EDUCACIÓN

Todos a hablar de educación

Aunque el país progresa, todavía falta mucho camino por recorrer en términos de pertinencia, acceso y habilidades para la vida. Estas son las principales conclusiones que dejó la Cumbre Líderes por la Educación 2017.

31 de octubre de 2017
| Foto: Revista Semana

Durante dos días, más de 800 asistentes se dieron cita en el evento más importante del sector educativo en el país, para escuchar las reflexiones de cerca de 50 expertos nacionales e internacionales. Fueron dos jornadas para debatir sobre la necesidad de seguir impulsando la educación como motor de transformación y desarrollo de Colombia, más ahora cuando el país necesita nuevos imaginarios, narrativas y realidades de cara a un futuro en paz.

La cuarta edición de la Cumbre Líderes por la Educación 2017 giró en torno a una idea central: qué tipo de ciudadano necesita la sociedad y qué significa ser un ciudadano en un Estado que busca reconciliarse y avanzar hacia la modernización de sus instituciones. En ese sentido, la educación debe ser el elemento de cohesión y progreso para que los colombianos impulsen sus proyectos de vida tanto en lo personal como en términos de ciudadanía.

Pero, como repitieron una y otra vez los expertos congregados, la educación no es una varita mágica que resolverá todos los problemas. Se requiere de un compromiso de todos los actores y a todos los niveles (también en términos de recursos). Aunque Colombia está haciendo grandes esfuerzos por impulsar su sistema educativo y posicionar este tema en el debate nacional, no se pueden descuidar ciertos aspectos en los que el país sigue rezagado.

Uno de los principales es la brecha que existe todavía entre las zonas rurales y las urbanas en términos de acceso, permanencia, calidad, oferta y pertinencia, así como las posibilidades de progreso en un lado y en otro.

“Tengo una gran preocupación por la concentración de oportunidades en las urbes. Si hay más opciones en las ciudades, la gente del campo continuará marchándose. Eso tiene varias consecuencias: por ejemplo, las provincias pierden sus talentos porque sus jóvenes migran”, indicó durante el encuentro Eduardo Aldana, fundador de la iniciativa regional Innovar.

De acuerdo con el Ministerio de Educación Nacional (MEN), un niño de las zonas rurales acude al colegio un promedio de 5,5 años, mientras un niño de ciudad lo hace durante nueve. Solo tres de cada 10 niños del campo logran acceder a la educación media, lo que supone una enorme desventaja de cara a su futuro laboral y desarrollo profesional. Los jóvenes rurales no encuentran incentivos suficientes para quedarse en sus veredas, por eso muchos panelistas coincidieron en apuntar que es importante desarrollar una educación dirigida a las regiones, con su aval y el consenso e incluyendo sus necesidades reales de formación.

“A nosotros nos toca ir al colegio en lancha, mientras que en Bogotá inauguran megacolegios. A veces no tenemos la alimentación necesaria o no nos enseñan lo que es útil. Los jóvenes entonces piensan que estudiando no van a salir adelante en la vida. Las zonas rurales están alejadas de todo, inclusive de la educación, porque los contenidos no son pertinentes”, advirtió Lucero Valencia, una líder estudiantil de 15 años de Guapi, Cauca, que asistió a la cumbre para hablar de su realidad.

Pero ese no es el único desafío que enfrenta Colombia en materia educativa. Hay otra gran brecha que se agudiza con los años: los jóvenes que terminan sus estudios profesionales no están preparados para enfrentar las exigencias del mercado laboral. En otras palabras, las instituciones de educación superior no están preparando bien a los futuros profesionales de este país.

De acuerdo con Li Kai Chen, consultor de la compañía McKinsey, “en el mundo hay 85 millones de estudiantes que carecen de habilidades aplicables al trabajo. El 42 % de los empleadores afirma que los jóvenes no están preparados”.

La solución que brindaron los especialistas nacionales e internacionales para superar esta fisura pasa, por un lado, por la elaboración de un marco nacional de cualificaciones en el que se detallen las capacidades que necesitan desarrollar los profesionales de cada sector y, por otro, comenzar a educar a los menores de edad desde los primeros años con un perfil vocacional. “Hoy los jóvenes son tres veces más propensos al desempleo que sus mayores y, para empeorar las cosas, se estima también que el 50 % de los trabajos de hoy van a desaparecer por cuenta de las tecnologías”, agregó el experto.

Otra opción, señalaron, es impulsar la educación técnica como una opción de formación igual de válida a la universitaria. Como explicó María Andrea Nieto, directora general del Sena: “La formación técnica es una oportunidad de movilización económica y social: disminuye la pobreza, genera empleo e ingresos”.

Otro punto clave son las nuevas tecnologías aplicadas a la educación, entendidas como una herramienta para impulsar la calidad y la pertinencia. Pero para lograrlo, maestros, rectores e instituciones deben prepararse para asumir los retos que implica y capacitarse para saber cómo emplearlas en beneficio del futuro de sus estudiantes, potenciales ciudadanos digitales.

Sin embargo, será imposible materializar esta hoja de ruta sobre los grandes desafíos de la educación en Colombia si no se empieza a trabajar en su implementación desde la primera infancia. “Como decía Gabo, ‘la educación debe ocurrir desde la cuna hasta la tumba’. Mientras más nos demoremos en actuar, más costoso será. Entre más nos demoremos, los rezagos son mayores. Las bases se forman a muy temprana edad; de ahí la importancia de la primera infancia”, indicó durante su intervención Carolina Meza, directora ejecutiva de Empresarios por la Educación.

No obstante, esa atención integral jamás estará completa –al igual que la formación que reciben el resto de estudiantes en los diferentes niveles educativos– si no se impulsa la educación en competencias socioemocionales y en capacidades para la vida de una manera transversal a todas las asignaturas del currículo. Las también llamadas habilidades del siglo XXI, como el trabajo en equipo, la resolución de conflictos y la resiliencia deben ser las bases para formar ciudadanos en épocas de posconflicto, concluyeron los expertos convocados. No solo hay que educar en matemáticas o lenguas, también es imprescindible una formación centrada en el ser. Un hito que solo será posible por medio de la consolidación de currículos que guíen a las nuevas generaciones no solo a lograr las mejores notas y entrar a las mejores universidades, sino a construir la paz que durante más de 50 años se le negó al país.