TERRORISMO
El padre de un yihadista rescatado
Dimitri Bontinck se enteró de que su hijo peleaba en Siria del lado de los extremistas y decidió arriesgar su vida para llevarlo de regreso a Bélgica.
El belga Dimitri Bontinck duró meses revisando a diario los videos y las fotografías publicadas por los extremistas sirios en internet, para ver si en alguno de ellos aparecía su hijo Jejoen. El joven de 17 años había pedido permiso para viajar a Egipto y dedicarse a estudiar el islam, pero Dimitri no tardó en sospechar que estaba combatiendo en Siria.
Las señales eran claras. Hacía dos años Jejoen –que aspiraba a ser bailarín profesional– se había convertido al islamismo por una novia marroquí, y al poco tiempo se dejó seducir por el fogoso discurso extremista. Al principio Dimitri pensó que se trataba de una etapa de rebeldía, pero cuando supo que hacía parte de un grupo de yihadistas belgas se preocupó. Acudió a las autoridades de Amberes –donde residen–, pero lo despacharon con el argumento de que Jejoen no había cometido crimen alguno y que estaba en todo su derecho de expresar su opinión así fuera extremista. El padre veía con preocupación e impotencia que su hijo se radicalizaba y se aislaba de su familia y sus amigos de infancia.
Dimitri detectó el paradero de Jejoen gracias a un video en el que aparecían varios yihadistas de Amberes armados hasta los dientes. En ese momento viajó a Siria para recuperar a su hijo. La experiencia –que documentó con videos de su celular– lo cambió. Vivió lo bueno y lo malo del islam.
Su búsqueda comenzó en Alepo, al norte de Siria. Con el pasaporte de Jejoen en mano les preguntó a civiles y a combatientes sobre su hijo, y para su sorpresa muchos sirios le abrieron la puerta de sus casas y ayudaron. “Me veían como un héroe –dijo en entrevista con CNN–. Admiraban el coraje de un padre que había ido a buscar a su hijo a un país desconocido y en guerra”. La situación de Siria no era del todo desconocida para Dimitri, pues era un veterano de guerra capaz de mantener la calma en medio de un campo de batalla. Esta capacidad sería puesta a prueba.
Durante meses buscó hasta que dio con el paradero del grupo de extremistas occidentales del que hacía parte Jejoen; pero su presencia causó desconfianza. Los combatientes del grupo Jabhat al-Nusra, un importante bastión del Estado Islámico para finales de 2013, lo apresaron, le pusieron una bolsa negra en la cabeza, lo desnudaron por completo y durante días lo golpearon y amenazaron con matarlo asumiendo que era un espía de la CIA. Pero se dieron cuenta de que no tenía nada que confesar y lo dejaron ir.
A Dimitri nunca le dijeron que Jejoen estaba preso desde hacía meses por intentar huir. Pero el joven sí supo que su padre había ido a buscarlo. Cuando Jejoen recuperó la confianza de los yihadistas que lo habían culpado de desertor, y se aseguró de que tenía la posibilidad de escapar, escribió mensajes de texto a su padre pidiendo ayuda. Dimitri viajó a Siria una vez más y con la ayuda de los contactos que había hecho logró llevar a su hijo a Bélgica. Tras una búsqueda de más de un año se volvieron a ver, se abrazaron y según Dimitri rompieron en llanto.
La historia no tardó en darle la vuelta al mundo. Dimitri se convirtió en un fuerte crítico de los gobiernos occidentales y los acusó de no mover un dedo para prevenir la radicalización de los jóvenes. Otros padres se sintieron identificados, y comenzó a recibir llamadas de madres implorándole que les ayudara a buscar a sus hijos.
Hoy, Dimitri lleva a los padres de yihadistas occidentales a Siria para que busquen a sus hijos. Las autoridades europeas no le recomiendan hacerlo pero no puede decirle que no a alguien que sintió su misma angustia. Además es evidente que le gusta la aventura, el belga ha ido más de ocho veces a Siria y planea seguir haciéndolo a pesar de que no siempre es exitoso. En diciembre ayudó a Ozana Rodrigues a encontrar a su hijo Brian de Mulder en Al Raqa, pero a pesar de las súplicas de la madre el joven se negó a regresar… Y tampoco hay alegría completa para Dimitri y Jejoen. Tras un año de juicio el joven está esperando su condena por unirse a un grupo terrorista en Siria e incitar a otros a seguirlo.