POLÉMICA
La guardería que está entre dos burdeles en el Barrio Rojo de Ámsterdam
La guardería Princesa Juliana está ubicada en pleno Barrio Rojo de Ámsterdam, en donde mujeres y hombres ofrecen sus servicios sexuales. Pero pese a la controversia que esto pueda causar, su presencia en el vecindario es clave ante el avance del turismo descontrolado.
Si te paras frente a este edificio, es posible que escuches a muchos turistas mostrar su incredulidad e incluso su descontento ante la existencia de esta guardería en Ámsterdam.
No porque el inmueble tenga una arquitectura extremadamente angosta como tantas construcciones de la capital holandesas o porque el sistema educativo sea revolucionario y polémico.
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La guardería Princesa Juliana llama la atención porque está ubicada entre dos burdeles en pleno centro del Barrio Rojo de Ámsterdam.
La directora Sally Fritzsche escuchó de todo: desde el hombre que la regañó mientras llevaba a los niños en su caminata semanal, hasta los guías de turismo que simulan que es una escuela para niños de prostitutas.
A pesar de su ubicación inusual, esta guardería es una de los mejores de la ciudad holandesa: en los últimos cuatro años, su clasificación pasó de "roja" a "verde" en el sistema de valoración de la ciudad.
Esta mejora se produjo a pesar de una reducción en el subsidio gubernamental a este tipo de centros que obligó a varias instituciones a cerrar sus puertas.
Mantener a las comunidades activas
La guardería Princesa Juliana comenzó en la calle histórica de Warmoestraat en 1875, y se mudó a su ubicación actual de Oudekerksplein en 1999.
Está a unos metros del canal que atraviesa el Barrio Rojo.
Dirigida por una compañía llamada Kleine Wereld ("pequeño mundo"), los nueve maestros de la guardería cuidan a 60 niños de entre tres meses y cuatro años.
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Abre de 7:30 a 18:30, lo que significa que hay mucha coincidencia con el horario de apertura de los burdeles, que están en funcionamiento desde las 10 de la mañana hasta tarde en la noche.
La mayoría de los niños que asisten a la guardería provienen de familias que viven en el distrito vecino de Nieuwmaarkt, y las tarifas son razonables para el nivel de vida de Ámsterdam.
Los alumnos vienen de diferentes tipos de familias: algunos son hijos de inmigrantes y no hablan holandés, y otros son hijos de músicos de conocidos grupos holandeses.
"Personas normales"
Cuando un nuevo maestro comienza en la escuela, generalmente se toma un tiempo para adaptarse al vecindario.
"Estoy aquí desde hace cuatro años y aún así, cuando paso junto a las mujeres, pienso ‘¿para dónde miro?‘", se pregunta Fritzsche.
"Pero no me molesta. Simplemente piensas que debe haber una razón por la que están trabajando allí y no sabes si es buena o mala, pero la aceptas".
Wilma Korff, quien creció en el área y enseñó en Princesa Juliana durante 28 años, cree que los niños se benefician de la ubicación de la guardería.
"Yo diría que crecer aquí tuvo un buen efecto en mí, al igual que en los niños", dice.
"Están creciendo en un lugar que es un poco diferente, y entienden que estas mujeres son personas normales".
Sally Fritzsche está de acuerdo. "Estos niños aprenden a ver a las personas como personas", dice ella.
"Ven a las mujeres que los saludan con la mano y ellos les devuelven el saludo. Les gusta y no tienen ningún prejuicio".
Cada semana los niños salen a dar un paseo por el vecindario en un colorido artilugio que se asemeja a varios cochecitos de bebé unidos entre sí.
Presión turística
Las mujeres en las ventanas del Barrio Rojo reconocen a los niños: algunas cierran la cortina cuando el grupo se acerca, otras saludan.
A veces los niños preguntan si los burdeles son piscinas. Sally Fritzsche permite a los padres decidir cómo responder a estas preguntas, pero los niños generalmente son demasiado pequeños para darse cuenta de lo que están viendo.
El turismo, o más específicamente el resentimiento hacia el turismo, es actualmente un problema importante en Ámsterdam, y la guardería Princesa Juliana juega un papel inesperado en aminorarlo.
Jan van der Borg, experto en turismo de KU Leuven en Bélgica, dice que la ciudad está sufriendo un proceso que él llama de "venecización".
El término viene el nombre de la ciudad italiana de Venecia, que se ha convertido en un símbolo de una economía local saturada por la industria del turismo, tanto que es difícil para los residentes comunes seguir viviendo allí a medida que los comercios y servicios locales desaparecen.
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Van der Borg lo describe como un "monocultivo turístico que sofoca otras actividades sociales", y en Ámsterdam significa tiendas de souvenirs con grandes zuecos y tulipanes que reemplazan a otros servicios locales.
Ámsterdam respondió prohibiendo nuevas tiendas para turistas y las "bicicletas de cerveza" (populares entre las despedidas de soltero), y aumentando los impuestos a los propietarios que alquilan sus habitaciones para estadías cortas.
Protección de las guarderías
Pero Van der Borg cree que este es el enfoque equivocado.
Es "mucho más eficiente mejorar y fortalecer las actividades alternativas al turismo", como mantener abiertas las escuelas, dice.
El experto opina que si la ciudad "alimenta" a guarderías como la Princesa Juliana, el fenómeno de ‘venecización‘ "se puede frenar o incluso detener".
Así que esta guardería y las escuelas de secundariaa cercanas -Sint Antoniusschool y Witte Olifant- desempeñan un papel vital en la preservación de una comunidad residencial en el centro de Ámsterdam.
"No puedo imaginar qué pasaría con el vecindario si no estuviéramos más aquí", dice Sally Fritzsche.
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"¿Qué harían los padres con sus hijos? Un vecindario es bueno cuando hay buenos servicios a su alrededor. Si eso se quiebra, el vecindario también se derrumba", añade.
"Si todas las casas estuvieran ofreciendo servicios de Airbnb, todo el vecindario cambiaría y ya no habría niños viviendo aquí".
La autoridad local de Ámsterdam, propietaria del edificio que alberga a la guardería Princesa Juliana, reconoce la importancia de la institución.
La supervivencia de la escuela se vio amenazada cuando su antiguo operador se retiró en 2013 debido a la caída de los ingresos.
Pero a pesar del potencial lucrativo de un gran edificio de dos pisos en una ubicación central, el gobierno se lo ofreció a Kleine Wereld a un precio rebajado.
Por lo tanto, los visitantes de Ámsterdam seguirán viendo a un grupo de niños y docentes caminando por el barrio rojo en el futuro.
Este verano, Sally Fritzsche fue confrontada por un turista durante uno de estos paseos.
"Nos detuvo y dijo: ‘¿Qué están haciendo aquí con los niños?‘", cuenta.
"No vamos a ir a ningún lado. Nosotros pertenecemos a aquí", le respondió.