OPINIÓN

El principal error en el acuerdo entre Fecode y el gobierno

Después del paro de maestros, diferentes acuerdos surgieron entre las partes para mejorar la educación en el país. Sin embargo, la propuesta de llevar a los niños menores de 5 años a los “colegios oficiales grandes” resulta perjudicial para su desarrollo.

Julián De Zubiría Samper*
21 de junio de 2017
| Foto: Ministerio de Educación

Tras 37 días de negociaciones, culminó el paro del magisterio. En términos generales es una excelente noticia para el país, ya que contamos ahora con más mecanismos para fortalecer la educación y dignificar la profesión docente. Gracias al acuerdo, se crea una Comisión para reformar el Sistema General de Participaciones (SGP), lo que debería permitir contar con mayores recursos para infraestructura escolar, la ampliación de la jornada, culminar la nivelación salarial de los docentes y resolver el tema de las primas extralegales que se usaron en las regiones para compensar los bajos salarios históricos.

Tenía toda la razón el ex presidente Mujica cuando declaraba: “Vamos a invertir primero en educación, segundo en educación, tercero en educación. Un pueblo educado tiene las mejores opciones en la vida y es muy difícil que lo engañen los corruptos y mentirosos”. En Colombia, la baja calidad educativa es uno de los elementos esenciales para entender la subsistencia de la corrupción, el engaño y la manipulación que siguen carcomiendo la vida política nacional.

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Un estudio de la Fundación Compartir estimó en 2013 que los salarios de los docentes estaban, en promedio, 18% por debajo de los que devengaban otros servidores públicos con el mismo nivel de formación y antigüedad. Hasta el momento se ha convenido una nivelación salarial del 12%, la cual culminará en el año 2019; pero seguiría pendiente un 6% para los años 2020 y 2021, lo cual sólo es posible con una reforma al SGP. También es muy positiva la creación de una bonificación anual a los docentes, la que crecerá hasta llegar al 15% en 2020.

Es igualmente positivo que se garantice el derecho a la educación inicial desde los 3 años, tal como fue establecido en la Ley General de Educación hace 23 años, pero que solo se cumple para el grado cero o inicial. Se prevé abrir los primeros grados de jardín en el 2022 y los de prejardín dos años después. Aun así, la manera que se acordó dar cumplimiento a este derecho evidencia poca comprensión pedagógica sobre el proceso de formación que requieren los niños pequeños. Por ello, en esta nota argumentaré por qué es un acuerdo que, en este aspecto, tendremos que reestructurar.

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Múltiples estudios en el mundo han revelado la importancia que tiene para el desarrollo de los niños recibir una educación inicial de calidad. Se calcula que por cada dólar invertido en educación inicial retornan 17 en el largo plazo, lo cual no es de extrañar si se tiene en cuenta que esos niños disminuyen significativamente la reprobación de año y la deserción escolar.

La educación inicial es esencial para que el niño capte los matices, grados y “colores” que tiene lo real, lo cual no puede hacer por sí solo. Es fundamental para cualificar sus clasificaciones y fortalecer las nociones espacio-temporales que consolidarán su pensamiento. También le facilita el aprendizaje de la escritura y su comprensión lectora gracias al trabajo que se hace en los “jardines” a nivel de motricidad fina y gruesa y lo que se adelanta en vocabulario. Precisamente por eso, las Pruebas Pisa estiman que los niños de 15 años que tuvieron educación inicial alcanzan, en promedio, 32 puntos superiores en matemáticas y en lenguaje, frente a quienes no ingresaron a la educación “preescolar”.

A nivel emocional, la educación inicial es determinante para brindar seguridad y fortalecer la comprensión del otro y la convivencia sana y tolerante entre compañeros. Un niño que recibe el acompañamiento y la mediación desde sus primeros años es más equilibrado emocionalmente, más sensible y más tranquilo.

Por eso es tan grave que la mayoría de los niños que no van a la escuela en edades iniciales pertenezca a los estratos más bajos de la población. En los grandes centros urbanos, pese a la gratuidad del servicio integral, la oferta privada sigue cubriendo la mayoría de los niños en estas edades y, pese a la alta calidad observada en algunos centros infantiles privados, sigue siendo frecuente el “jardín” de barrio que funciona en un garaje, ofreciendo “guarderías” para los niños de estratos medios, pero con muy poco impacto en su desarrollo integral.

Garantizar los tres años de educación inicial que estableció la Ley General de Educación sin reparo de estrato, género ni región es una de las mejores maneras de acrecentar la democracia, disminuir la inequidad y mejorar la calidad de la educación en Colombia.

Sin embargo, el acuerdo entre Fecode y el Ministerio, estableció algo especialmente grave para los niños: Que los jardines estarán integrados a los “colegios oficiales del país”. Con seguridad, ni los hijos de los directivos de Fecode ni de los funcionarios del MEN van a asistir a dichos centros escolares; de lo contrario, no habrían tomado una decisión tan perjudicial para el desarrollo de niños de 3 a 5 años. Estos requieren un espacio propio que les garantice seguridad, un currículo flexible acorde a su nivel de desarrollo y un trabajo en las diversas dimensiones humanas, algo de lo cual, tienden a carecer los “colegios oficiales del país”.

Necesitamos maestras y directoras concentradas en jalonar su desarrollo integral, que garanticen un seguimiento constante y que lleven a cabo un trabajo conjunto con los padres de familia para fortalecer el desarrollo. Por ello, sin duda, se equivocaron Fecode y el MEN. Lo que necesitamos es crear una oferta educativa amplia, diversa, pertinente y de calidad que brinde atención integral a la primera infancia, que respete las condiciones de desarrollo de los niños, así como la diversidad geográfica y cultural del país. Es necesario que los niños a esta edad se acerquen al arte, que exploren y jueguen en especial juegos de roles que jalonen su proceso de descentralización social. Esta es la actividad rectora que deberían realizar los niños menores, y los colegios oficiales no cuentan con las condiciones para impulsarla.

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A Fecode podríamos decirle algo análogo a lo que ellos dicen de la Jornada única: “Educación inicial sí, pero no así”. No es de extrañar que un sindicato que se ha concentrado en las últimas dos décadas en reivindicar lo gremial acierte al pensar arreglos económicos para la educación, pero se equivoque al pensar las soluciones que se requieren para transformar la calidad de la educación del país.

La tarea que tendremos entre todos es fortalecer la educación de niños menores en los nuevos y diversos centros que habrá que crear para brindarles los espacios, los proyectos, los currículos flexibles, las actividades, el trabajo con los padres, las maestras, las directoras y la formación que ellos requieren para impulsar su desarrollo integral.

De antemano, aseguro que, aunque he sido fuerte defensor de la educación oficial, aspiro a que ninguno de mis nietos llegue a los actuales colegios oficiales “grandes” a los tres años, porque sé que, a esa edad, no sería lo más conveniente para su desarrollo integral.

*Director del Instituto Alberto Merani y consultor en educación de las Naciones Unidas. 
Twitter: @juliandezubiria

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