El derrumbe de la torre seis del edificio Space no solo se convirtió en una gran tragedia para las 65 familias que vieron desplomar en un abrir y cerrar de ojos los ahorros de toda una vida, sino que nueve meses después es claro que se trató apenas de la primera ficha que cayó, y como si fuera un castillo de naipes, tumbó a CDO, el conglomerado de la construcción levantado durante 50 años por Álvaro Villegas Moreno en Antioquia.
Este drama, que costó la vida de 12 personas en el exclusivo sector del Poblado en Medellín, provocó luego la ‘caída’ de otros complejos habitacionales de la misma firma como Colores de Calasanía, Asensi y Continental Towers, cuyos propietarios tuvieron que ser desalojados como medida preventiva. En total, 625 familias que adquirieron viviendas salieron damnificadas y los daños materiales podrían superar los 125.000 millones de pesos.
A pesar de que Villegas ha construido más de 40.000 viviendas en los últimos 50 años, los graves problemas en estas edificaciones fueron suficientes para echar por tierra el emporio construido por uno de los líderes antioqueños más reconocidos en la segunda mitad del siglo XX. Hoy, a dos meses de cumplir 80 años, trabaja 12 horas diarias tratando de encontrar salidas a este difícil episodio.
Álvaro Villegas Moreno no es un constructor cualquiera. Pertenece a esa especie de patriarcas antioqueños con una reconocida trayectoria en el sector privado pero que tiene metida la política en las venas porque la ve como un servicio público. Unos meses antes del desplome del Space decía en una entrevista: “La política se hace o se padece y cuando los ingenieros no la hacemos pues la padecemos”. Para completar, Villegas vivió su niñez a una cuadra de la Casa Conservadora, por donde vio pasar desde Laureano Gómez, doña Bertha Hernández de Ospina hasta Belisario Betancur, quien después se convertiría en su gran amigo.
En su ADN estaba el liderazgo. Su papá era un emprendedor que proyectaba películas mudas. Su bisabuelo, José Antonio, fundó el municipio de Abejorral, el más grande de Antioquia, y uno de sus abuelos fue cacique conservador en otro pueblo, San Cristóbal.
Cuando se graduó de ingeniero civil de la Facultad de Minas de la Universidad Nacional –en donde se formó toda una generación de líderes en Antioquia– lo primero que hizo fue montar empresa, creó la fábrica de tubos Concretubos, en 1962 (que después se llamó Concretodo) con un capital de 8.000 pesos.
Pero muy pronto, con 30 años, llegó a un cargo que combinaba sus dos vocaciones: fue nombrado secretario de Obras Públicas de Antioquia en 1965. Y desde entonces, ocupó todos los cargos posibles: secretario de Hacienda, diputado, concejal, alcalde de Medellín, gobernador dos veces (una vez designado por Turbay y otra por Belisario), senador, presidente del Congreso, presidente del Partido Conservador, embajador ante Naciones Unidas. Por más de 30 años se habló del “Villeguismo”.
Se dice que los consejos comunitarios de Álvaro Uribe se inspiraron en Villegas, quien salía todos los fines de semana a recorrer los pueblos para hablar con los mandatarios y los líderes populares. De hecho, Villegas fue mentor de Uribe, a quien nombró como alcalde de Medellín cuando él era gobernador.
En su trayectoria se registra un significativo número de logros: desde el impulso que le dio al Idea (Instituto de Desarrollo de Antioquia) hasta las bases para el Corpaúl (la fundación que mantiene al Hospital San Vicente de Paúl).“Le tocó meter en cintura a la Beneficencia de Antioquia, para recuperar el manejo de esa robusta renta de la salud. No menos complicada fue su tarea de podar la nómina de las Empresas Departamentales de Antioquia. Y su Alcaldía no fue para nada apacible. La joya de la corona, EPM, era presa de intereses particulares y devolverle su tutela al Municipio implicó pisar millonarios callos”, escribió el periodista Germán Jiménez quien hizo el libro biográfico Secretos de un líder.
Y es que Villegas pisó tantos callos que le costó la Alcaldía. En 1970 prestó unos terrenos baldíos de la ciudad para un concierto de rock histórico en el país, el de Ancón, que copiaba el para entonces mítico Woodstock. Eso provocó tal indignación en la sociedad goda paisa que obligaron al gobernador a que lo botaran de su cargo.
Pero si bien la de político era su faceta más conocida no menos destacada fue su trayectoria en el sector empresarial. Daniel Villegas Díaz, su amigo personal durante más de 40 años, dice que Villegas Moreno fue uno de los pocos colombianos que logró combinar estas dos facetas. “Fue un hombre que comenzó de ceros y que a base de trabajo y mucha dedicación fue escalando posiciones en el país”, dice.
El despegue en el sector lo hizo en la administración del presidente Alfonso López. En el libro Secretos de un líder, el dirigente paisa dice que dentro del plan de desarrollo del mandatario Para cerrar la brecha, el gobierno le asignó la construcción de 3.000 viviendas ya que una de las locomotoras del crecimiento era este sector.
El libro destaca que con estos y varios proyectos más, el empresario y sus socios obtuvieron los recursos para comprar el 20 por ciento de la desaparecida Conavi. El éxito era tal que Villegas, medio en broma, medio en serio, le tocó salir a aclarar en un reportaje que le hicieron en El Colombiano hace varios años que él no era la reencarnación de Pepe Sierra, el terrateniente por excelencia. Se ríe de este ‘mito urbano’ y afirma que “la mayoría de las tierras de mis obras son de otros”.
Ese recorrido profesional lo llevó a convertirse en el presidente de la Sociedad Antioqueña de Ingenieros y Arquitectos, cargo en el cual llevaba más de diez años cuando ocurrió la tragedia del Space. Y del cual no lo querían dejar ir a pesar de que presentó su renuncia.
Por eso muchos se preguntan ¿cómo terminó enredado en uno de los mayores líos urbanísticos del país?
El concejal Bernardo Alejandro Guerra atribuye la pesadilla de Villegas al ingreso a su empresa del ingeniero calculista Jorge Aristizábal Ochoa, que según Guerra, “es un peligro para la sociedad” porque vendió con bombos y platillos la idea de la optimización en los materiales.
Los abogados de las familias afectadas coinciden en que uno de los principales responsables es Aristizábal y dicen que para ahorrar costos llevó a que las edificaciones presentaran graves fallas estructurales.
Pero no es el único responsable. Guerra sostiene que la culpa es también de las autoridades y las curadurías que no ejercieron los controles necesarios para evitar que en zonas de ladera se construyeran edificios hasta de 40 pisos pasando por alto normas urbanísticas. “El derrumbe del Space es apenas la punta del iceberg de una hipermegaestafa inmobiliaria en el que están comprometidos los sectores públicos y privados y que va a estallar en cualquier momento”, dice el concejal quien asegura que en Medellín “el cartel del adobe cambió la ética por la estética”.
Por lo pronto los damnificados lo único que quieren es una solución definitiva a sus problemas. Algunos que perdieron a sus familiares han interpuesto demandan penales.
Las autoridades, por su parte, ya están actuando. La Superintendencia de Sociedades ordenó el pasado 27 de junio embargar los activos de CDO. Datos conocidos por El Colombiano indican que el Grupo registra un patrimonio cercano a 98.000 millones de pesos. Además, la Alcaldía de Medellín ordenó la demolición de las torres que quedan en pie con base en un estudio de la Universidad de los Andes.
Este parece ser el epílogo de la carrera profesional de un hombre para quien este, sin embargo, no es el mayor drama que ha tenido que afrontar. El golpe más duro de su vida fue la muerte de sus dos primeros hijos, cuando eran muy jóvenes, y de su hermano en un accidente aéreo ocurrido hace cerca de 40 años. Ahora, como en ese dramático momento, el dirigente antioqueño se refugió en el trabajo y retornó a la empresa que en los últimos años había sido manejada por sus otros dos hijos, Pablo y Mauricio Villegas.