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PETROLEO QUE NO HAS DE BEBER...

El petróleo de Arauca pudo haber sido la causa de muchas excentricidades regionales, pero su hallazgo fue definitivo para la economía colombiana, según un estudio reciente.

26 de junio de 1995

ANTES DE JUNIO DE 1983 ARAUCA NO ERA más aque un lugar perdido dentro del mapa de los colombianos. Tan perdido que para llegar hasta allá por tierra era necesario entrar por Venezuela, debido a que la trocha que la comunicaba con el resto del país dependía de la voluntad del invierno de turno.
Pero el anonimato no le duró mucho, pues la historia de Arauca comenzó a cambiar justo en ese junio, cuando aparecieron por primera vez en los periódicos noticias sobre la existencia de un yacimiento petrolero de proporciones sin precedentes en la historia reciente del país. Y aunque los titulares se celebraron con bombos y platillos, con el correr de los años Caño Limón dejó de verse como el pozo de la dicha para convertirse en el cuento perfecto para hacer una película cuyos protagonistas eran el despilfarro, la violencia y la corrupción.
Tan mala es la fama de esa bonanza que todas las recomendaciones sobre el manejo de la riqueza petrolera de Cusiana se concentran en lo mismo: que no ocurra lo que pasó en Arauca. Porque inmediatamente se habla de la población llanera llegan a la mente la piscina con olas, el velódromo, la pista internacional de coleo y el coliseo cubierto, obras monumentales en las cuales se metió la antigua intendencia aprovechando los recursos que le ingresaron. Además, se recuerdan los casos de gobernadores y alcaldes presos o huyendo de la justicia, acusados de haber metido la mano en las ricas arcas del departamento.
Eso sin contar el resurgimiento del Ejército de Liberación Nacional, un grupo guerrillero que estaba prácticamente extinguido y que en poco tiempo se convirtió en el más salvaje de los movimientos subversivos. Para muchos colombianos los asesinatos de niñas, las minas quiebrapatas y la intimidación de decenas de alcaldes llegaron junto con los primeros barriles salidos del campo de Cravo Norte. Además, los centenares de atentados al oleoducto que lleva el crudo hasta Coveñas se volvieron un fenómeno corriente en el país, con consecuencias ecológicas desastrosas.
Pero esa historia dolorosa, que es la más conocida, no es la única que tiene para contar la población llanera. Un estudio contratado por los socios del proyecto -Occidental de Colombia, Shell y Ecopetrol- con la firma de consultoría Booz Allen y con el apoyo de Económica Consultores, cuantifica por primera vez los beneficios económicos de Caño Limón y afirma que fueron considerablemente superiores a los perjuicios.

LOS BENEFICIOS
Para comenzar, hay que decir que Caño Limón no sólo cambió la histotia del departamento sino la del país, que en los 10 años previos a su descubrimiento se había convertido en un importador neto de petróleo. Con el hallazgo, Colombia pasó a tener excedentes exportables de crudo y la balanza del sector registró un superávit de 1.000 millones de dólares entre 1987 y 1992. La producción petrolera se duplicó desde 1986, cuando la asociación Cravo Norte comenzó a bombear 110.700 barriles diarios de crudo.
Pero la importancia de Caño Limón no sólo se sintió en el sector petrolero. Antes del descubrimiento, Colombia enfrentaba una difícil situación económica. El crecimiento del Producto Interno Bruto -PIB- venía en descenso desde 1978 e incluso, en 1983, el Producto por habitante tuvo -un crecimiento negativo, hecho que no ocurría desde los años 50. La crisis fiscal y cambiaria demandó un riguroso plan de ajuste que incluyó una devaluación de la moneda superior al 50 por ciento en 1985 y una estricta disciplina fiscal, con reformas tributarias incluidas debido a que el déficit fiscal alcanzó el 7,0 por ciento del PIB en 1983-. El ajuste fue sin lugar a dudas exitoso. Pero de no haber existido el yacimiento, la recuperación habría sido más lenta y tortuosa. Al fin y al cabo los recursos generados por el petróleo ayudaron a disminuir el déficit fiscal del gobierno y a impulsar el crecimiento económico. El estudio de Booz Allen afirma que por cada peso que generó el petróleo, aumentó el PIB 2.4 veces.
Según el informe conocido por SEMANA, el PIB nacional entre 1985 y 1993 habría sido menor en 5.000 millones de dólares de no haber existido Caño Limón. Además, llama la atención que no se dio uno de los más temidos efectos de un boom exportador de cualquier naturaleza: la revaluación del peso. Entre 1985 y 1992 se logró mantener la tasa de cambio en equilibrio, pese a la mayor disponibilidad de divisas que trajo la venta de crudo. Eso incentivó la inversión privada, que habría sido inferior en 40 por ciento entre 1985 y 1988.
A lo que apuntan tantas conclusiones positivas es a decir que Caño Limón generó un saldo a favor, pues ayudó al país a superar la crisis de los años 80 mejor de lo que lo hicieron otros países de la región, durante la que se denominó la década perdida de Armérica Latina.
Y es que el proyecto de Caño Limón generó ingresos totales por 9.680 millones de dólares, de los cuales se gastaron 3.120 millones de dólares y el resto -6.560 millones- quedó como margen bruto (ver cuadro). Pero lo más sorprendente es que, contrario a lo que se piensa en estos casos y que ha sido motivo de duras críticas por parte de quienes atacan la participación de multinacionales en los contratos petroleros, es que el 80 por ciento de las ganancias fueron para el Estado y el 20 por ciento restante quedó para los socios privados. Booz Allen afirma que si en Colombia se aplicara la reglamentación sobre petróleo que existe en países como Venezuela, Perú e incluso Ecuador, la participación del Estado no habría sido nunca superior al 72 por ciento. Curiosamente, esta es una de las quejas que han manifestado las petroleras mundiales, pues en su concepto Colombia es poco competitiva para atraer la inversión extranjera hacia el sector.

LA PERLA NEGRA
Pero no sólo por el margen de ganancia se observan los beneficios del yacimiento. En total, el campo de Caño Limón generó ingresos fiscales directos por 2.302 millones de dólares por concepto de impuestos y regalías, de los cuales el 68 por ciento llegaron a la Nación y el 32 por ciento a las arcas de los entes territoriales.
En el caso del gobierno central la cifra fue equivalente al 2,9 por ciento de sus ingresos corrientes -ingresos que le ayudaron a disminuir su déficit fiscal en 0,5 puntos porcentuales-.
Por su parte, el departamento se metió en proyectos importantes como el de mejorar el anillo vial entré los diferentes municipios, aparte de conectarse con el resto del país. Así mismo, su producción agrícola se triplicó durante el período, y lo mismo ocurrió con la ganadería. Otros indicadores favorables para la región tienen que ver con la calidad de vida, como son un aumento en la cobertura de senicios públicos del 30 por ciento, la reducción del analfabetismo del 30 al 15 por ciento y el aumento de la oferta hospitalaria de 17 a 170 camas por cada mil habitantes.
No obstante, es indiscutible que si con el manejo que se hizo de los recursos se consiguieron tan buenos resultados, se habrían hecho maravillas en la región de haberlos aprovechado sin manchas de corrupción y despilfarro. Según el estudio contratado por la Asociación Cravo Norte, aunque el porcentaje de recursos destinados a inversión en Arauca pasó del 20 al 80 por ciento, con una tendencia decreciente en los gastos de funcionamiento, "una gran parte de los recursos se destinó a sectores con menor prioridad, como la recreación y el fomento privado de la agroindustria, a cambio de infraestructura de uso público como el riego". Y esa es la perla que ha hecho de Arauca un departamento con mala fama, pues en pocos casos ha sido tan evidente el despilfarro como en el de las obras suntuarias que, en la mayoría de los casos, ni siquiera se han terminado. Pero además de que el departamento gastó en obras no prioritarias, tampoco se preocupó por incrementar sus ingresos tributarios por habitante distintos a los de regalías. La situación se complica si se tiene en cuenta que esos ingresos comenzarán a agotarse en poco tiempo, pues la época dorada de Caño Limón se acabó y el pozo ya entró en su etapa decreciente, lo que significará obviamente una caída en las regalías. Y ese es el mayor reto del departamento para el futuro, pues "se metió en gastos permanentes con ingresos temporales", según dijo a SEMANA uno de los consultores que realizó el estudio, y en la actualidad los ingresos ordinarios no petroleros son inferiores a los gastos de funcionamiento. Eso sin contar el pago de intereses que dejó la financiación de los proyectos que realizó.
Su gran desafío entonces es ajustar sus gastos a las fuentes de ingresos propios y permanentes, asi como mejorar su esfuerzo fiscal, para tratar de aminorar los costos de errores cometidos en el pasado.
Pero quizás lo más grave de no haber aprovechado mejor los recursos es que Arauca pudo haberse convertido en un polo de desarrollo único en el país como consecuencia del boom, pues sus ingresos corrientes se multiplicaron por cinco con la entrada de Caño Limón. En total, percibió por concepto de regalías la no despreciable suma de 75 millones de dólares anuales entre 1986 y 1993. Aunque el yacimiento todavía está produciendo, los volúmenes de crudo ya muestran una clara tendencia declinante.

¿Y AHORA QUÉ?
Saber lo que ocurrió con Caño Limón no tendría tanta importancia si el país no estuviera al borde de vivir un nuevo boom petrolero, como ocurre con Cusiana, que generará 500.000 barriles diarios de crudo a partir de 1997, mientras que la máxima producción que se alcanzó en el yacimiento de Arauca fueron 250.000 barriles. Y si el volumen se multiplicará por dos, lo mismo ocurrirá con los recursos; de manera que igual tendrá que duplicarse el cuidado para que no haya despilfarro.
En ese sentido se están haciendo algunos esfuerzos. Iniciativas como crear un fondo de estabilización petrolera, para que los recursos no entren todos al mismo tiempo, deben ayudar a crear una conciencia de ahorro de los recursos.
Pero además de eso, las recomendaciones de expertos dicen que hay que controlar tentaciones como la de endeudarse ilimitadamente. Si eso es grave, ni hablar de lo que ocurre cuando la plata se va en financiar proyectos suntuarios que no son prioritarios para el desarrollo. En tal sentido, el gobierno expidió una resolución reglamentaria de la Ley de Regalías, en la cual les advierte a los gobernadores y alcaldes que, en caso de comprobar despilfarro o mal uso de recursos públicos, tendrá que retener los giros. De ahí que los municipios y departamentos que las reciben tengan ahora que enviar una relación detallada de las inversiones realizadas con esa plata.
Nada de eso garantiza, sin embargo, que se eviten los errores pasados. Por ese motivo, la única seguridad que puede tener el país con las próximas bonanzas petroleras es que los dirigentes, particularmente los regionales, entiendan que semejantes hallazgos son una oportunidad para sembrar y no un regalo para cosechar. Y aunque es evidente que el crudo de Caño Limón le dejó muchos beneficios a Colombia, en el caso de Arauca es doloroso constatar cómo una región tuvo en sus manos la llave del progreso, pero dejó pasar la oportunidad sin ser capaz de abrir de lleno esa puerta.