CINE
Steve Jobs
Con diálogos chispeantes y actuaciones convincentes, esta biografía del fundador de Apple muestra cómo en una persona pueden convivir la genialidad y los impulsos antisociales. ???1/2
Título original: Steve Jobs
Año: 2015
País: Estados Unidos
Director: Danny Boyle
Guion: Aaron Sorkin, basado en el libro de Walter Isaacson
Actores: Michael Fassbender, Kate Winslet, Seth Rogen
Duración: 122 min
Esta es la segunda película en la que el guionista Aaron Sorkin explora el mundo de los gurús informáticos que le han dado un vuelco a nuestra forma de existir y relacionarnos. En La red social, dirigida diestramente por David Fincher en 2010, retrató el surgimiento de Facebook como el logro de un tipo brillante pero poco carismático y acá, para contrastar, se centra en una figura intensamente magnética. Pero Zuckerberg y Jobs tienen algo en común: ser terribles seres humanos.
En ambas películas, los diálogos de Sorkin son una maravilla, rápidos, efervescentes y cargados de información. Aunque sus protagonistas resultan tener bajos niveles de empatía, lo que sale de sus bocas los hace ver como una especie de iluminados, tipos espontáneamente lúcidos que hacen de cada conversación un pequeño partido de ping-pong verbal, un duelo de mentes extraordinarias, un espectáculo de ocurrencias y contraocurrencias.
Estructuralmente Steve Jobs retrata la antesala de tres lanzamientos importantes en la vida del creador de Apple: el del Macintosh en 1984; el de la empresa Next, que fundó tras ser despedido de Apple, en 1988; y el del iMac, en 1998, que marcó su retorno.
Los participantes en estas sesiones de fogueo verbal son Jobs (interpretado intensa y convincentemente por Michael Fassbender) y su asistente Joanna Hoffman (Kate Winslet), con intervenciones ocasionales de compañeros de trabajo o familiares.
Los tres momentos le dan a la película un arco dramático que va de la euforia inicial, pasando por un exilio agridulce hasta llegar al regreso triunfal, escenarios en los que el Jobs de Fassbender demuestra tener una personalidad rica que pasa fluidamente de insoportable a irresistible, de tirano a seductor, de víctima a monstruo.
A diferencia de la versión biográfica realizada hace un par de años, donde Jobs fue torpe y hasta cómicamente interpretado por Ashton Kutcher (quien físicamente se le parece más), el personaje central acá es creíble y, en cierto sentido, aterrador gracias a esas dualidades.
“No tenemos tiempo de ser respetuosos”, dice al comienzo, como excusando sus atropellos por la presión del tiempo. Pero no es solo cuestión de afanes, lo que la película da a entender es que sus explosiones y maltratos están anclados en una combinación tóxica de factores: un perfeccionismo asfixiante, una fe absoluta en sus intuiciones, una búsqueda de control total y una obsesiva atención al detalle.
“Control punta a punta”, es una especie de mantra que repite Jobs, insistiendo en que Apple ofrezca un sistema cerrado en contravía de los impulsos libertarios de otros participantes en la revolución digital.
Es una posición que tiene elementos tanto estéticos como políticos, y cuyo triunfo podemos ver cada vez que en una sala oscura de cine notamos la lucecita distractora de un aparato manejado por un pequeño tirano, un Steve Jobs en miniatura, que decide ponerse a chatear porque sí, porque tiene el control ‘punta a punta’ de su vida. ¿Y los demás? Nada, de malas los demás.n