dosis el viche (este aguardiente artesanal equivalente del ron pitorro de Puerto Rico que entierran y sacan después de un mes para agregarle todo tipo de hierbas) tiene propiedades alucinógenas, como el mezcal, y que a Buenaventura llegaban lanchas con heridos de machete porque las fiestas en los pueblos se salían de control. Otra particularidad del Petronio es que se evidencia toda la connotación erótico sexual de las tradiciones afro, ya sea a través de la comida, de las bebidas o de la música y del baile.
Los gestores del festival, Germán Patiño, la hija de Petronio; Juana Álvarez y Medardo Arias se inventaron un evento sencillo con la idea de sacar a la música del Pacífico de ese marasmo tradicional, e invitaron una serie de músicos como Hugo Candelario para que hicieran arreglos y fusiones. Su creación se llamó ‘Cununo 2000 Pacificanto’ y tuvo el apoyo de Germán Villegas, quien era gobernador del Valle.
“Al principio la asistencia fue poca, nadie sabía eso con qué se comía, pero salió bien”, le contó Arias a Semana.com. Esa iniciativa se transformó en lo que hoy es el Petronio. Veinte años después se ha hecho un gran trabajo para rescatar saberes ancestrales y dar a conocer estos ritmos, pero según Arias, “habría que hacer una apertura aún mayor”.
El folclor es cosa seria
Y es que el folclor que se enaltece en esta ocasión es cosa seria. Maura Caldas, una maestra de la cocina pacífica que lleva décadas promoviendo los saberes de la región, le contó a Semana.com que logró que Juan Manuel Santos le pidiera disculpas en público por utilizar el adjetivo ‘folclórico’ de manera errada. “Sin folclor no hay nada. Algunas personas lo usan de manera despectiva, para hablar de algo ‘menor’, poco ‘serio’, y es falso. ¡Lo folclórico son las raíces, la base de todas las culturas!”, dijo.
Esta mujer de rasgos indígenas y sonrisa grande habla con firmeza, y desparpajo y reivindica como muchas lo que es suyo: el sabor y la tradición. Pero lo hace sin olvidar que queda mucho camino por andar.
Como las reivindicaciones del festival son joviales, el riesgo es que eso que le da un encanto tan particular a la música sea un arma de doble filo y los mensajes se diluyan en el fervor ambiente. El festival debería ser el pretexto para hablar de la situación de las poblaciones afro colombianas, no sólo del Pacífico, sino del país en su conjunto, y un recordatorio constante de esta necesidad cuando callan las marimbas.
Un balance positivo
En todo caso el balance de esta XIX edición del Petronio fue positivo y los esfuerzos entusiastas del alcalde Rodrigo Guerrero y de la Secretaria de Cultura y Turismo, Maria Elena Quiñones, y su equipo, dieron sus frutos. Con más de 500.000 visitantes a lo largo de la semana del festival, el evento se desarrolló con una calma sorprendente: “sin ningún episodio de violencia reportado hasta el momento”, informó la Secretaría. Y no sólo eso, pues es también un escenario que le ha permitido crecer a la ciudad a nivel social, económico y turístico, afirmó Óscar Guzmán, director ejecutivo de Cotelvalle. Según datos de esa entidad la apertura a nivel internacional creció, pues el 19% de los visitantes hospedados en Cali fueron huéspedes internacionales y el 82% nacionales.
Lo que comenzó como un festival de y para afrodescendientes de la región hoy es un evento masivo en donde el público se ha ido diversificando cada vez más. Si algo queda claro es que el festival es una vitrina para seguir afirmando esa identidad étnica y racial desde la ciudad con la mayor población afro de Colombia, y la segunda de Suramérica después de Salvador de Bahía en Brasil.
El año entrante se cumplen dos décadas desde su fundación y ya se está hablando de crear una corporación aparte para manejarlo: “el Petronio se creció y se desbordó y ya es un festival que amerita trabajo de todo un año pues ya miles de personas se reúnen para agitar sus pañuelos al son del Litoral. Y no solo afrodescendientes”, afirmó Medardo Arias. Por otro lado, el presidente Santos ha prometido darle a Cali un ‘bailódromo’, y ya se comienza a hablar hasta de un ‘petródromo’ para este, el festival afro más grande de América.
El melómano, periodista y escritor, Juan Carlos Garay, le contó a Semana.com que a sus ojos el festival va muy bien y que ha permitido generar eventos complementarios como el Mercado musical del Pacífico y espacios a nivel de rumba y de fiesta refrescantes, que permiten apreciar la música del Pacífico de otra manera. “Creo que Germán Patiño debe estar en su cielo de tambores muy orgulloso de lo que ha pasado con ese festival que se inventó”, concluyó Garay.