DEBATE

Plagio: la tentación de fusilar

Dos escándalos recientes de periodistas destacados reabren la interminable discusión sobre copiar material ajeno. ¿Qué lleva a reconocidos y experimentados intelectuales a apropiarse del material de otros autores?

18 de agosto de 2012

La mayor —y más peligrosa— tentación que tienen los intelectuales es plagiar. Así quedó claro con dos asombrosos casos recientes. El primero involucra a Fareed Zakaria, editor de la revista Time, columnista del Washington Post y analista de cnn. El periodista de origen indio ha recibido además varios premios y títulos honoríficos y es miembro del comité académico de la Universidad de Yale. Por su brillante trayectoria nadie podía creer el escándalo en que se vio envuelto, cuando se descubrió que había plagiado a una colega. En una columna de Time sobre el lobby de la industria de las armas ante el congreso de su país, Zakaria tomó argumentos, citas y referencias casi idénticas de un largo reportaje publicado por la profesora Jill Lepore dos meses atrás en la revista The New Yorker.

La evidencia de la copia es tan obvia que Zakaria ni siquiera intentó defenderse. "Tienen razón. Cometí un error terrible. Es un grave fallo y es una falta por mi parte. Le pido perdón a ella -Lepore-, sin reservas, a mis editores en 'Time', y a mis lectores", dijo el periodista en un comunicado, pero no dio mayor explicación de sus motivaciones. Por ahora, la revista suspendió su columna y cnn canceló su programa mientras se aclara la situación. No se sabe todavía si habrá consecuencias legales.

El otro caso reciente involucra a Jonah Lehrer, periodista de The New Yorker, experto en ciencia y tecnología. El escritor, que estudió neurociencia, literatura y filosofía publicó a principios de año Imagine: How Creativity Works, un libro —paradójicamente— sobre los procesos creativos. El 30 de julio la revista Tablet publicó un artículo escrito por Michael C. Moynihan, en el que denunciaba que en el libro había varias citas inventadas del músico Bob Dylan. Y no sólo eso: también sostenía que Lehrer se había atribuido material de otros medios en su blog. De nuevo, el acusado no tuvo más remedio que aceptar: "Las mentiras se acabaron. Entiendo la gravedad de mi situación y quiero disculparme con todas las personas que he defraudado", escribió en su carta de renuncia a The New Yorker, una publicación famosa por su rigor en la verificación de datos.

Estas situaciones son comunes en medios de comunicación. Algunas son muy famosas, como la de Janet Cooke, quien recibió en 1981 el premio Pulitzer por un reportaje en The Washington Post sobre un niño de ocho años adicto a la heroína. Después de un tiempo se descubrió que el personaje principal de El mundo de Jimmy no existía: Jimmy era la suma de varias historias que la periodista había sintetizado. Cooke devolvió el premio.

Otro escándalo fue el de Stephen Glass, brillante editor de la revista The New Republic. Un colega suyo descubrió en 1998 que de los 41 artículos que Glass había publicado en la revista 27 eran absolutamente inventados. En 2003, Jayson Blair fue despedido de The New York Times por plagiar artículos de otros medios. Blair fue despedido y el diario se disculpó en primera página.

Breve historia de la originalidad

El plagio ha sido eterno compañero de cualquier actividad intelectual, pero no siempre ha sido mal visto. En varios períodos de la historia, el Renacimiento por ejemplo, el valor de una obra de arte dependía de que fuera una buena reproducción de un clásico. Durante mucho tiempo las obras literarias no se firmaban y el concepto de autor nació en el siglo XIX.

Uno de los primeros en hablar del tema del plagio fue el filósofo francés Michel de Montaigne quien escribió un ensayo titulado De los libros, en el que cuenta que tomaba fragmentos de otros autores sin ningún pudor. En un extraordinario libro publicado en 2007, el estadounidense Jonathan Lethem hace una revisión histórica del fenómeno. En Contra la originalidad o el éxtasis de las influencias, recuerda casos de grandes artistas que se han inspirado en otras fuentes. Uno de los más interesantes es el de, justamente, Bob Dylan. Lethem sostiene que el músico ha hecho su carrera a partir de la mimesis: su música es una reunión de referencias a la literatura, el cine o incluso a otra música. Luego cita a Nabokov, a Shakespeare, a T.S.Eliot, a Borges y a otros grandes que han tomado el mismo camino: beber de diferentes fuentes para enriquecer su proceso creativo.

Esto siempre ha ocurrido. Georges Perec reveló, en 1965, que su novela Las cosas tenía párrafos enteros sacados de La educación sentimental de Gustave Flaubert. Perec hizo la confesión mientras recibía el premio Renauldot, justamente por esa novela. Su explicación fue muy simple: no sólo quería escribir como el autor de La educación sentimental, quería convertirse en Flaubert.

El mundo hispanoamericano no ha sido ajeno al tema. Hay casos muy sonados, como el de Alfredo Bryce Echenique quien fue acusado de plagiar a varios autores. La gran carrera del novelista peruano quedó manchada cuando no pudo defender el hecho de que muchas de sus columnas eran copias idénticas de otros textos. Arturo Pérez Reverte, el escritor español más vendedor en la actualidad, fue denunciado por el guionista Antonio González Gil de replicar el argumento de una de sus películas. Hace unos meses el profesor de la unam y escritor mexicano Sealtiel Alatriste, se vio envuelto en una investigación por supuesto plagio en su más reciente libro. El caso degeneró en un amargo debate entre los más reconocidos intelectuales mexicanos.

Colombia tampoco ha sido la excepción. Hace unos años se habló mucho de la profesora de literatura Luz Mary Giraldo, quien fue denunciada penalmente por una alumna por publicar un artículo con fragmentos de su tesis sin darle crédito. También es recordado el caso de tres profesores de la Universidad de Caldas, Josefina Quintero, Pablo Emilio Gómez y Raúl Ancízar, quienes fueron acusados en 1997 de robar propiedad intelectual. Aparentemente, los tres profesores copiaron un libro de otro académico, Luis Enrique Orozco Silva, y lo publicaron bajo su nombre.

También está fresca la historia que analizó la revista Arcadia, en su edición de julio, sobre el supuesto plagio del joven escritor Joseph Avski al cronista Alberto Salcedo Ramos. La directora de la revista y autora del artículo, Marianne Ponsford, sostuvo que, más allá del chisme, el tema ameritaba una reflexión profunda. "Vivimos todavía una época en que el autor es importante como mercancía pero, lentamente, la idea del anonimato o de la creación colectiva sí ha cobrado más protagonismo en las artes", escribió.

Impulso peligroso

La pregunta obvia es, desde luego, qué conduce a autores con experiencia a copiar descaradamente. Es imposible que un profesional con la trayectoria de Zakaria copiara un artículo reciente de The New Yorker —uno de los medios más leídos del mundo— sin sospechar que sería descubierto. Algunos creen que los intelectuales se ven obligados hoy a estar presentes en todo tipo de medios y eso los lleva a reciclar material para ahorrar tiempo. También es posible que en una época en la que la información circula libremente y no es muy claro a quien pertenece, está muy latente el impulso de apropiarse de ella. Para algunos la academia ha sido la culpable, al promocionar entre las nuevas generaciones los conceptos de palimpsesto, hipertextualidad o influencia.

El debate está lejos de terminar. En su brillante análisis, Lethem sostiene que el arte no es más que una apropiación e interpretación de manifestaciones anteriores y que la absoluta originalidad, como tal, no existe. Pero que eso no le resta ningún mérito. El problema es de quienes quieren apropiarse de las ideas para siempre. "El plagio y la piratería son los monstruos que nosotros los artistas aprendemos a temer, ya que acechan en los bosques que circundan nuestros muy pequeños cotos de renombre y remuneración". Por cierto, en el último capítulo Lethem revela que todo su libro fue armado con fragmentos tomados de otros libros y que ninguna palabra es de su autoría. Una idea, sin duda, muy original.