“Ese libro insulta la inteligencia”

Semana: ¿Le regalaría ese libro a su hijo?

Yolanda Reyes: No. Si usted es un padre responsable, si lo hojea y conoce y respeta lo inteligentes y sensibles que son sus hijos, no lo regala.

Semana: ¿Por qué?

Yolanda Reyes: Porque es de mala calidad, trivial e irrelevante. Es un insulto a la inteligencia.

Semana: Dé un ejemplo.

Yolanda Reyes: Confunde burlas ramplonas sobre sexualidad y maltrato con humor. Hace chistes del tipo que decir ‘retrasado mental’ es gracioso.

Semana: ¿Pero debe la SIC meterse?

Yolanda Reyes: La entidad respondió a una solicitud hecha por padres y ordenó agregar una cinta advirtiendo: “El contenido de este libro no es apto para niños, niñas y adolescentes”. ¡Espero que eso no signifique que podría ser apto para adultos! Porque insulta la inteligencia de los adultos.

Semana: Pero, ¿es esa la función del Estado?

Yolanda Reyes: La superintendencia debe proteger al consumidor, y en este caso hay confusión pues la apariencia del libro es engañosa: simula ser un libro de actividades para niños. Pero, más allá de eso, quienes deberían proteger a los lectores son los editores y los libreros. Yo tengo una librería para niños y jóvenes y no vendo ese libro porque respondo por la calidad de lo que ofrezco.

Semana: Algunos dirían que eso es censura.

Yolanda Reyes: Hacer curaduría es elegir, proponer, seleccionar, valorar. Es responsabilizarse de lo que se piensa del otro y de lo que se le ofrece, aun más en el caso de los niños.

Semana: El autor del libro es un chico famoso en YouTube. ¿No se está tapando una realidad?

Yolanda Reyes: Sí. Ese libro es la punta del iceberg. Más allá de censurar o hacer advertencias, hay que formar criterio porque no vamos a poder ponerle marquillas a tanta basura que circula por las redes, ni a los apetitos de los mercaderes que explotan a estos niños solo por su número de likes.

Semana: ¿Cuál es la solución?

Yolanda Reyes: A muchos niños lectores que conozco no les interesaría un libro así de tonto porque han podido formarse. El problema es cuando no tienen sino este tipo de libros. Ahí insisto en el rol de padres, maestros, bibliotecarios y medios de comunicación. Pongamos a circular lo que nutre el criterio. Conversemos con los niños como los interlocutores sensibles y geniales que son. El humor, la inteligencia y las opciones son la mejor superintendencia para que un lector aprenda, desde niño, a separar el grano de la paja.