RELACIONES
¿Por qué enamorarse de una persona que lee?
El idilio con un amante de la lectura nunca será aburrido: le encantan los giros narrativos. Diez razones para abrirle el corazón a un lector.
Ratones de biblioteca, aburridos o demasiado intelectuales suelen ser las expresiones para definir a los lectores empedernidos. Sin embargo, como toda generalización es arbitraria, estas descripciones no son la regla. Las personas que leen también pueden ser irresistibles.
Son expertos en aventuras literarias y nadie conoce como ellos sus historias favoritas. Los personajes que más los impactaron sembraron algún aprendizaje y saben, a fuerza de su experiencia en historias, que no existe una verdad absoluta.
Justamente, en la rutina de abrir y cerrar libros ejercitaron la empatía. Un estudio de la Universidad de Berkeley, Estados Unidos, reveló en 2011 que a los lectores de ficción se les facilita entender los puntos de vista ajenos y respetar la diferencia.
Además, desarrollan fuertes habilidades comunicativas. En pocas palabras, las páginas les enseñaron a ser amables. De acuerdo a la investigadora de Berkeley, Anna Cunnigham, los amantes de la lectura son personas más inteligentes porque han trabajado competencias como el vocabulario, la memoria y la detección de patrones.
Por eso un lector es un buen prospecto para enamorarse. Estas son las diez razones que demuestran por qué abrirle el corazón a un lector vale la pena.
1. Tienen maestría en ponerse en los zapatos del otro
Básicamente, encarnar la piel de los personajes y entender sus pensamientos, decisiones y sentimientos es lo que han hecho en su trayectoria como lectores. No es extraño que lo pongan en práctica en la vida real.
2. Entienden el valor de la soledad
Su mejor compañía es un libro y disfrutan el tiempo a solas. Por eso, también respetan el de los demás. Comprenden que mientras ellos pueden entregarse horas enteras a un buen libro, su pareja está en todo su derecho de darle rienda suelta a cualquier afición.
3. Buenos consejeros
Están acostumbrados a considerar varios ángulos, voces y posiciones en una situación. Por eso, ante cualquier circunstancia evalúan todas las posibilidades. Así mismo, saben que también hay un espacio para lo inesperado y se sienten cómodos con eso. No es raro que intenten encontrar una lección en cada problema.
4. Son una biblioteca de datos extraños
Su memoria es envidiable y recuerdan con precisión detalles de cualquier historia que enriquece las conversaciones. Por supuesto, el sentido del humor aquí es fundamental. Los datos que tiene también los sacan de apuros y las conversaciones pueden ser interminables. Siempre se puede aprender algo nuevo.
5. Son más curiosos que un gato
Siempre quieren descubrir algo nuevo, un dato o una historia. Están llenos de preguntas y andan por la vida haciéndolas. De ahí que también sean buenos escuchando. Son interesantes y la monotonía no está en su agenda.
6. No son dispersos
Si la conversación o la actividad los atrapó no hay posibilidad de que se distraigan. Están acostumbrados a concentrarse en una sola tarea durante un buen tiempo. Saben que la paciencia es una virtud porque en algún momento llegará el desenlace de la historia.
7. No hay que complicarse con los regalos
Probablemente siempre pidan libros para cualquier ocasión, así tengan otros diez sin leer en su casa. El reto está en conocerlos lo suficiente para saber cuál regalar: uno que no tengan o ya se hayan leído. Empezar por sus autores favoritos puede ser un buen camino.
8. Son sabios
Tienen la experiencia de haber conocido muchos personajes y vivir a través de ellos. Entonces, la sabiduría que aprendieron en las páginas suelen aplicarla a la vida real. Justamente porque identifican situaciones parecidas y evalúan las reacciones que se pueden tener frente a los eventos.
9. Se comprometen
En muchas ocasiones los lectores se involucran más con el mundo social. Están comprometidos con causas, asisten a eventos sociales y les gusta ayudar. El plan nunca faltará.
10. Son contagiosos
La lectura se pega. Una persona que lee siempre querrá conversar del libro que se acaba de leer e insistirá para que alguien más sea su cómplice. Además, no hay mejor compañero que el que induce a los buenos hábitos.