Especiales Semana

Todos para Tarso

En un municipio del suroeste antioqueño, el pueblo creó su propia asamblea constituyente para salir de la quiebra, del atraso político y la desigualdad.

27 de marzo de 2005

El Martes 15 de Marzo a las 5 de la tarde los niños, los jóvenes y las madres de Tarso salieron a la plaza principal del pueblo a exigir el regreso a casa de la pequeña Luz Adriana Isaza Chica, de 10 años de edad, desaparecida el 5 de febrero pasado. El parque estaba atestado de manifestantes que llevaban banderines blancos y gritaban en nombre de la vida de la menor.

Así es Tarso, un pequeño poblado del suroeste de Antioquia, metido entre colinas y fincas cafeteras, donde la comunidad cada vez se integra más en favor de causas comunes. Allí la gente ostenta con orgullo haber creado la segunda Asamblea Municipal Constituyente de Colombia (la primera fue la de Aguachica, Cesar), con el ánimo de despertar el interés y la participación en asuntos que antes parecían ajenos y vedados: la política, el gobierno local y la atención de los niños y jóvenes.

En 1999 Tarso tenía una deuda pública de 2.000 millones de pesos, una acreencia millonaria si se tiene en cuenta que el presupuesto para atender a sus 6.300 habitantes es de 6.000 millones de pesos al año. Todos los caminos llevaban a la inminente desaparición del municipio y su vuelta a los años en que fue un corregimiento más del pueblo vecino, Jericó. El desempleo, la drogadicción y la prostitución crecían y muchos sólo esperaban una oportunidad para irse a buscar suerte a otro lado.

Por esos días se realizó el foro 'Tarso, hacia el nuevo milenio'. Al calor de las deliberaciones, el campesino y reinsertado de la guerrilla Alirio Arroyave les propuso a los asistentes crear una organización ciudadana que integrara a representantes de todos los movimientos y fuerzas sociales con el ánimo de poner en práctica el artículo tercero de la Constitución Nacional: "La soberanía reside exclusivamente en el pueblo, del cual emana el poder público". Aquel suceso cambió el rumbo del municipio.

Sentada junto a una de las mesas de estudio de la biblioteca municipal, Oralia Botero, una joven de Tarso que integra la junta directiva de la Asamblea Municipal Constituyente, sostiene que cambiar la mentalidad de sus coterráneos ha sido un proceso lento y muchas veces incomprendido, pero que los resultados comienzan a palparse. Los 150 miembros que instalaron la Asamblea el 27 de enero de 2000 diseñaron por primera vez en la historia local un plan de desarrollo a 10 años y un presupuesto participativo.

"Nos dividimos en mesas de trabajo (convivencia pacífica, desarrollo sostenible y derechos humanos y educación) y aprendimos juntos a hacer cosas que creíamos que sólo les correspondían a los políticos y a los gobernantes de turno. Lo mejor es que, como sabemos qué hay y qué se definió hacer, podemos exigir resultados", dice Oralia. Pronto, la Asamblea de Tarso se convirtió en ejemplo de gestión comunitaria, concertada y pacífica, y recibió ayuda internacional, como la del Ayuntamiento de Barcelona y la del Fondo Catalán.

Pero las cosas no resultaron fáciles. Además del escepticismo de algunos lugareños acostumbrados a dejar el manejo de los dineros públicos en manos de los políticos tradicionales, que cambiaban votos por ladrillos y mercados, en 2002 tres de los líderes de la Asamblea fueron amenazados por un grupo paramilitar. Debieron irse a Medellín. Aquella presión se convirtió en la oportunidad para que la Asamblea se hiciera conocer y creara más lazos de cooperación con el gobierno de Antioquia y con otras instituciones internacionales.

La reacción no se hizo esperar. Conformada por delegados de los grupos juveniles, las mujeres, la Iglesia católica, los comerciantes, los campesinos, los conductores, los deportistas y los cafeteros, la Asamblea les hizo entender a los paramilitares que se trataba de una fuerza transparente, sin partidismos políticos y desligada absolutamente de organizaciones armadas, empeñada en trabajar por el bienestar común. "Con argumentos, les demostramos que su amenaza no tenía sentido", dice un miembro de la Asamblea.

Precisamente, uno de los propósitos de la Asamblea ha sido incentivar a los menores para que ocupen su tiempo en actividades productivas como las que adelantan en la Casa de los Jóvenes, donde ya funcionan una fábrica de bolsas plásticas y un taller de artesanos que elaboran collares y recipientes de guadua y corteza de coco. Fausto, uno de los chicos que asiste al programa, dice que allí no sólo aprende un oficio nuevo sino que también se forma como líder y ciudadano. El proyecto se llama 'Quitando espacios a la guerra'.

A la Asamblea Municipal Constituyente de Tarso le siguieron los pasos el Grupo de Jóvenes Constituyentes, que en la actualidad tiene 20 integrantes pero se ampliará a 200, y la Asamblea Constituyente Infantil, que se instalará el próximo 30 de abril, Día Internacional del Niño. "Ellos se están formando para ser servidores y líderes públicos, para que la Asamblea permanezca en el tiempo y Tarso siga siendo un municipio de paz", dice Eucaris López, también integrante de la Asamblea.



SE ABREN CAMPO

Uno de los principales problemas de Tarso es la concentración de la tierra en manos de una decena de grandes propietarios. Tradicionalmente, los dueños de las haciendas permanecieron alejados de la vida local. Pero en el último año, gracias a la gestión de la Asamblea, se captó su interés y se les está integrando para que sean parte de las soluciones a las necesidades de los tarseños. Según Claribeth Calderón, secretaria de bienestar social de Tarso, "ahora vienen más y hay un proyecto de floricultura muy interesante que generará empleo en la región".

Entre tanto, la Asamblea trabaja en un modelo de granja integral campesina. La primera se llama La Soberana. Allí hay estanques de piscicultura, cría de conejos y gallinas y huertas caseras que visitan los niños del área urbana y rural. El interés es consolidar en los próximos años un programa de seguridad alimentaria en la región, basado en parcelas autosuficientes y en alternativas agrícolas diferentes al café, como la producción de caña de azúcar.

"Hay más unidad, convivencia y democracia. No nos preocupábamos por los demás, pero ya hay menos individualismo y nos enfocamos en el bien común. Se notan el compromiso y el sentido de pertenencia, y los políticos saben que no nos pueden venir a enredar regalándonos cajas de cucharas y bultos de cemento", dice Luis Albeiro López, líder campesino que administra La Soberana.

Tal vez el mayor logro de la Asamblea, la mejor muestra de cómo desmontó los viejos conceptos de la política, fue lograr que en las pasadas elecciones los partidos políticos tradicionales y las fuerzas sociales acordaran tener un candidato único a la alcaldía de Tarso. Se trataba de Ignacio Castaños Vélez. La idea resultó ser todo un suceso. Y a ese gobernante, sus coterráneos le tienen un título curioso y único en el país: 'el alcalde constituyente'.