Eliana acaba de recuperar su libertad. Primero estuvo atrapada por dos décadas en el cuerpo de un hombre y luego encerrada durante semanas en un cuarto de cuatro metros cuadrados y atada de manos en un hospital siquiátrico, por su condición transgénero. Ahora, Eliana disfruta a plenitud la libertad de ser lo que siempre deseó: mujer.
La historia de esta colombiana de 26 años de edad le dio la vuelta al mundo en marzo pasado cuando varios medios internacionales se ocuparon de su tragedia al ser detenida en Hong Kong, ya que no pudo renovar su pasaporte debido a su condición transgénero.
Todo comenzó cuando las autoridades de ese país confrontaron la foto del pasaporte con el aspecto físico de Eliana; se dieron cuenta de que no era la misma persona. La diferencia física se debió a que Eliana se sometió a un tratamiento hormonal desde el 2012, cuando llegó a Taiwán.
En el pasaporte decía sexo masculino y la apariencia de Eliana era femenina. Sumado a ello, cuando inspeccionaron su cuerpo, notaron que tenía órgano sexual masculino y en ese país para ser reconocida como transgénero, debe someterse a una cirugía.
Desde entonces, Eliana empezó una batalla legal de la mano de Naciones Unidas, con miras a encontrar un país que la acogiera como mujer, tal y como es. Entre sus opciones no consideró a Colombia porque aquí tuvo que ocultar su condición, pasar por un intento de violación y hasta contemplar el suicidio.
Precisamente por esas razones abandonó Colombia y viajó becada a Taiwán hace dos años, donde aprendió mandarín y estudiaba una maestría en salud (lea
la historia completa).
De los 40 países con los que Naciones Unidas tiene convenios de reasentamiento, cinco reconocieron a Eliana como mujer sin necesidad de remover sus genitales masculinos: Holanda, Estados Unidos, Canadá, Suecia y Nueva Zelanda.
Y mientras esperaba la noticia de su aceptación como refugiada por alguno de esos países, volvió a los titulares de prensa por otro logro en su batalla legal: se convirtió en la primera transgénero de Hong Kong en ser reconocida como tal, sin someterse a cirugía de genitales. Ello fue posible gracias a que la Oficina de la ONU para los Refugiados (UNHCR por sus siglas en inglés), le otorgó un documento que le reconoce su género femenino.
Hasta ahí el mundo supo de Eliana y la lucha por sus derechos; pero una reciente carta publicada por ella el pasado 22 de junio en
su blog reveló la grata noticia: vive en Nueva Zelanda. “Ser reconocida como mujer desde que he llegado aquí fue un acto de humanidad que no pude experimentar antes, y parecía que finalmente he logrado mi meta más grande en mi vida, algo que soñaba desde cuando tenía 6 años”, explica en la carta.
Aclara que ya lleva cuatro semanas en ese país y reconoce que las cosas no han sido fáciles y comparte su vida con otros refugiados de Afganistán, Myanmar, Irán, Somalia y Colombia.
“Es agradable ver cómo Nueva Zelanda protege, ayuda y respeta a los refugiados, algo que Hong Kong no hace; y ahora siento que estoy en una democracia plena, un lugar en donde mi identidad de género, mi religión, mi raza, mi nacionalidad y mi experiencia no importan, porque por encima de esas etiquetas soy un ser humano”.
Semana.com publica la carta completa que Eliana subió a su blog.
Viviendo mi viaje semanal como refugiados en Nueva Zelanda
Lo sentimos todos, he estado fuera de los servicios de internet y mantenerlos actualizados acerca de mi situación en Nueva Zelanda, no ha sido fácil con las restricciones de internet en el campo. Sin embargo, ahora quiero darte una actualización rápida.
Hoy comienza la semana cuatro, las cosas no son fáciles, pero es agradable sentir lo cálido y encantador que era la bienvenida de Nueva Zelandia para mí; ser reconocida como mujer desde que he llegado aquí, fue un acto de humanidad que no pude experimentar antes, y parecía que finalmente he logrado mi meta más grande en mi vida, algo que soñaba desde que tenía 6 años.
El momento paso con otros refugiados procedentes de Afganistán, Myanmar, Irán, Somalia y Colombia, ha sido un tesoro; los otros refugiados han aumentado en mí la conciencia y el sentido de cómo otras injusticias sociales obligan a las personas a abandonar sus tierras, sus familias, sus seres queridos y su pasado, para encontrar paz y esperanza.
Ha sido abrumador ver ese reflejo de la incertidumbre y rechazo, pero también felicidad y esperanza en sus ojos, porque es algo que siento. Al final todos somos seres humanos.
Es agradable ver cómo Nueva Zelanda protege, ayuda y respeta a los refugiados, algo que Hong Kong no lo hace; y ahora siento que estoy en una democracia plena, un lugar en donde mi identidad de género, mi religión, mi raza, mi nacionalidad y mi experiencia no importa, porque por encima de esas etiquetas soy un ser humano; y ese es el mensaje que Nueva Zelanda siempre está tratando de decirnos a todos los refugiados aquí: ahora es tu tierra, este es un país libre. Aquí eres lo que eres un ser humano, ni más ni menos.
Es difícil decirlo pero, realmente no siento que haya un gobierno protegiendo y respetando nuestros derechos, y es por eso qué quiero decir gracias Nueva Zelanda, y gracias ACNUR, tú y toda la gente que guíe mi camino en Nueva Zelanda me dio una nueva oportunidad para iniciar y establecer nuevamente mi vida.
Ahora existe esperanza y quiero continuar mi lucha, ahora con el Consejo de Farmacia para obtener mi título como farmacéutica registrada y finalmente vivir una vida de paz con dignidad.