SEMANA: ¿Por qué apoyar al alcalde?
WILLIAM OSPINA: Cientos de miles lo eligieron y ahora unos quieren revocarle el mandato y otros, destituirlo. Aquí es casi un deporte impedir que alguien gobierne cuando quiere cambiar las cosas. A Juan Martín Caicedo lo sacaron, aunque después se demostrara su inocencia. A Peñalosa lo querían revocar antes de que mostrara sus virtudes como administrador.
SEMANA: ¿Pero conocen las críticas a Petro?
W.O.: A todo gobernante se le puede hacer oposición, pero sus adversarios no pueden impedir que gobierne. Y es evidente que esta administración no es corrupta.
SEMANA: ¿Cómo surgió el manifiesto?
W.O.: En una reunión de amigos, no necesariamente partidarios de Petro, pero indignados ante una maniobra con propósitos políticos. Petro está afectando poderes que manejan esta ciudad desde hace tiempos. El nuestro es un acuerdo de defender la democracia.
SEMANA: Ustedes señalan al procurador de ser el mayor adversario de esta última…
W.O.: Sus adversarios son muchos. Personalmente pienso que él es arbitrario, que sus decisiones son políticas y no meramente administrativas.
SEMANA: Han pasado 17 años desde que publicó su ensayo ‘¿Dónde está la franja amarilla?’ sobre la crisis generalizada del país. ¿Sus tesis siguen teniendo validez?
W.O.: Cada vez más. Es más, creo que me quedé corto. Quiero publicar un libro este año para hablar del país, de los caminos que nos han traído hasta este momento y de cuán necesario es que esa franja amarilla proponga otros sueños para Colombia.
SEMANA: Además de escritor usted es columnista. ¿Así expresa su compromiso político?
W.O.: Escribo sobre todo: libros, historia, arte, cine y también sobre política. No me gusta ser esclavo de la actualidad, ni de la mezquina política diaria, pero a veces es imposible no opinar.
SEMANA: ¿Le gustaría que más escritores opinaran?
W.O.: El deber de un escritor es escribir bien y creer en lo que escribe. Mi idea de la literatura exige la responsabilidad como ciudadano, el compromiso con el sueño de una sociedad reconciliada, decente y feliz. Y eso en Colombia exige denunciar injusticias, desnudar un orden arrogante, que no tiene piedad con la gente humilde ni proyectos generosos para el país.