CIENCIA

El premio nobel de medicina que defiende los alimentos transgénicos

Richard Roberts asegura que consumir alimentos genéticamente modificados es saludable y que son las ONG como Greenpeace y los medios de comunicación los que han impedido que el mundo reconozca sus beneficios. Habló con Semana Educación.

9 de septiembre de 2018
Richard Roberts volvió a Colombia para compartir sus experiencias sobre el ADN con otros científicos colombianos. Cortesía EFE.

El debate sobre los alimentos genéticamente modificados está desde hace décadas sobre la mesa. El debate involucra la salud de millones de seres humanos, así como los intereses de campesinos y empresas de la industria agrícola y biotecnológica. Por años, estas discusiones tienen enfrentadas a la sociedad civil (que no sabe con certeza qué pasa), a organizaciones no gubernamentales y a los científicos del mundo.

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Richard Roberts es una de las caras más visibles de los movimientos a favor de la ciencia en la agricultura. El bioquímico inglés ganó el Premio Nobel de Medicina de 1993 por descubrir que las secuencias de genes en el ADN son discontinuas, contrario a lo que se pensaba. Él es quien ha liderado la defensa de los organismos modificados genéticamente (GMO, por sus siglas en inglés). En 2016 encabezó el pronunciamiento de 130 premios nobel que, por medio de una carta, le pidieron a Greenpeace que abandonara su campaña en contra de los transgénicos y que detuvieran su oposición “basada en dogmas y emociones”.

Después de nueve años, Roberts regresó a Colombia para compartir con científicos colombianos sus experiencias en el campo investigativo y su lucha en la defensa del mejoramiento de los alimentos. El cientifico inglés resaltó la necesidad de que el mundo deje de lado los mitos sobre los transgénicos. 

SEMANA: ¿Qué cree que es lo más valioso sobre la estructura del ADN?

Richard Roberts: Que contiene toda la información del ser humano. Y eso hace a las personas lo que son. Y conocerlo es fundamental si queremos desarrollarnos.

SEMANA: ¿Cómo ve a Colombia en términos de ciencia, tecnología e innovación?

Richard Roberts: No están invirtiendo lo suficiente en innovación, aunque no conozco a profundidad los detalles de lo que están haciendo en este momento. Sin embargo, algo sí puedo decir y es que veo que les va un poco mejor en la aceptación de los cultivos transgénicos.

SEMANA: ¿Qué son los transgénicos y por qué sostiene que es mejor que el cultivo tradicional?

Richard Roberts: Es una manera precisa de mejorar los genes de los alimentos de una forma rápida y segura. El método GMO encuentra el gen específico que queremos y lo pone directamente en la planta. Aquí no hay ningún proceso extra, y es más efectivo porque no se filtran genes que no escogimos. Así, logramos una planta modificada que tiene una ingeniería muy precisa y que se hizo únicamente para ser producida con el gen que le introducimos.

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Es muy diferente a la forma de cultivo tradicional por el tiempo y la efectividad del proceso. El cultivo tradicional toma más tiempo en crecer y el cruce de los genes entre las plantas no es tan selectivo, lo que hace que aparezcan tanto los genes específicos que queríamos, como los que no. Acá sí se filtran genes no deseados. Y eso lo hace más inseguro y menos benéfico para la sociedad.

SEMANA: ¿Por qué?

Richard Roberts: No hay nada más peligroso sobre los GMO si lo comparas con la forma tradicional de mejorar los cultivos. En la forma tradicional terminas por tener muchos genes que no conocemos, no sabemos qué hacen. No tener ese control sobre la modificación genética de alimentos puede ser más contraproducente y no aporta al desarrollo planificado.

SEMANA: Entonces, ¿Cómo es que consumir alimentos modificados beneficia al mundo? Explíquenos eso.

Richard Roberts: Una de las historias que mejor representa el método transgénico es el caso de la vitamina A y la deficiencia de esta en los países en vía de desarrollo. Más o menos 2 millones de niños mueren antes de cumplir 5 años porque durante su corta vida no han recibido suficiente vitamina A. Muchas de las personas que no consumen el nutriente tienen al arroz como la base de su alimentación.

Entonces, al saber esto, dos científicos (uno en Suiza y otro en Alemania) intentaron mejorar el cultivo del arroz para que contuviera betacaroteno, que es el precursor de la vitamina A. Y, como el betacaroteno es amarillo, el arroz transgénico que lograron ambos científicos adquirió un tinte amarillento. Por eso lo llamaron Arroz Dorado. Fue un avance científico que está esperando a que pase por un proyecto de ley para que los agricultores de Bangladesh empiecen a cultivarlo y será el ingrediente que proporcione la nutrición necesaria de los niños de este país.

Otro ejemplo es la insulina. Los diabéticos usan esta sustancia humana, pero no saben que sale de un transgénico: el gen de la insulina humana se ha ingresado en la levadura o en una bacteria y es un clásico uso que se le da en la vida diaria a los organismos genéticamente modificados y que aporta a una mejor calidad de vida. La precisión de la ingenieria en estos genes es lo que permite el progreso en la salud. Y eso no puede ser negativo.

SEMANA: Es conocido su compromiso por defender este avance de la ciencia. ¿Cómo ha sido ese trabajo y por qué decide enfocarse en los alimentos transgénicos?

Richard Roberts: Ha sido un trabajo de muchos años. Creo que el problema en general con defender la ciencia es que gran parte de la población no ha tenido una educación científica y así es fácil confundirse y no saber si algún avance científico aporta o no a la sociedad. Mi compromiso se ha basado en investigar y difundir, que no se quede solo en la academia.

En cuanto al proceso de los transgénicos, me he enfocado en los alimentos porque no sé cómo puede alguien dormir en las noches si sabe que sus acciones detienen el desarrollo humano y, por lo tanto, asesina a niños y bebés con deficiencias nutricionales. Quiero aportar a que eso no pase y la lucha ha tenido que ver con la educación y el conocimiento frente a este tema.

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El movimiento antitransgénicos (del que Greenpeace hace parte) ha sido bastante efectivo en transmitir su mensaje, porque ha tenido mucho dinero para invertir en publicidad y en sus tácticas de miedo para que todos se sientan aterrorizados frente a este tema. Y se han involucrado los medios de comunicación, porque a las empresas de medios les encanta contar historias aterradoras.

SEMANA: Entonces, ¿Qué ha sido lo más difícil de su trabajo a favor de los GMO?

Richard Roberts: Lo más difícil de defender los transgénicos es que la mayoría de personas que los han tratado de defender son los científicos aplicados que reciben financiación de empresas de la agroindustria.

Entonces, cuando salen a contar lo que han encontrado en sus investigaciones y cómo esto aporta al desarrollo, el movimiento antitransgénicos los acusa de ser los escudos de una industria muy compleja y detestada por muchos. Los asocian directamente con grandes empresas de la agricultura y la biotecnología como Monsanto.

Organizaciones como Greenpeace han dado por sentado que Monsanto, los avances científicos y los cultivos transgénicos son lo mismo, y esa relación genera rechazo. A mí no me gusta Monsanto porque no se han comportado bien, ha sido una empresa americana avariciosa y ha tenido más interés en ganar dinero, en lugar de hacer algo bueno por la sociedad. Pero no se pueden satanizar los cultivos genéticamente modificados por las decisiones de Monsanto.

Los GMO no son productos. Es un método desarrollado por científicos como una forma de acelerar el crecimiento de las plantas y hacerlo más preciso. Pero el problema es que las empresas no difundieron esto de forma correcta y tampoco contaron los beneficios que traía para las personas. Así, sin información verídica es muy fácil decir cosas negativas y darle una mala reputación a este método.

SEMANA: ¿Y no cree que la identidad cultural que brindan la gastronomía y los cultivos tradicionales es otro factor que hace que los transgénicos no sean aceptados por las personas?

Richard Roberts: Voy a dar un ejemplo para responder esta pregunta. ¿Cómo era el maíz original? Se llamaba Teocintle, crecía en Centroamérica y los mayas lo domesticaron lentamente hasta la especie de maíz que conocemos hoy: grande y con muchos granos. La herencia cultural está en esa primera especie, pero los genes que producían ese maíz daban una planta pequeña y casi sin grano. Era difícil de cultivarlo, pero era suficiente para las personas en ese momento. ¿Queremos volver a lo original con el argumento de preservar la identidad cultural? Creo que más que eso, las sociedades siempre están buscando mejorar. Pasa con la tecnología, pasa con la comida. Si podemos obtener una mejor alimentación, productos de mayor cantidad y calidad, con mejores nutrientes y en menor tiempo, ¿Por qué no hacerlo?

SEMANA: Entonces, ¿Cuál cree que es el problema de raíz para ese escepticismo con los GMO?

Richard Roberts: El mal uso que se le está dando a la información científica. Las campañas (que deberían ir en contra de las empresas) están desprestigiando el avance científico que es la posibilidad de modificar de forma muy precisa los organismos y por ende la comida. Pero la desinformación no solo se encuentra en el público en general y los consumidores. También el problema está en que, si bien existe este método, nadie le está diciendo a los agricultores los beneficios para sus cultivos. La relación entre empresas como Monsanto con las semillas y los agricultores es otro cuento diferente al avance científico. Como científico que conoce el método GMO solo puedo decir que si los agricultores conocieran y utilizaran este método, podríamos beneficiar a la población en general, a los países en vía de desarrollo, a la gente que se está muriendo de hambre todos los días.

SEMANA: Con el valor que expresa sobre los avances científicos, ¿qué mensaje final le quiere transmitir a las personas?

Richard Roberts: Así como con los avances tecnológicos, los avances en la alimentación global también suceden en la medida que decidimos. Es una decisión que tomamos. Mucha gente es apática porque pueden ir al supermercado y escoger de tanta variedad. Los niños en África, por el contrario, no tienen opción. Como sociedad, no deberíamos decir que la comida géneticamente modificada es “comida mala o peligrosa” en las condiciones en las que la hambruna global se encuentra. Si ellos no comen de seguro morirán.