La semana pasada al cumplir los primeros 100 días de su gobierno, el presidente de México Enrique Peña Nieto hizo un anuncio que dejó perplejos a los más de 110 millones de habitantes de ese país. Presentó una reforma constitucional para acabar con los monopolios en las telecomunicaciones, abrir las puertas a la mayor inversión extranjera y favorecer a los consumidores con tarifas más competitivas.
Con esta decisión el mandatario se mete nada más y nada menos que con los tres dueños de las más grandes fortunas de la nación azteca, que tienen negocios en todos los sectores económicos y que dominan las comunicaciones del país: Carlos Slim, Ricardo Salinas y Emilio Azcárraga.
Slim es el hombre más rico del planeta –con una riqueza de 73.000 millones de dólares según Forbes– propietario de un imperio de más de 200 empresas entre las que se destacan Telmex, Telcel, América Móvil (Claro) y el Grupo Carso. Slim maneja el 80 por ciento de la telefonía fija y el 70 por ciento de la telefonía celular, lo que ha llevado a que México tenga una de las tarifas más altas del mundo según la Ocde.
Ricardo Salinas es el cuarto hombre más rico de esa nación y el 111 del mundo, en la clasificación de Forbes. Es propietario del Grupo Electra, TV Azteca y del operador de telefonía celular Iusacell. Por su parte, Emilio Azcárraga es el octavo hombre más rico de México, dueño del Grupo Televisa –líder en televisión abierta y por cable y de medios de comunicación impresos–. Entre Televisa y TV Azteca manejan el 90 por ciento de la televisión abierta de esa nación.
La reforma constitucional de Peña Nieto busca frenar el avance de estos monopolios y permitir una mayor competencia. Para ello propone una licitación para dos nuevas cadenas de televisión abierta y la retransmisión de señales; la apertura sin restricciones a la inversión extranjera y la creación del Instituto Federal de Telecomunicaciones –entidad autónoma– con amplias facultades para otorgar y revocar concesiones, sancionar y obligar a la venta de activos para buscar un mayor equilibrio en el mercado.
Para evitar ser atajado por los inmensos poderes económicos de estos grupos, el mandatario se blindó. El proyecto ya cuenta con el respaldo de los principales partidos políticos que firmaron el Pacto por México, un acuerdo nacional para sacar adelante reformas económicas y sociales.
A su favor tiene, además, el hecho de que los tres grupos económicos mantienen disputas legendarias. Slim ha intentado ingresar a la televisión, pero tiene las puertas cerradas. En cambio, Televisa y TV Azteca pueden vender paquetes de servicios triple play (televisión paga, internet de banda ancha y telefonía). Ante la intromisión de sus competidores en sus terrenos, Slim no se quedó quieto y les retiró a las dos compañías la pauta publicitaria y las demandó ante la Comisión Federal de la Competencia por prácticas monopólicas. Televisa y TV Azteca contratacaron al acusar a las empresas del millonario mexicano de abusar de los consumidores y de cobrar precios excesivos.
Ahora, con las nuevas reglas de juego que plantea la reforma, todos podrán hacer de todo y meterse en los negocios del rival. El Grupo Televisa, el primero en pronunciarse sobre el tema, reconoce que el proyecto plantea grandes retos para competir en un campo más parejo.
El presidente Peña Nieto acaba de dar un gran paso para meterse con los negocios de estos grupos económicos que eran intocables y que crecieron gracias a las concesiones otorgadas. El resultado de este caso mexicano, sería un buen ejemplo para el resto de países de América Latina –incluida Colombia–, donde también en este sector se imponen los grandes monopolios.