PETRÓLEO

La otra cara del desplome del petróleo

Mientras el desplome del precio del petróleo es un dolor de cabeza para muchos países, para otros es una gran bendición. Los consumidores, que también salen beneficiados, aún no sienten los efectos positivos. ¿Por qué?

17 de enero de 2015

En marzo de 2008, el pre-cio del petróleo llegó a la cifra récord de 105 dólares el barril. Había subido en solo un año 50 dólares y eso tenía a medio mundo alarmado y buscando cómo enfrentar las consecuencias negativas de dicha alza.

Para examinar formas de encarar la situación, a instancias del Banco Mundial y la Universidad George Washington se reunieron, en marzo de ese año, más de 140 autoridades de bancos centrales, ministerios de Energía y Finanzas, ejecutivos de empresas petroleras, representantes de consumidores de petróleo de la industria pesada, así como economistas.

La gran preocupación radicaba en que el aumento de los costos de la energía perjudicaba el crecimiento global. Como resultado, varios países en desarrollo comenzaron a perder terreno en la lucha contra la pobreza. Por ejemplo, en Filipinas 4 millones de personas volvieron a caer en esa condición en 2008. El alza del precio obligó a algunos países a mantener los subsidios al petróleo y compensar a los pobres.

Pues bien, siete años después, el mundo está tan alarmado como antes, pero esta vez por una situación contraria.

El precio del crudo va cuesta abajo. La semana pasada cruzó la barrera de los 50 dólares el barril. En el último año, la referencia WTI (de Estados Unidos) ha caído 48 por ciento, mientras que el Brent (de Londres) lo ha hecho en 56 por ciento.

El desplome del precio tiene en serios apuros a países productores como Rusia, algunos de Oriente Medio, el norte de África y Venezuela que es, de lejos, el mayor perdedor. Según el Banco Mundial, por cada 10 por ciento que se abarata el petróleo, estos países exportadores podrían ver reducido su crecimiento hasta en 2,5 puntos porcentuales.

Pero no son los únicos afectados. El petróleo juega un papel muy importante en varias economías latinoamericanas como Ecuador, Colombia, México, Brasil y Argentina. El impacto sobre los dos primeros es significativo, pues sus exportaciones dependen en 60 y 67 por ciento, respectivamente, del petróleo. Se estima que por el desplome del precio del crudo, Colombia dejará de recibir este año 9 billones de pesos.

La situación de México, segundo productor de la región, es diferente pues su fuerte sector manufacturero se beneficia de la baja de los costos de la energía. Para Brasil la situación es menos dramática, pues depende mucho menos de los ingresos petroleros, lo que no quiere decir que no lo afecte. Tanto en México como en Brasil, la caída de los precios pone en riesgo los planes de inversión para explotar más petróleo, en especial los yacimientos en aguas profundas.

También en Argentina el tema tiene doble cara. En el corto plazo alivia las cuentas fiscales porque abarata las importaciones de combustibles, pero en el largo es una mala noticia para sus proyectos de invertir en hidrocarburos no convencionales en la llamada formación Vaca Muerta.

La brusca caída en la cotización también preocupa en Wall Street, donde las acciones de las grandes petroleras se han desplomado. Los analistas pronostican un descenso de más del 20 por ciento en las utilidades de las compañías energéticas en ese mercado neoyorquino.


El lado amable


Pero como todo en Economía, lo malo para unos puede ser bueno para otros. El Banco Mundial (BM) señala que los beneficios de la caída del crudo pueden ser muy significativos para los países en desarrollo que son importadores.

Los precios más bajos contribuirán al crecimiento y reducirán las presiones fiscales, inflacionarias y externas de India, Sudáfrica o Turquía.

Para el Banco Mundial los países en desarrollo que importan crudo tienen la gran oportunidad de llevar a cabo reformas estructurales y financiar programas sociales.

De acuerdo con el BM, una caída del 30 por ciento en el precio del petróleo podría repercutir en un crecimiento de la economía global de medio punto porcentual a mediano plazo. Para los países importadores este medio punto del PIB se lograría con una reducción del 10 por ciento en el precio del petróleo.

Algunos países están frotándose las manos. Entre ellos España, que depende en más del 90 por ciento del petróleo que trae del exterior. Cualquier abaratamiento de esta materia prima representa una reducción de los costos en general.

Entre tanto, Chile es el más beneficiado en América Latina. Depende en buena medida de la producción de cobre, que consume mucha energía que ahora se abarata. Según el banco de inversión británico Barclays Capital, para Chile, el mayor importador de crudo del área, la caída de los precios podría ayudar a aliviar la inflación.

Otros beneficiados son los países de Centroamérica y el Caribe, porque son importadores netos.


De la teoría a la práctica

Ahora bien, dado que el petróleo es un factor determinante en la canasta de costos de muchos bienes y servicios, su caída debería reflejarse en el descenso de algunos precios, por lo menos en teoría.

Se considera, por ejemplo, que se deben abaratar los costos del transporte —tierra, mar y aire— En este sentido, los consumidores esperarían pagar menos por la gasolina, pero no ha sido así. Un informe de la BBC señala que en América Latina siguen pagando igual o incluso más que hace seis meses.

A los colombianos llenar el tanque del carro les cuesta hoy casi lo mismo que cuando el barril estaba en 100 dólares. A los mexicanos aún más. Las razones, en la mayoría de los países, están en los impuestos y los subsidios.

Mientras que en Colombia, en los últimos seis meses, el barril de crudo cayó en más del 50 por ciento, el precio del galón de gasolina apenas disminuyó 3 por ciento.

En Estados Unidos un consumidor paga en promedio 2,20 dólares el galón, y en Colombia tiene que sacar del bolsillo 3,50 dólares por la misma cantidad del combustible. Esto equivale aproximadamente a 90 centavos de dólar el litro.

Pero según la BBC, Colombia está lejos de tener el combustible más caro de la región. Al inicio del año, el precio en Argentina llegaba a 1,31 dólares por litro y superaba al de Uruguay. En México se vive una situación similar. En diciembre pasado la gasolina costaba 0,91 centavos de dólar por litro y el primero de enero se declaró un aumento de 1,9 por ciento.

Y mientras el precio de la gasolina ha caído rápidamente en Estados Unidos, en Europa los gobiernos aplican impuestos que encarecen el precio que paga el público.

Por otro lado, dada la conexión que existe entre el precio de la energía y el de los alimentos, la caída del petróleo —en la teoría— debería favorecer la seguridad alimentaria del mundo.

Los altos precios energéticos de los últimos años aumentaron los costos de los fertilizantes y el transporte. Además, estimularon la producción de biocombustibles, lo que hace que los alimentos se usen para mover los autos. Se esperaría que en un escenario contrario, como el actual, la situación se invierta.

Se estima que el precio de los alimentos y de la energía representa más del 70 por ciento de la canasta de consumo de los pobres, lo que significa que las consecuencias de la caída del petróleo, a largo plazo, deberían ser favorables. Según el Banco Mundial, los pobres del planeta son altamente vulnerables a los efectos del aumento de precios en los combustibles y los alimentos.

El asunto es que a lo largo de la historia se ha mostrado cómo el vaivén del petróleo perjudica a unos y favorece a otros. Son las dos caras de la moneda.


Se resisten a bajar


Todos esperaban reducción en la gasolina, pero no se ha visto.

Muchos se preguntan por qué en Colombia no bajan los precios atados al petróleo. En el caso de la gasolina,  hay varias razones. Una de ellas es la fórmula para calcular el precio del combustible en la que la tasa de cambio es una variable de gran peso. En seis meses el peso colombiano ha sufrido una devaluación del 30 por ciento. Además, están los impuestos que representan más del 30 por ciento del precio de la gasolina. Por otro lado, la pasada reforma tributaria aprobó que los ahorros que se obtengan en la fijación de precios vayan al Fondo de Ahorro y Estabilización Petrolera (Faep), que está con saldo en rojo.

Los tiquetes aéreos tampoco bajan, aunque la gasolina pesa un 40 por ciento en los costos operativos de la industria aérea. Según Gilberto Salcedo, presidente de la Asociación del Transporte Aéreo (Atac), la devaluación ha impedido las reducciones. Se estima que alrededor del 50 por ciento de los costos operacionales de las compañías está atado al dólar.

Otro sector que debería beneficiarse con el desplome de los precios del petróleo es el transporte de carga por carretera si se tiene en cuenta que los combustibles representan el 33 por ciento de sus costos operativos. Pero como ni la gasolina ni el ACPM han descendido sustancialmente de precio, el sector ha advertido que viene un encarecimiento de los fletes. Juan Carlos Rodríguez, presidente de Colfecar, señala que los costos del sector se afectarán por la mayor devaluación.

Por otro lado, tampoco se ha sentido la reducción en el precio de la urea, uno de los fertilizantes más importantes para la agricultura, y cuya materia primera es el petróleo.  Mientras el petróleo ha caído un 50 por ciento, el costo de la urea en Colombia solo ha descendido un 5 por ciento.