Dinosaurios, ¡que los hay los hay!
Historias de grandes seres prehistóricos y huesos de increíbles proporciones se pueden ver en el Museo del Fósil en Villa de Leyva.
Quizá la primera persona que habló del patrimonio paleontológico de Villa de Leyva fue Alejandro Von Humboldt. Históricamente los campesinos de la región están acostumbrados a encontrar entre los surcos de sus sembrados huesos fósiles de seres descomunales y amonitas de todos los calibres. Los mares del cretácico cubrían esas tierras que hoy empiezan a aparecer en los mapas paleontológicos del mundo. A estos hallazgos han estado vinculados los más importantes científicos nacionales y uno que otro extranjero de apoyo. En los últimos 60 años estos tesoros han sido saqueados y sacados del país sin control alguno. Por primera vez, la Alcaldía de Villa de Leyva ha intervenido y se está apersonando de este patrimonio universal. Con el concurso de Ingeominas, las fundaciones Colombiana de Geobiología y Otros Mundos, así como la Universidad Nacional, se ha logrado una tarea vital en la recuperación y la preparación de muchos reptiles marinos que próximamente quedarán expuestos en el nuevo Museo Paleontológico de La Cabrera, en la vereda de Monquirá. Con las acciones decididas de estas entidades se adelantan planes de clasificación de piezas pertenecientes al Museo El Fósil, de la misma vereda. Desde hace muchos años, allí, fuera del Kronosaurus boyacensis, se han visto unas vértebras enormes que nunca habían sido estudiadas. El grupo de científicos encabezado por Mauricio Pardo y Carlos Bernardo Padilla ha determinado que esos fósiles ignorados en el fondo de una vitrina, efectivamente pertenecen a un Apatosaurus. La certeza del descubrimiento está avalada por los profesores Jeff Wilson, de la Universidad de Michigan, y Diego Pol, del Museo Egidio Feruglio de la Patagonia argentina. Noticia de talla mundial que zanja la discusión eterna de los que han sostenido que en la provincia del Alto Ricaurte boyacense no existieron los dinosaurios. Este es el segundo descubrimiento de esta magnitud que se hace en Colombia, el primero fue hace unos 50 años, en la Serranía del Perijá.