METALES
El negocio del oro pierde su color
El precio del oro cayó a su nivel más bajo en cinco años. Crece preocupación en mineras colombianas.
La caída de más del 50 por ciento en los precios del petróleo le ha quitado visibilidad a otra noticia no menos importante para muchos países productores: el desplome del oro en los mercados internacionales.
Y es que si bien los precios de los productos básicos como el crudo, el carbón, el níquel, entre otros, han sufrido un retroceso en los últimos años, el caso del oro ha llamado la atención por el fuerte descenso de la semana pasada. La cotización cayó a niveles que no se veían desde 2010. La onza de oro troy bajó a 1.088 dólares, muy por debajo del precio máximo registrado en 2010 cuando superó los 1.800 dólares.
Detrás de este comportamiento está el fortalecimiento de la divisa estadounidense, que ha llevado a muchos inversionistas a salir de sus reservas del mineral para refugiarse en el dólar. Los anuncios de Janet Yellen, presidenta de la Reserva Federal (Banco Central), en torno a una subida en las tasas de interés de Estados Unidos antes de que termine el año está fortaleciendo la divisa y castigando al metal dorado, que sirve de refugio financiero en las épocas de crisis.
También han tenido un impacto negativo las ventas realizadas por China, uno de los principales demandantes del metal a nivel mundial. La semana pasada el país asiático salió de cerca de 33 toneladas, un poco más de la mitad de lo que produce Colombia en un año.
En el caso colombiano los productores están preocupados con la cotización del oro, pues juega en contra de los grandes proyectos mineros del país que todavía no han despegado.
Santiago Ángel Urdinola, presidente de la Asociación Colombiana de Minería (ACM), dice que ante este panorama muchas multinacionales tendrán que ajustar los gastos y revisar los costos para que los proyectos puedan ser rentables. Varias compañías llegaron al país en la época de bonanza, entre 2008 y 2009 cuando los precios del oro estaban al alza, pero ahora deben hacer cuentas sobre la rentabilidad de los proyectos y su modelo de negocios en momentos en que hay temas más complejos que no han sido solucionados.
En efecto, en el sector siguen pendientes las licencias ambientales que tienen en vilo proyectos como el de La Colosa, en Tolima, que pertenece a la sudafricana AngloGold Ashanti. La compañía anunció que recortará inversiones este año y aunque insiste en que seguirá en el país, en el sector se mantienen los rumores sobre la búsqueda de un comprador o la posible salida debido a los obstáculos que afronta.
Eco Oro, que tiene minas en los municipios de Vetas y California, en el conocido Páramo de Santurbán (Santander), está en etapa de exploración pero todavía no ha pedido la licencia ambiental. La compañía Continental, que tiene minas en Antioquia, también está en proceso de licenciamiento.
Sin embargo, el tema que más les preocupa a las compañías es la minería ilegal, que se ha convertido en un desangre para el sector, y a la que poco le importa el derrumbe de los precios del oro porque detrás hay organizaciones ilegales que buscan lucrarse a costa de la degradación del medioambiente.
Según Ángel Urdinola, de las 57 toneladas de oro que se produjeron el año pasado en Colombia solo el 12 por ciento, siete toneladas, correspondieron a las compañías afiliadas al gremio. Las restantes corresponden al trabajo de barequeros, pequeñas cooperativas o de la minería ilegal.
Para el directivo, ante la actual coyuntura en la cual es imposible controlar los precios internacionales, es necesario que el gobierno tome medidas para reducir los costos de las mineras y mejorar la competitividad, y para eliminar los obstáculos que pesan sobre el sector. La mejor prueba de lo que está pasando es que la producción del metal se está reduciendo a pasos acelerados al pasar de 66 toneladas en 2012 a 57 el año pasado. Las exportaciones también están en picada. Solo en los cinco primeros meses de este año han caído 39 por ciento. Por eso ahora se vuelven a encender las alarmas en este sector, en momentos en que las multinacionales ven cómo caen sus acciones en los mercados bursátiles. Otra pata que le nace al cojo.