Su apoyo a Rusia para ser la sede del Mundial de Fútbol en 2018 generó suspicacias entre España e Inglaterra, que insinuaron que el multimillonario había influido en la decisión.

PERSONAJE

El millonario silencioso

Roman Abramovich, uno de los magnates más misteriosos y excéntricos del mundo, fue el hombre clave en la escogencia de Rusia como sede del Mundial de Fútbol de 2018.

11 de diciembre de 2010

La ex modelo Dasha Zhukova es, quizás, la única mujer que ha alcanzado un sueño que comparten millones de sus congéneres en todo el mundo: que un hombre les regale la luna. Zhukova es la novia de Roman Abramovich, el multimillonario ruso más famoso del planeta, quien la sorprendió en 2008 con las escrituras de una parcela lunar de 40 hectáreas. ¿Cómo lo hizo? La respuesta es para muchos más sencilla de lo que parece: Abramovich puede comprarlo todo.

Hasta un Mundial de Fútbol. El magnate fue uno de los artífices de la campaña rusa para conseguir la sede del campeonato Mundial de Fútbol de 2018. Su apoyo incondicional a la candidatura generó tantas suspicacias que varios medios de España e Inglaterra, dos de los países en disputa, insinuaron que Abramovich había "comprado" el Mundial a la Fifa. No tienen pruebas, pero lo que es sí cierto es que el apoyo de un empresario tan influyente y aficionado al fútbol garantizó el éxito de la millonaria propuesta rusa, que prometió gastar alrededor de 4.000 millones de dólares, una suma muy superior a la del resto de los candidatos, solo en remodelar y construir estadios. Por eso en Rusia ya bromean con que la última gran adquisición de Abramovich, la Copa del Mundo, fue mucho más difícil de conseguir que la finca extraterrestre, comprada a un precio razonable en una página de Internet.

Abramovich es tan poderoso que, según los secretos de la diplomacia estadounidense revelados por WikiLeaks, el Departamento de Estado alertó en 2007 a su embajada en Moscú sobre el peligro de la presunta relación financiera de Abramovich con el primer ministro Vladimir Putin. El comunicado, basado en una conversación entre un alto funcionario gringo y una figura de la oposición, fue calificado de "confidencial". Un portavoz del millonario desmintió públicamente las relaciones de negocios entre su jefe y Putin, y declaró a la prensa que le parecía "absurdo".

La revista Forbes calcula que la fortuna de Abramovich, de 44 años, supera los 11.000 millones de dólares. Hay otros medios que hablan, sin embargo, de más de 20.000, millones; un capital que gasta sin remordimientos cada vez que se antoja de un nuevo juguete. Pagó 90 milllones el año pasado por una casa que se convirtió en la vivienda privada más cara de 2009. Es dueño también de un castillo en la Riviera francesa que perteneció a los duques de Windsor, dos chalés de esquí y tiene un proyecto para construir la que se convertiría en la mansión más cara de Londres. El millonario tuvo que entregar su anterior casa a su segunda esposa y madre de sus primeros cinco hijos, Irina, a quien dejó por la ex modelo Zhukova, con quien ya tuvo el sexto heredero. La propiedad cuenta con siete habitaciones, dos canchas de polo, pesebreras para 100 caballos y pista de karts.

Abramovich tiene además una colección de carros de lujo, entre los que hay un Ferrari a su medida que le costó más de dos millones de dólares y dos limusinas blindadas contra balas y bombas; un avión Boeing 767 con sistema antimisiles y una flotilla de yates, la llamada 'Armada de Abramovich', que incluye el Eclipse, el barco privado más grande del mundo. Le costó alrededor de 600 millones de dólares y tiene piscinas, saunas, baños turcos, dos helipuertos, un sistema especial de láser para ahuyentar fotógrafos y un submarino para escapar en caso de emergencia.

Pero sin duda el más famoso de sus caprichos es el club Chelsea, de la Liga Premier inglesa, un equipo de fútbol londinense que el magnate compró en 2003 por más de 230 millones de dólares. Su única intención era convertirlo en el mejor club del mundo, y por eso ha gastado desde entonces más de 800 millones en contrataciones. Antes de Abramovich, el Chelsea era un equipo sin mucha notoriedad en el campeonato inglés; ahora, ha ganado varios títulos de la Premier y es candidato para conseguir la Liga de Campeones. Hoy es conocido por muchos como 'Chelski' gracias a su 'mesías' ruso.

Si algo caracteriza a Abramovich, llamado el 'multimillonario silencioso', es su afán por defender su intimidad y nunca sobreexponerse. De hecho, nadie lo conocía en Inglaterra hasta que compró el equipo. Según la cadena BBC, un periódico ofreció entonces una jugosa recompensa para el primero que lograra fotografiarlo.

Su llegada al popular mundo del fútbol londinense no solo atraía a los paparazzis, también a un sinnúmero de periodistas que buscaban saber cada detalle sobre su vida y su misterioso ascenso. Hoy ya han podido descubrir que es de ascendencia judía y nació en la ciudad de Saratov, en el sur de Rusia. Que fue criado por unos familiares en un pueblo helado del norte del país, pues su madre murió de una enfermedad en la sangre cuando él todavía no había cumplido los 2 años y su padre falleció poco después en un accidente laboral como obrero. Aunque hoy dice que su niñez no fue traumática, en todo caso fue austera. Sirvió un tiempo en el ejército de su país antes de dedicarse a vender paticos de hule desde su pequeño apartamento en Moscú.

Abramovich se hizo rico a principios de los años 90, tras la caída de la Unión Soviética, cuando aprovechó para servir como intermediario para exportar petróleo. A través de otro magnate, Boris Berezovsky, empezó a codearse con las altas esferas del gobierno. Se hizo amigo de Tatiana, la hija del presidente Borís Yeltsin, y luego de él. Un ex jefe de seguridad de Yeltsin aseguró alguna vez que el joven Abramovich era el "cajero" del Kremlin. Sus negocios se expandieron muy pronto y su fortuna creció al mismo ritmo. Pasó del petróleo a criar cerdos, al aluminio y a las aerolíneas. No había sector en Rusia del que no tuviera una tajada. Muchos lo acusaron de lavar dinero, de abusar de sus influencias, de inventarse triquiñuelas para evadir impuestos, pero nunca pudieron comprobarle nada.

Después de colarse en la lista de los más ricos de Rusia, y después del mundo, entró a la política. Su debut en ese mundo coincidió con la llegada al poder de Putin. Entonces se lanzó para gobernador de Chukotka, una región abandonada en el norte del país donde la gente moría de hambre y de frío. Ganó con más del 90 por ciento de los votos. Se especuló que lo hacía para adueñarse del petróleo que podía haber en la región, para limpiar sus culpas por la plata que supuestamente se había robado o como plataforma para ser luego abacal de Moscú. Pero él dice que solo lo hizo porque la situación de sus 50.000 habitantes era "la peor" que había visto en su vida. Desde entonces ha donado cientos de millones a la zona, en la que ha construido colegios, hospitales, comedores, cines, hoteles, museos...

Pero, más allá de la política y la filantropía, lo suyo son los negocios y los lujos. Por eso se mudó a Londres, compró el Chelsea y consiguió una novia modelo a la que le regaló una obra de Francis Bacon que le costó más de 80 millones de dólares. Y ya tiene su próximo juguete, un Mundial de Fútbol. A menos que, como reza el dicho ruso que suele citar las pocas veces que da declaraciones, "nunca debes decir que nunca irás a la cárcel o que nunca serás pobre".