Los nórdicos
Estuvieron involucrados en la Independencia de Colombia, ayudaron a desarrollar la minería, la ingeniería, y los cultivos de tabaco y café. Fueron determinantes a la hora de impulsar la industria cervecera.
Suecos, daneses, finlandeses y noruegos se sienten orgullosos de su herencia vikinga, de ser pueblos de aventureros y viajeros. Los países nórdicos con Colombia y los asentamientos de las primeras colonias se dieron principalmente en el Siglo XIX. Durante la Independencia, el reino unido de Suecia y Noruega apoyó la causa revolucionaria de Bolívar en secreto de las potencias de la Santa Alianza. Desde la Isla de San Bartolomé, que entonces era una propiedad sueca, controlaba las operaciones, que incluyeron un fracasado intento de venta de buques de guerra. Así mismo, el Conde Fredrik Adlercreuz, puesto a órdenes de los colombianos, se convirtió en edecán de Bolívar y hombre de su total confianza. Desde los primeros años de vida independiente de Colombia comenzaron a establecer vínculos culturales y comerciales con estos países.
Pero el legado más profundo viene de los inmigrantes nórdicos que se quedaron en el país y se volvieron parte de su historia. Apellidos tan conocidos en Colombia como De Greiff, Clausen, Michelsen, Koppel y Jacobsen vienen de estos pioneros.
Carlos Segismundo de Greiff llegó a Medellín en 1826 sin intención de quedarse mucho tiempo. Pensaba trabajar durante dos años extrayendo oro al lado su cuñado, Carl Ulric von Hauswolff, y del ingeniero Pedro Nisser, otros dos suecos que habían llegado un año antes a Antioquia.
Recién llegado el joven oficial a Medellín, B. A. Goldsmith, la empresa inglesa que financiaba la mina, quebró y su dueño se suicidó, dejando a de Greiff sin motivo para permanecer en el nuevo mundo. Pero Carlos Segismundo decidió quedarse en Medellín y empezar de cero.
Se dedicó a trabajar en minas con empresarios antioqueños, fue agrimensor del Estado de Antioquia y más tarde, cónsul de Suecia y Noruega en Colombia. Lo que iba a ser una corta estadía se hizo permanente.
Daneses en Santander
Por la misma época en que suecos como De Greiff y Nisser revolucionaban la minería en Antioquia, también llegaron a Santander, por el Golfo de Maracaibo, otros escandinavos que jugaron su parte en el desarrollo de las industrias cervecera y cafetera del país.
El microbiólogo Henry Hanssen, que ha seguido el rastro de su ascendencia en los archivos de Copenhague, conserva el maletín de cuero negro ya duro y descosido con que su abuelo, Waldemar Hanssen, llegó al Nuevo Mundo en esta segunda expedición del 87. Waldemar tenía 21 años y un título de actuario. Venía como secretario del también sueco Christian Peter Clausen. Junto a éste trabajó inicialmente en el comercio de manufacturas con los sombrereros y talabarteros que abundaban en Socorro.
Con el dinero de este negocio, Clausen y Hanssen se unieron a Emile Kopp, hermano del fundador de Bavaria, Leo Kopp, para fundar una cervecería en 1885 en esa población. Hanssen y Kopp vendieron su parte y Clausen trasladó la cervecería, bautizada La Esperanza, a Floridablanca, en 1887.
Por su parte, Waldemar Hanssen cambió su parte de la empresa por la hacienda Berlín, una de las primeras fincas cafeteras de Colombia y protagonista del auge de este cultivo hacia el resto del país. Los santandereanos dicen que el cultivo del café se disparó en su región porque el párroco de Salazar de las Palmas, Francisco Romero, como penitencia por los pecados, ponía a sus parroquianos a sembrar palos de café.
Henry abre el maletín de su abuelo y empieza a abrir sobres de manila donde guarda todas las cartas, fotos y manuscritos en papel cebolla que documentan la historia de su familia. Hay muchas fotos aéreas ya desteñidas que muestran todos los puertos del Magdalena a principio del siglo XX. "La gente de El Banco se pone a llorar cuando le muestro esto", me dice.
Carl Michelsen de Nyborg
Cuenta Pedro López Michelsen que cuando se desempeñaba como embajador de Colombia en Dinamarca, conoció a Tade Kaarsted, un académico de la universidad de Odense que le preguntó por su segundo apellido. ¿Cómo podía llamarse Michelsen un colombiano? Y él le explicó que él, así como su hermano el ex presidente de Colombia, Alfonso López Michelsen, eran de Nyborg, Dinamarca. Kaarsted se interesó mucho en el tema y se dedicó a reconstruir la historia de Carl Michelsen de Nyborg, el primero en emigrar a Colombia.
Todos los documentos de la investigación de Kaarsted están guardados minuciosamente en varios volúmenes de libros. De acuerdo con estos, Carlos Michelsen, hijo de un matrimonio judío de Nyborg, salió de su casa a los 15 años a recorrer el mundo y en 1848 ya se había establecido como comerciante en la Nueva Granada. Entonces escribió al rey para solicitarle que lo nombrara cónsul general de Dinamarca en Bogotá, para lograr un tratado comercial que le permitiera llevar su carga en barcos daneses. La respuesta fue afirmativa. Dinamarca abrió su primer consulado en Colombia y nombró a Michelsen cónsul en 1947.
Dos años después, Carlos se casó con María del Carmen Uribe. El mayor de los hijos del matrimonio Michelsen-Uribe tuvo una hija, María, que se casó con el futuro presidente de Colombia Alfonso López Pumarejo, con lo que los Michelsen de Nyborg pasaron a hacer parte de una de las más importantes familias políticas de Colombia.
Hoy día las embajadas y los consulados de los países nórdicos en Colombia prefieren no dar datos sobre sus nacionales y evitan la exposición en los medios, quizá por seguridad. Entre estos figuran altos ejecutivos de empresas como la finlandesa Nokia y las suecas Ericsson y Skandia.
También hay una enorme constelación de ONG nórdicas que trabajan a favor de la paz y el desarrollo desde hace varias décadas, por lo que no es raro encontrar en mitad de la selva chocoana a unas jóvenes ojiazules y más blancas que la nieve bailando chirimía como los locales.