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RAFAEL HUMBERTO MORENO DURAN

Los 60 fueron aprendizaje del escepticismo

8 de junio de 1998

El escritor colombiano Rafael Humberto Moreno-Durán no sólo es uno de los intelectuales más prestigiosos del país, sino que fue testigo de excepción, desde las aulas de la Universidad Nacional, de aquel movimiento estudiantil que llegó a su clímax en mayo del 68. Una de sus obras cumbres,FeminaSuite, trilogía de novelas reeditada recientemente por Alfaguara, es una aproximación al fenómeno y, de alguna forma, un documento premonitorio sobre lo que iría a suceder tiempo después con su generación. A propósito de la conmemoración de los 30 años de mayo del 68, SEMANA dialogó con él.
Semana: ¿Cómo y quiénes dieron inicio al fenómeno de los 60?
Moreno-Durán: En todos los casos, los 60 surgen en la universidad entre personas nacidas poco después de la Segunda Guerra Mundial: escritores, artistas, pensadores, que no creen en las ideologías porque han nacido al día siguiente del inicio de la era atómica. Para mí los 60 fueron un aprendizaje del escepticismo.
Semana: Desde el punto de vista literario, qué acontecimientos desatan el movimiento que culminará con mayo del 68.
M.D: En enero del 60 suceden dos cosas importantes. La muerte de Albert Camus y la publicación de un prólogo de Jean Paul Sartre para el libro de Paul Nizan, Aden Arabie, recuperado por el pensador francés. En ese prólogo Sartre hace una de las primeras autocríticas sobre su generación, que servirán de ejemplo a la Juventud.
Semana: ¿Y en Colombia?
M.D: Intelectualmente nuestra generación se sintió identificada, sobre todo, con dos libros de Camus. Primero con El hombre rebelde, de los años 40, y segundo con Los justos, obra sobre los terroristas rusos de finales de siglo pasado que además eran estudiantes. El libro fue tan extraordinario que podemos verlo identificado en la representación de la obra en la Universidad Nacional, uno de cuyos principales papeles lo interpretó Alvaro Fayad.
Semana: ¿Qué anunciaba la generación de los 60?
M.D: Su incredulidad frente al sistema político occidental. La lucha este-oeste, el dilema izquierda-derecha. Fuimos los primeros, masivamente, en asumir una actitud contra las ideologías.
Semana: Pero en Colombia todos eran de izquierda...
M.D: Lo que pasa es que en algunas culturas, como la nuestra, era un movimiento dirigido por gente de la izquierda, pero una izquierda al margen del Partido Comunista. Los partidos comunistas fueron vetados tanto en París como en México. Es más, en París el Partido Comunista se puso del lado de la derecha. Por esos días había un grafito en las calles de París que decía "se debe estar a la izquierda pero no más a la izquierda que el corazón". Esa frase la reprodujo en la Universidad Nacional el poeta Evtushenko, quien fue mejor recibido que Pablo Neruda, quien era abiertamente de izquierda.
Semana: ¿Su trilogía de novelas Femina Suite intenta ser un documento histórico sobre los 60?
M.D: Es más bien una recuperación a través del análisis o de la nostalgia para ver quiénes éramos en mayo del 68.
Semana: ¿Y por qué a través de la figura femenina?
M.D: Porque suceden hechos trascendentales. Los 60 empiezan con la aparición de la pastilla anticonceptiva y la liberación abierta. En el 65 se inventa la minifalda. Parece una frivolidad, pero es una forma de liberación del pudor de los 50. En los 60 también aparece la más reaccionaria de las encíclicas, la Humanae Vitae, que condenaba la píldora. Y entre nosotros surgió una crítica social importante que se llamó la Ley Cecilia, que regulaba la paternidad responsable, a favor de la mujer. En esa década surge orgánicamente el primer movimiento feminista y es la época en la cual la promiscuidad era democrática.
Semana: Usted parece dividir los gustos de la juventud de su época entre el placer y el entusiasmo político...
M.D: Es que todo ese movimiento fue un enorme debate entre el principio de la realidad, es decir el compromiso, y el principio del placer. Los que asumieron el principio de la realidad, la mayoría están muertos o son yupies. Los que elegimos el placer estamos vivos a veces sin darnos cuenta y optamos por la literatura, el cine y el teatro. Hubo escepticismos y optimismos de todo orden. Los que se fueron a la guerrilla eran optimistas, creían en un cambio. Los que nunca hemos votado y nos fuimos del país, éramos escépticos. Muchos de estos optimistas pagaron su optimismo con esa forma de utopía que es la muerte revolucionaria.
Semana: Y sus amigos, muchos murieron...
M.D: No sólo murieron sino siguen muriendo por ser fieles al principio de la realidad, o sea al principio de que hay que defender los derechos humanos, al humilde, de que no hay que aburguesarse. Matan a María Arango y un día después a Eduardo Umaña. Duré 15 años por fuera y al regresar encontré que muchos de mis compañeros estaban muertos. Y además descubro que varios de mis profesores murieron en el Palacio de Justicia.
Semana: ¿Después de 30 años usted sigue siendo un escéptico?
M.D: Cuando yo era adolescente creía en casi todo. Entonces se dio un proceso de descreimiento. Dejé de creer en Dios, dejé de creer en el poder y en la historia. Y hubo un momento en que sólo creí en la literatura y el amor, es decir, en la mujer. Ahora, mi último descubrimiento es que en el actual ajedrez de mi vida dama mata a libro.