VIAJE A LA MEMORIA

Con la restauración de sus principales valores arquitectónicos, Medellín recupera su historia.

29 de diciembre de 1997


Paralelo al boom del metro y a un desaforado desarrollo vial y urbanístico que la proyectan al futuro, Medellín ha decidido mirar hacia atrás para buscar entre sus viejos ladrillos algo del esplendor de las antiguas edifi-caciones de la ciudad. Se trata de un auge restaurador originado en la década de los 80 que pretende preservar los monumentos arquitectónicos que han sobrevivido al impacto del tiempo y los cambios de la urbe. Estas edificaciones son los últimos vestigios del proceso urbanizador de principios de siglo, época que marcó decididamente el rostro de Medellín gracias a la acumulación de capitales en cabeza de algunos comerciantes en el período de la industrialización paisa.
Casi sin darse cuenta los medellinenses se han encontrado con el rostro rejuvenecido de varios de los símbolos más descriptivos de esa época crucial en la arquitectura de esta ciudad. La iglesia de La Candelaria, ubicada en uno de los costados de la Plaza de Berrío. El puente Guayaquil, sobre la arteria del río Medellín. El edificio de San Ignacio y el Paraninfo. El Edificio de la Cultura en la vieja gobernación y el Palacio Municipal, antigua sede de la Alcaldía, son solo algunos ejemplos de lo que un grupo de arquitectos restauradores, con ayuda de los dineros aportados por la subdirección de Monumentos Nacionales de Invías, están haciendo por la preservación de este legado.
En Antioquia cerca de 70 edificaciones están en proceso de ser declaradas monumentos nacionales, y de éstas 21 están localizadas en Medellín. Todos estos edificios necesitan ser evaluados para poder establecer exactamente cuál es su estado. La subdirección de Monumentos Nacionales de Invías donó a la gobernación un valioso lote contiguo al centro comercial San Diego, con cuya venta se obtendrán los 5.350 millones de pesos que se piensan destinar al mantenimiento de los monumentos. Entre los municipios favorecidos están Medellín, Montebello, Amagá, Heliconia, Barbosa, Cisneros, Jardín, Santa Fe de Antioquia y Titiribí. Entre las inversiones más relevantes se encuentran 550 millones para el edificio de San Ignacio de la Universidad de Antioquia, 650 millones para la catedral de Villanueva, 500 millones para la facultad de medicina de la Universidad de Antioquia, 200 millones para el Palacio de la Cultura Rafael Uribe Uribe, 160 millones para la capilla de Sabaletas en Montebello, 250 millones para la catedral de Santa Fe de Antioquia y 200 millones para el circo-teatro en Titiribí.
La mayoría de las obras de intervención han sido realizadas por la Fundación Ferrocarril de Antioquia, pionera en este esfuerzo por conservar la memoria arquitectónica de los monumentos. Con Alvaro Sierra a la cabeza, como pulmón de un equipo humano profesional y comprometido con la labor, abrió la brecha del escepticismo con la restauración de la Estación Medellín, casi totalmente destruida por el vandalismo y el tiempo.
Pese al auge creciente por conservar el patrimonio existen dos mitos que se están derrumbando a medida que crece la experiencia. Uno de ellos es el fundado en la creencia de que restaurar es demasiado costoso. Sobre este particular la restauradora Clemencia Wolff Idárraga, quien hace más de ocho años se encuentra sumergida en el tema, asegura que resulta mucho más barato restaurar que construir una obra nueva, "y eso sin contar el intangible que significa la recuperación del patrimonio artístico e histórico". En sus manos estuvo la restauración del Paraninfo de la Universidad de Antioquia, construido en 1913 y casi destruido por las humedades y los daños estructurales del edificio donde se encuentra. En estos momentos están en plena restauración de otro de los claustros del mismo edificio que, como el mismo Paraninfo, se destinará a la enseñanza superior y a la academia. A precios de hoy, Clemencia calcula que en la restauración de esta obra se han invertido 500.000 pesos por metro cuadrado, "prácticamente precio de bodega nueva".
El otro mito afirma que las restauraciones son lentas y requieren mucho tiempo. Al respecto Alvaro Sierra Jones está de acuerdo con Clemencia en el sentido de que esto no es cierto. "El problema es únicamente de plata. Generalmente lo que pasa es que se recibe un aporte parcial y cuando se acaba es preciso suspender la obra hasta que vuelva a resultar otro aporte. Así es muy demorado construir".

De espaldas
Lo curioso es que cuando se presenta un repunte indiscutible del interés por restaurar el gobierno departamental no muestra una clara voluntad de acompañar este empeño. Este mismo año la gobernación de Antioquia, en un ánimo reorganizativo que incluía recorte, suprimió definitivamente el Taller de Restauración que operaba en la entidad desde 1988. Allí compartían la misma vocación una arquitecta restauradora, un antropólogo, un químico y un experto en inventarios. Por sus manos pasaron 311 obras y se hizo la mayor parte del inventario patrimonial. De ese equipo solo queda Gustavo Vives, quien en 14 años ha reunido un conjunto de 5.000 fichas de lo que es el patrimonio antioqueño. En cada una de las tarjetas se especifican detalles y fotografía de cada uno de los muebles e inmuebles del departamento. Y esto es lo que se conoce después de inventariar 30 de los 125 municipios antioqueños. "Con lo que se ha descubierto hasta ahora y lo que falta por descubrir se escribiría una nueva historia de Antioquia", asegura Gustavo Vives.

Corrientes
En esta búsqueda de su identidad urbana los líderes del movimiento recuperador paisa lo integran distintas corrientes. Los restauradores profesionales Alvaro Sierra y su Fundación Ferrocarril de Antioquia y Clemencia Wolff, que por su escuela florentina defienden la práctica ortodoxa de la recuperación. Cada uno con su equipo ha auscultado las construcciones como si se tratara de pacientes humanos, casi que con pinzas, para lograr un meticuloso rescate de la riqueza decorativa de cada edificación. Simultáneamente han recobrado las técnicas antiguas del artesanado y han marcado un camino que cada día gana en admiración y respeto.
"En un principio éramos unos locos románticos. Yo iba de un lado a otro con mi cartapacio de papeles, tratando de convencer a los funcionarios públicos de que éramos capaces de sacar bellezas de esas ruinas que ellos veían. Nos dimos muchos golpes antes de recibir el primer apoyo y el producto salta a la vista. La estación de trenes fue el principio para que hoy por hoy la palabra restauración haya vuelto a vivir en el lenguaje común", asegura Alvaro Sierra. En estos momentos se encuentra haciendo intervenciones en 20 edificios, no sólo en Medellín sino en diferentes sitios del departamento, entre los que se encuentran la capilla de Sabaletas en Montebello, el templo de Jesús Nazareno de Marinilla y el templo de la Inmaculada Concepción en Jardín.
Paralela a esta corriente existe otra de tendencia práctica que mezcla técnicas de la restauración clásica con el empleo de materiales y tecnologías modernas. En esta opción el ejemplo más palpable es el de Rodrigo Restrepo y Conconcreto, equipo que adelanta la restauración del Palacio de la Cultura, otro de los patrimonios más queridos de Medellín. Bajo su óptica la restauración debe ser para el futuro y contar con un espacio para la creatividad del arquitecto. Según Restrepo, "el edificio no se puede llevar a lo que aconteció en 1920. En esa época la construcción de la gobernación fue bastante criticada porque no se consideraba ni la escala urbana, ni el estilo del sector, ni la situación socioeconómica. Hoy en día los edificios que lo rodean lo superan en tamaño. Esta también es una sociedad distinta que debe tener otras consideraciones. La principal es que restauramos para el futuro".
Una tercera tendencia la tienen los recicladores. Ellos remodelan la edificación con toda la libertad de dejar o mover según el uso que se le quiere dar. Básicamente adecuan el edificio a nuevos usos pero no respetan la esencia antigua de la edificación. En esta línea el más sobresaliente es Laureano Forero, reformador del centro comercial Villanueva y del antiguo manicomio de Aranjuez. Lo importante es manejar un criterio de respeto con el edificio para que los aditamentos nuevos que se le coloquen puedan ser removidos si algún día se decide restaurar.
En algunos casos esta última práctica ha resultado devastadora. En lo que se refiere al Palacio Nacional, por ejemplo, la intervención fue desafortunada. Según los expertos, en esta remodelación se cambió la estética, se intervino la estructura y se modificó el diseño del edificio en forma irremediable. A pesar de las anomalías, Medellín se sigue restaurando, no sólo para dar ejemplo de un urbanismo serio, sino para encontrar sus propias raíces, esas que hoy la están proyectando al futuro.
Al parecer Medellín no sólo quiere ser la ciudad más moderna de Colombia, sino laque más les hable de historia sus visitantes.