P O R N O G R A F I A

Mirar pero no tocar

Lucas Soler, un colombiano radicado en España, es uno de los pioneros de la crítica del cine porno en Europa.

3 de abril de 2000

Despues de varias décadas de estar condenado a las cabinas de exhibición de los sex-shop y en las sórdidas salas especializadas el entorno cultural europeo comienza a tomar en serio el cine porno. Críticos e intelectuales, que tradicionalmente menospreciaron el llamado cine de subgéneros (ciencia ficción norteamericana de los años 50, karate, terror italiano de los 70, erotismo y porno, entre otros), ahora indagan acerca de sus orígenes y su papel en la sociedad.

Uno de los pioneros en esta tarea es Lucas Soler, un bogotano nacido en 1962 que desde 1979 vive en Valencia, España. Soler estudió en el Colegio Helvetia, de Bogotá, y en España se licenció en literatura española y lenguajes audiovisuales.

Soler ha sabido llevar con gran habilidad una muy curiosa doble vida. “Padezco una saludable esquizofrenia. Por una parte soy un amantísimo esposo, padre abnegado de tres hijos y funcionario modelo en la oficina de prensa de la administración de cultura valenciana. También escribo crítica de arte y literatura en diversas publicaciones, como Levante, Chic, Mundo Canalla, 2.000 Maníacos, Ajo Blanco y El Temps”.

Su faceta underground afloró desde su temprana juventud. Colaborador frecuente de la revista bogotana Chapinero, adoptó el seudónimo de Casto Escópico para escribir sobre cine porno en la Cartelera Turia, de Valencia. Camuflado en este seudónimo publicó en 1996 el libro Sólo para adultos, la primera historia del porno editada en Europa y, a finales de 1998, Las otras diosas: mitos eróticos de serie B, un completo diccionario ilustrado de actrices del cine de subgéneros.

Miembro del comité de selección de la Mostra de Cinema de Valencia y programador del Festival de Cine Español de Málaga, Casto Escópico ha sido en varias ocasiones jurado del Festival de Cine Erótico de Barcelona. “Mis obligaciones profesionales como crítico de cine X me obligan a relacionarme con directores y actrices porno que llevan una vida un tanto disoluta. Eso sí, tan sólo soy un espectador privilegiado que tiene muy en cuenta la advertencia típica de los museos: mirar pero no tocar”.



Vocación de ‘vouyerista’

Su afición por el erotismo se remonta a la adolescencia, cuando comenzó a coleccionar viejos ejemplares de la revista Playboy y a pasar las tardes en el desaparecido cine Imperio, a un costado de la iglesia de Lourdes, en Chapinero, “conviviendo con las pulgas y viendo espantosas comedias eróticas italianas y falsos documentales sexológicos alemanes”. Su primer contacto con el porno duro fue en 1976, cuando alquiló un video sueco. “La película transcurría en un yate y estaba protagonizada por tres poderosas vikingas que ofrecían consuelo a la abnegada tripulación de la embarcación”.

Muy pronto comenzó a llevar al terreno práctico su temprana vocación. “En sexto de bachillerato un grupo de amigos, entre los que figuraban Karl Troller, Ernesto Thorin, Ricardo Guerrero y Jorge Bachmann, organizamos una pequeña muestra de arte erótico en el Colegio Helvetia. Afortunadamente el entorno liberal del colegio de los suizos toleró una exposición sobre erotismo cuyo público era exclusivamente menor de edad”.

Soler acostumbra ver cuatro o cinco filmes semanales por obligación y suelen aburrirlo bastante. “El porno está en el peor momento de su historia a pesar de la desmesurada producción de películas. La industria porno ha perdido el interés por contar historias sugestivas y se limita a lanzar al mercado películas protagonizadas por actrices sin fundamentos dramáticos en los que el guión literario no existe”.

Una pregunta muy frecuente entre el público es: ¿Cómo se juzga una película porno? “Los criterios para valorar un porno no son muy distintos de los utilizados para criticar una película convencional. Se debe tener en cuenta la puesta en escena, el guión, la interpretación y la banda sonora, además de la intensidad sexual de las escenas eróticas”.

Su trabajo como asesor o programador en festivales de cine convencional le permite ver mucho cine español y europeo en general. “Disfruto mucho con las películas de Tarantino y de gente que conozco bien como Berlanga, Trueba, Santiago Segura o Juanma Bajo Ulloa, todos ellos buenos aficionados al porno”.

En cuanto a sus debilidades personales, “me gustan las actrices caderonas y algo cargadas de pecho pero en la vida real no soy tan exigente. Por muchas extravagantes fantasías eróticas que tengas, al final lo único que se debe valorar realmente en una mujer es su sensibilidad e inteligencia”.