REVISTA DIGITAL

Educar para la libertad

Sin tableros ni horarios, la educación personalizada busca que los jóvenes aprendan a enfrentar la realidad de su vida. Contenido de la revista digital Semana Educación.

9 de marzo de 2015


“We don’t need no education” –No necesitamos educación– escribió en 1979 el cofundador y vocalista de la banda británica Pink Floyd, Roger Waters. La frase escrita para la canción Another brick in the wall –Otro ladrillo en la pared– fue una protesta contra sus años de estudio en 1950, “cuando la escuela era un régimen estricto que trataba de suprimir a los niños en vez de inspirarlos”, contó posteriormente el músico. Pero casi 30 años después de su experiencia como estudiante, la educación se estaba transformando trascendentalmente.

De hecho, el video de Another brick in the wall, con un grupo de niños que camina hacia una trituradora de alimentos y los convierte en carne molida, fue grabado en una escuela vanguardista en el norte de Londres, donde un irreverente profesor de música, que fumaba en el aula de clase y vestía con jeans apretados, buscaba “un estilo más progresivo de enseñar”, así como lecciones más "informales pero no descuidadas".

No era la primera vez que se protestaba contra el sistema educativo. Ya en 1969, en el libro El autoritarismo en la escuela sus cuatro autores trabajaron la claridad con que la educación “formaba a los niños para servir tanto a la burguesía como al gobierno, dejando de lado la libertad de expresión y el individualismo” de los estudiantes.

En Colombia también empezaron los cambios. Era 1957 cuando la familia Fontán llegaba de España para, entre otras cosas, dictar clases de griego y latín en algunas escuelas de Medellín. Fueron ellos quienes, críticos de los modelos educativos (tenían un centro psicotécnico dedicado a la investigación educativa y desarrollo de nuevas metodologías de aprendizaje), plantearon una nueva posibilidad en el país: educación personalizada.

Hoy Julio Fontán –hijo de esa familia y quien trabaja en el Colegio Fontán en Bogotá-, reconoce que la enseñanza tradicional no es realista con la situación de los estudiantes, porque “mientras el currículo está basado en el pasado, la vida de los jóvenes está en el futuro”, asegura.

Aprender a no tener miedo

Lucy Tabares, una estudiante del sistema tradicional, recuerda cuando en 1967 y con siete años de edad, una profesora le marcó su vida. Era su maestra de tercer grado de primaria “y como ya no podía pegarnos, nos gritaba todo el tiempo”. La experiencia de salir al tablero a resolver divisiones la atemorizaba tanto, que un día dejó de mover sus piernas. El maltrato psicológico de su maestra le había causado una enfermedad en el sistema nervioso central conocida como Baile de San Vito o Corea infantil, lo que le provocaba movimientos involuntarios en brazos y piernas, explicaron los médicos. A su corta edad, determinaron que Lucy debía abandonar sus estudios y recibir un tratamiento con sedantes, entre ellos diazepam (valium).

Mientras el sistema educativo tradicional le cerró las puertas a Lucy, hoy es común encontrar estudiantes regulares y con discapacidades físicas o cognitivas en instituciones con modelos educativos diferentes. Es el caso de los 12 colegios que  actualmente tienen una enseñanza personalizada en el país (cuatro en Itagüí, tres en Chía, dos en Mosquera, dos en Tauramena, Casanare y uno en San Andrés), en donde estudiantes con diferentes características –muchos diagnosticados con trastornos de hiperactividad y déficit de atención–, encuentran un espacio apropiado para su aprendizaje.

Sin tableros, horarios, vacaciones colectivas y notas cuantitativas, la educación personalizada prioriza la autonomía de los estudiantes, basándose en su realidad, su ritmo de aprendizaje y sus fortalezas, impulsando el desarrollo de sus competencias intelectuales. Eso fue lo que atrajo a Juan Vidal, un estudiante de este sistema, quien con 18 años asegura que en su anterior colegio no tenía nada más para aprender.

Y aunque es un hecho que los profesores ya no suben la falda de las estudiantes para pegarles con reglas o les gritan y ridiculizan en frente de sus compañeros, Julio Fontán critica que actualmente “muchos padres buscan que alguien controle a sus hijos. El sistema educativo convencional consiste en 14 años de obediencia para poner a los niños al servicio del Estado”.

No solo eso sino que algunos estudios señalan que los estudiantes olvidan cerca del 87 por ciento de los contenidos vistos en clases. Eso es, según Fontán, porque “cuando no entendemos los objetivos del aprendizaje, no le damos sentido. Por eso nos preocupamos únicamente por las notas y más tarde, por el sueldo”.

Este modelo educativo busca formar sujetos libres, capaces de tomar sus propias decisiones, así como terminar con enseñanzas que, como describió Michel Foucault, son estructuras de poder para reprimir y domesticar a la sociedad. Es el profesor que rompe con ese sistema el que deja una huella en sus estudiantes.

Por eso uno de los estudiantes del ‘excéntrico’ profesor de música de aquella escuela en el norte de Londres, (que también aparece en el video de Pink Floyd), recuerda: “No aprendí inglés perfectamente, pero todavía guardo esa sensación de que podía lograr cosas y que debo seguir y hacer lo que quiero”. 

La educación personalizada es apenas una de las tendencias de formación básica y media. Más en la sexta edición de la revista digital Semana Educación. 

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