Teatro
Que nadie olvide a ‘La siempreviva’
Después de 12 años, el teatro El Local le puso punto final al montaje de 'La siempreviva', basado en los trágicos episodios del holocausto del Palacio de Justicia.
El actor, dramaturgo y novelista Miguel Torres, fundador del teatro El Local, tiene clarísimo lo que ocurrió en esta década larga en la que trabajó en el montaje de La siempreviva: vivió 12 años, 25 temporadas, 600 funciones y seis festivales internacionales, con Lucía, Julieta, Humberto, Sergio, Victoria, don Carlos y el doctor Espitia. Siempre tuvo claro el momento de devolverles sus libertades a esos solitarios que tratan de sobrevivir al holocausto del Palacio de Justicia. Y ese momento llegó.
SEMANA: Es fácil pensar, cuando se oye que 'La siempreviva' no se presentará más en la casa de la 11 con segunda, que ese patio va a quedar lleno de fantasmas.
Miguel Torres: Pues la verdad es que aquí, en El Local, hay una fantasma traviesa que más de uno asegura haber visto: esconde los objetos, desprograma la consola de luces y le echa cerrojo a la puerta del zaguán los fines de semana, lo cual obliga a que hayamos tenido que entrar por los tejados algunos lunes. Los teatros son universos poblados de fantasmas. Son los fantasmas de los personajes de las obras.
SEMANA: ¿Cómo nació 'La siempreviva'?
M.T.: Ese miércoles 6 de noviembre de 1985 yo estaba en el noveno piso del edificio Santo Domingo, en la carrera 7 con calle 12. Primero escuchamos disparos aislados y vimos que abajo la gente se había detenido y miraba hacia la Plaza de Bolívar. Cuando bajé a la séptima, oí que alguien decía: "Algo grave está pasando en el Palacio de Justicia". Ahora la gente corría en desbandada. Los automóviles desaparecían velozmente de las calles. Mientras me desplazaba hacia el norte, vi los tanques del Ejército avanzando por la séptima. Llegué como pude a mi casa, en el barrio de La Macarena, y allí me enteré de lo que estaba sucediendo. Al día siguiente me prometí que algún día haría algo sobre esta tragedia. En 1992, Colcultura abrió una convocatoria de becas para nuevos montajes y cuando el proyecto resultó favorecido, comencé a investigar. Escribí más de una docena de versiones hasta consolidar la dramaturgia definitiva. La obra se estrenó en agosto de 1994 y el texto es el mismo desde entonces.
SEMANA: ¿Qué dramaturgo tuvo en la cabeza a la hora de crear 'La siempreviva'?
M.T.: Los aportes dramatúrgicos llegaron por los lados del M-19, de la angustiosa incertidumbre de los familiares de los desaparecidos, de Cristina del Pilar Guarín Cortés, la muchacha desaparecida representada por el personaje de Julieta Marín, de los magistrados sacrificados, de todas las víctimas del holocausto, de la pasmosa actitud del presidente Belisario Betancur, de la brutal arremetida del general Miguel Vega Uribe y de los militares que se lanzaron a la retoma del Palacio a sangre y fuego en un acto de barbarie que el país no olvidará jamás.
SEMANA: ¿Cuál ha sido la noche más memorable de 'La siempreviva'?
M.T.: Carmenza Gómez y Carmenza González alternan el personaje de Lucía, la madre. Hace dos años, al finalizar la temporada de noviembre, tenía que decidir cuál de las dos actrices haría la última función. Como las dos querían hacerlo, alterné las madres por escenas. Fue una experiencia memorable que el público premió con una larguísima ovación.
SEMANA: ¿Qué recuerdos le deja el montaje de 'La siempreviva'?
M.T.: Las anécdotas son incontables. Citaré una: hace años hubo un invierno tan terrible y había tantas goteras en la casa, que tuvimos que reunir una buena cantidad de paraguas para repartirlos entre los espectadores. La imagen del público sentado, viendo la obra con los paraguas abiertos bajo un techo lluvioso, era una imagen surrealista, absolutamente teatral, que competía con aquellas que mostraban las escenas.
SEMANA: El guión ganó el premio nacional en 1999: ¿filmar la película de 'La siempreviva' será una manera de dejar descansar a esos fantasmas?
M.T.: Como siempre, somos los artistas, antes que los gobernantes y los políticos, los que removemos los escombros de las catástrofes históricas que han sacudido a Colombia. La película, en el caso de que se haga (y eso espero), será una manera de prolongar la relación que ha establecido la obra de teatro con el público colombiano sobre la tragedia del Palacio de Justicia. Lo que prevalece hasta ahora es la impunidad absoluta. El juicio histórico sigue en veremos.