El poporo quimbaya
Esta pieza artesanal representa lo mejor del trabajo orfebre de una de las grandes culturas prehispánicas.
Fue el símbolo escogido para representar a Colombia, como la línea ecuatorial a Ecuador, el Canal de Panamá a Panamá, la Puerta del Sol a Bolivia, el Templo Inca a Perú y la Torre Petrolera a Venezuela, en los XV Juegos Bolivarianos, que se celebraron en el Eje Cafetero, Bogotá y Cartagena en mayo de 2005. No es la primera vez que el Poporo Quimbaya se emplea para representar a Colombia o parte de ella. Está en el escudo de armas de la población de Dos Quebradas; estuvo en el anverso de la moneda de 20 pesos a fines de la década de 1980; se le encuentra en versiones de arcilla, vidrio, cuero, madera, piedra, mármol, acero inoxidable, plástico, e incluso oro, en puestos de artesanías, joyerías y supermercados; los colombianos lo aprecian como uno de sus símbolos nacionales más estimados.
Es en realidad una de muchas piezas de orfebrería con el mismo nombre, pertenecientes a un período que los arqueólogos llaman "quimbaya clásico". Algunas representan figuras humanas, otras se asemejan a frutas, otras tienen forma de animal, o representan variaciones del poporo original, recipiente de uso cotidiano entre los indígenas de Colombia, hecho con el fruto del totumo.
Probablemente fue hallado a mediados del siglo XIX cerca de Yarumal, Antioquia, en la loma de Pajarito, a 1.825 metros de altura sobre el nivel del mar, en lo que el geógrafo Agustín Codazzi describió en 1854 como "una especie de templo subterráneo... con entrada al oriente, formando en el centro como un gran salón, con multitud de nichos más o menos profundos". Su primera imagen se encuentra en una fotografía que ilustraba una tarjeta de visita de la segunda mitad del siglo XIX. Llegaría a ser la pieza más fotografiada de toda la orfebrería prehispánica.
En 1939, el Poporo Quimbaya se convirtió en la pieza fundacional del Museo del Oro. El 22 de diciembre de ese año, el Banco de la República lo compró a una dama de Bogotá, doña Magdalena Amador de Maldonado, como respuesta a una nota que le había enviado el Ministerio de Educación en marzo instándolo a "comprar, para conservarlos, los objetos de oro o plata de fabricación indígena y de época precolombina, los que el Ministerio compraría por su valor material". El Banco atendió con prontitud el llamado del gobierno y procedió a adquirir objetos de orfebrería. Antes del poporo ya poseía 14 piezas menores, algunas simplemente fragmentos que, según se dijo, se guardaban en una caja de cartón en la caja fuerte de la oficina del gerente, Julio Caro. Con la llegada del poporo, se inició lo que pocos años después se comenzó a llamar Museo del Oro.
Tiene 777,7 gramos de peso, 23,5 centímetros de altura y 11,4 centímetros en su diámetro mayor. Fundido en dos partes por la técnica de la cera perdida en una fecha que los arqueólogos sitúan entre el año 0 y el 600 de nuestra era, su cuello está coronado por cuatro esferas, y su base, de forma globular perfectamente bruñida, descansa sobre una base de filigrana.
Identificar esta pieza como poporo no fue fácil. Hacerlo tomó cerca de 100 años a los viajeros, exploradores, arqueólogos, historiadores y anticuarios que lo examinaron. Al tiempo de su descubrimiento se le describía como algo que bien podría ser un "vaso grande", una "lámpara", un "incensario", un "candelabro" o "una botella". En la década de 1870, el viajero español José María Gutiérrez de Alba copió varias piezas de orfebrería preshispánica, entre ellas el cuello de un poporo, calificándolo como una "especie de frutero, conteniendo imitaciones de frutas indígenas", por las esferas con que lo coronan. Incluso cuando el Banco de la República adquirió el Poporo Quimbaya, sin conocer para qué habría podido servir, se le describió como "un jarrón de oro de muy perfecta factura". Finalmente, se llegó a determinar de qué se trataba: un recipiente en el que los indios echaban cal, que extraían con un palillo mojado con saliva y que, mezclada con la hoja de coca que mascaban, ayudaba a extraer de esta los alcaloides.
El Poporo Quimbaya y el resto de la colección del Museo del Oro se mostraron inicialmente sólo a invitados especiales, como el Príncipe Felipe de Gran Bretaña, el Arzobispo Makarios de Chipre y una lista que en 1967 contabilizaba a más de 500 personalidades. Era, como escribió Gustavo Santos en 1948, "sin lugar a dudas, la más extraordinaria atracción de orden cultural que Bogotá pueda ofrecer a propios y extraños. Muy particularmente, a extraños...". Cuando el Museo del Oro se abrió al público general, en julio de 1959, los propios colombianos comenzaron a ver una faceta del país hasta entonces poco conocida. Sus ancestros habían sido artífices de obras maravillosas, como el 'Poporo Quimbaya'. Colombia no era, después de todo, sólo un "país de cafres", como había dicho un político. Era también el país de El Dorado, y el 'Poporo Quimbaya' era una de sus más finas expresiones. Por esto se convirtió en motivo de orgullo y símbolo de identidad entre los colombianos.
* Historiador, sociólogo, Academia Colombiana de Historia