CRISIS
La batalla por el euro
Los acuerdos para salvar la eurozona incluyen una estricta disciplina fiscal, castigo a países deudores y nuevas ayudas en 2012. El Reino Unido no avaló el pacto. ¿Qué va a pasar?
"Europa no es una opción. ¡Europa es una necesidad!". Con estas palabras, Nicolas Sarkozy llegó al clímax del discurso más dramático de su mandato. El jueves primero de diciembre toda Europa había esperado la alocución del presidente francés. "¡Una crisis como esta no puede repetirse!", exclamó ante miles de personas en el centro de convenciones de Tolón, en el sur de Francia. "Estamos ante el desafío más grande de la historia de la Unión Europea", concluyó entre aplausos.
Un día después, el viernes 2 de diciembre, a 1.500 kilómetros de Tolón, la canciller alemana, Angela Merkel, se dirigía al Parlamento de su país para explicar el significado del discurso de su amigo francés: el dúo político, que la prensa europea ha bautizado 'Merkozy', estaba dándole las últimas puntadas a un enorme proyecto para transformar la eurozona. "Somos 17 países y tenemos una moneda conjunta, pero no existen políticas fiscales o económicas uniformes -dijo Merkel-. Esto es una falla de construcción".
Para corregir el supuesto error de fábrica, el lunes de la semana pasada, Merkel y Sarkozy acordaron convertir la unión monetaria en una 'unión fiscal' dirigida desde la Comisión Europea. Esta absorberá competencias nacionales, impondrá una estricta disciplina al presupuesto, castigará a países deudores y abrirá un paraguas permanente de auxilios a partir de 2012.
Este es el plan que el pasado miércoles, 7 de diciembre, Merkel y Sarkozy le enviaron al presidente del Consejo Europeo, Herman van Rompuy, y que fue ratificado por los líderes de la Unión Europea (UE) después de diez horas de deliberaciones, en la madrugada del viernes 9 de diciembre, con excepción del Reino Unido, que fue el único que no avaló los compromisos. El primer ministro David Cameron dijo que "las condiciones del acuerdo son inaceptables" y agregó que estaba contento de no estar con el euro. Sus palabras, como era de esperarse, no cayeron nada bien entre las demás naciones europeas. El presidente de Francia, visiblemente molesto, dijo que "no había sido posible acordar una reforma de los tratados a 27 (países) porque los amigos británicos no lo quisieron".
El acuerdo aboga por mantener una disciplina fiscal: el déficit de cada nación no podrá superar el 0,5 por ciento de su Producto -Interno Bruto (PIB) si un país supera el límite de déficit, del 3,0 por ciento del PIB, será objeto de sanciones automáticas-, se adelantará para julio de 2012 la creación del Fondo de Rescate Permanente y la UE dotará al Fondo Monetario Internacional (FMI) con recursos por 200.000 millones de euros para ayudar a los países en problemas.
Hasta hoy ha habido "auxilios" y "créditos", "paracaídas" y "paraguas de rescate", así como un "fondo de ayudas" con más de 750.000 millones de euros. De las 17 naciones de la eurozona, Alemania, Francia, Finlandia, Austria, Luxemburgo y Holanda han podido mantener su excelencia financiera. Pero la crisis ha obligado a tres -Portugal, Irlanda y Grecia- a buscar ayuda. Y los ocho restantes: mientras que Eslovaquia, Estonia, Eslovenia y los pesos pluma Chipre y Malta tienen finanzas saludables, Bélgica, Italia y España se perfilan como candidatos para más apoyos. Si este llegara a ser el caso, habría que inyectar uno o más billones de euros en planes de rescate. El objetivo final es salvar el euro y la eurozona.
Renacen las esperanzas
El Viejo Continente tiene puestas sus esperanzas en el éxito del nuevo plan franco-alemán, el más contundente de los más de diez intentos de restablecer la normalidad de los mercados financieros en Europa desde 2010. La UE tiene plazo hasta marzo de 2012 para hacer públicos los detalles de esta 'euro-reestructuración'. Y hay dos opciones: o los países de la eurozona logran convencer a toda la UE de reformar el Tratado de Lisboa de 2007, o solos crean un nuevo acuerdo independiente. Sea cual sea la forma, la decisión fue tomada: la supervivencia de la UE será garantizada desde Bruselas y, para esto, los Estados deberán permitir que los euroburócratas pongan los dedos en su soberanía.
No será fácil. El filósofo alemán Jürgen Habermas subrayó que es "la primera vez en la historia de la UE que se echa a un lado el principio democrático". En efecto, esta refundación de Europa no nació en Bruselas, sino en París y Berlín. Y no resultó de consensos burocráticos o de referendos, sino de las acciones casi autocráticas de Merkel y Sarkozy. Dándole competencias fiscales a Bruselas, los países del euro se someten a la posibilidad de castigos automáticos y les ponen fin a auxilios de corto plazo.
Aunque el plan Merkozy ha regenerado la confianza política, en los mercados la tormenta no cesa. En vísperas de la cumbre, la calificadora de riesgo Standard & Poor's amenazó con degradar a los 17 países de la eurozona, incluido Alemania. Además, hay fenómenos propios de la crisis que no será fácil frenar. El llamado bank run en Grecia, Irlanda, España, Italia y Francia ha llevado a ciudadanos y empresas a sacar su dinero de instituciones crediticias y enviarlo a lugares más seguros. Solo en el tercer trimestre de 2011, los bancos italianos Intensa y Unicredit, los españoles BBVA y Santander y el francés Société Générale perdieron más del 10 por ciento de sus depósitos y en Grecia más de 80.000 millones de euros han salido de sus bancos hacia el extranjero.
Algunos no creen que esta reforma al estilo 'Merkozy' sea efectiva. Críticos en Europa y Estados Unidos han vapuleado a Merkel por su negativa de usar el Banco Central Europeo (BCE) para amilanar la crisis. La prensa francesa la bautizó 'madame non' por su "no" radical a que el BCE compre bonos de los Estados al borde de la quiebra y emita billetes para ventilar la economía. Aunque ha suavizado su posición, Merkel teme una ruptura de su coalición de gobierno y una hiperinflación de la economía europea.
La oposición y medios en todo el continente les recriminan a Merkel y Sarkozy la "falta de agallas" a la hora de enfrentar uno de los problemas más críticos de Europa: los bancos. El plan de transformación de la eurozona no incluye una sola medida para ponerle una camisa de fuerza a la banca privada que, a pesar de la crisis, no abandona su veneración al capitalismo salvaje.
Los ojos del mundo están dirigidos al Viejo Continente y se concentrarán en cada uno de los pasos que el dúo 'Merkozy' dé a partir de ahora. No sin razón, y para la ira de muchos, el secretario del Tesoro de Estados Unidos, Timothy Geithner, viajó sigilosamente a Berlín, París y Roma en los días anteriores a la cumbre de Bruselas para informarse sobre los "esfuerzos" que se están haciendo para "fortalecer" las instituciones de la eurozona.
Alemania y Francia, los países más poderosos de Europa continental, tendrán que evitar a toda costa una caída de la UE. El fin del euro o, incluso, de la UE tendría costos estratégicos, políticos y financieros devastadores. El desplome de la unión de países más estables del mundo reviviría el viejo mercado interno europeo: diverso y hostil. Podrían reaparecer fantasmas del pasado como la concentración del poder en Alemania y Francia y el surgimiento de una periferia empobrecida y sensible. Europa se apartaría para siempre de la dinámica global y, con la perspectiva de constituir solo el 7 por ciento de la población mundial en 2050, saldría de la arena política, entregándoles el mundo a Estados Unidos y China.
Es la hora de la verdad para Europa. O fracasa la "refundación europea" de Sarkozy y Merkel y el mundo queda al borde de una crisis aún más honda que la actual, o el continente se recupera y entra con un nuevo rostro al orden mundial del siglo XXI. Las bases son seguras. Europa ya ha vivido momentos como estos: tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, logró levantarse de las ruinas.