Los restauradores
Una escuela no formal adiestra a jóvenes cartageneros a recuperar el patrimonio arquitectónico de la ciudad más bella del Caribe.
Estética´ es la palabra favorita de José María Cassiani, un aprendiz de albañil de la Escuela Taller Cartagena de Indias. Allí la oyó por primera vez y desde entonces no deja de usarla. Sucedió hace seis meses, cuando el joven palenquero entró al programa de formación en carpintería, construcción y metales que enseña este centro de educación no formal auspiciado por la Agencia Española de Cooperación Internacional, el Sena y la Alcaldía de Cartagena.
Cassiani, de 19 años, supo un día que en una viaja casa del céntrico sector de Getsemaní se daban clases gratuitas de albañilería. Pero no cualquier albañilería. La Escuela Taller Cartagena de Indias enseña a los jóvenes oficios que se estaban extinguiendo en Cartagena y que hoy son vitales para la recuperación y restauración del patrimonio arquitectónico del centro histórico.
El ejercicio se inició en España con la reconstrucción de un edificio en Aguilar de Campos. Allí los interesados consiguieron recursos para la obra, pero descubrieron que tenían que enseñarles el oficio de la restauración a los jóvenes. Los promotores se dieron cuenta de que podrían matar varios pájaros de un tiro: restaurar el patrimonio histórico, rescatar oficios que estaban desapareciendo y generar empleo para los jóvenes. Una cosa llevó a la otra; con la celebración del quinto centenario del descubrimiento de América, la idea tomó proyección internacional y se fundaron escuelas taller en varias ciudades declaradas patrimonio arquitectónico de la humanidad como Quito, Antigua, Puerto Rico y Cartagena.
En Colombia se fundaron escuelas taller en Popayán, Mompox y Cartagena, donde nació en 1992. Germán Bustamante, coordinador del centro, explica que cada escuela taller se adecua a la arquitectura de las ciudades. En Cartagena se necesitaban jóvenes que manejaran la carpintería de obra, la talla de piedra, los herrajes y la pintura (que en La Heroica es especial por la viveza de sus colores).
El rescate de ese oficio implica que la persona lo valore. Por eso la clave es el trabajo de sensibilización con el patrimonio, la base del artesano. "Significa meterlo en un mundo de apreciación del arte", agrega Bustamante.
"Antes pasaba por un arco de medio punto y no sabía qué era, ni siquiera lo apreciaba; ahora sé si está bien o mal hecho con solo pasarle una mirada", dice Cassiani. Para Jorge Cervantes, otro estudiante, la estética más que belleza significa perfección, proporcionalidad. Él estudiaba licenciatura y ciencias religiosas, pero se quedó sin dinero para seguir su carrera. "Fue un cambio por necesidad, cuenta; en Cartagena tienes que sobrevivir con cualquier cosa, creía que la albaliñería era un oficio tosco, pero ahora sé que es el arte de construir en piedra".
El programa está dirigido a personas de escasos recursos, con pocas posibilidades de estudios superiores y en especial, a desertores de la educación formal que quieren aprender un oficio. La formación es gratuita, los estudiantes reciben una beca de dotación y alimentación, y una especie de mensualidad, menor a un salario mínimo para costear el transporte. En lo corrido del año ningún alumno ha desertado.
Por este centro han pasado más de 600 alumnos. Su programa de dos años y de 100 aprendices por curso otorga formación práctica en albañilería, pintura, cantería, carpintería de armar, forja y fundición, entre otros oficios enfocados a la restauración de edificios históricos.
Durante la primera y segunda fase semestral, que componen el ciclo formativo, los alumnos fortalecen su formación escolar, reciben conocimientos básicos constructivos en los oficios escogidos, aprenden a expresarse gráficamente, inician su recorrido en la valoración del patrimonio e identidad cultural y reciben especial énfasis en el reconocimiento de su oficio y la motivación para su permanencia en la Escuela.
En la tercera y cuarta fase semestral fortalecen y profundizan sus conocimientos, reciben la enseñanza para su inserción laboral, y su proyección personal y comunitaria.
Con este programa, los jóvenes y la Escuela Taller han ayudado a restaurar tres casonas o monumentos en el centro histórico de la ciudad. La casa de la Moneda, el convento de Santo Domingo y la casa donde funciona la escuela taller en Getsemaní. También han colaborado en la colocación de placas para la nomenclatura de la ciudad vieja.
Al final del curso, estos muchachos y niñas de entre 18 y 26 años tienen el conocimiento especializado en la restauración y mayores posibilidades de conseguir empleo. Como Cassiani, tienen como palabra clave la estética, la misma que hoy reconstruye paso a paso a Cartagena.