MUJERES

Mujeres a la vanguardia del arte

Una generación de mujeres redefine el papel del galerista. La buena hora del arte nacional también pasa por ellas.

29 de noviembre de 2014
Omayra Alvarado, María Wills, Beatríz López y Karen Abreu del Instituto de Visión exponen pero también investigan.

En medio de la entrevista, Beatriz López, de la galería Instituto de visión, se excusa para atender una llamada del pediatra. Tiene tres hijos y combina su familia con una pasión profesional y artística. Sus tres compañeras lo entienden, de hecho, dos también son madres. Las reglas estaban sobre la mesa cuando se embarcaron juntas en un proyecto de vida. Son profesionales, son mujeres y eso a veces les implica multiplicarse para atender sus responsabilidades.

Las concepciones arriesgadas caracterizan las iniciativas de varias mujeres que hoy lideran galerías en Colombia, y para ello les es necesario desmarcarse del concepto de simples salas de exposición. En opinión de Catalina Casas, de Casa Riegner, el espacio tiene poco qué ofrecer si no hay arte que lo ocupe y tenga algo qué decir. Para ella, que las mujeres tengan presencia fuerte a la cabeza de espacios artísticos es solo una coincidencia y afirma que poco importa el género si las cosas se hacen bien. Casas definió su visión de ser galerista a SEMANA: “Es trabajar de la mano con mis artistas, representarlos, no limitarme a ser un espacio de exhibición sino buscar crecer con ellos. Ponerlos en un mapa desde donde ojalá los curadores los conozcan, los inviten a las bienales y participen en las exposiciones importantes en museos”.

Casas tiene una vasta experiencia y sabe detectar los momentos clave. El actual, a su manera de ver, es uno: “En términos de museos, es importante hacer un llamado al público privado y a las instituciones de que aquí se produce arte maravilloso y mucho está saliendo. ¿Por qué esperar a que nos pase lo que pasó con Doris Salcedo?”, concluyó, recordando el caso de la artista cuyo arte salió del país en gran parte por falta de apreciación.

El Instituto de visión se basa en un modelo clásico de exposiciones y ferias para financiar su aporte más característico: la investigación. Al frente están cuatro mujeres, María Wills, Omayra Alvarado, Karen Abreu y Beatriz López, cada una con su área de especialidad y campo de acción, cada cual con una visión. López, la directora artística, describe al Instituto como “una galería hecha por personas del arte, formadas desde la academia, pero también un espacio de reflexión. Tenemos ‘visionarios’, un espacio de investigación que rastrea propuestas del arte preconceptual en Colombia y de trabajos de artistas que se quedaron por fuera del discurso oficial en Colombia”. Beatriz y sus colegas coinciden en que es relevante encontrar las razones de por qué muchos artistas quedaron por fuera de la escena artística desde los ochenta hasta mediados de los 2000,  que describen como “bastante excluyente”.

Precisamente, la exposición que abre el espacio nuevo de la galería está dedicado a Alicia Barney, una de las precursoras del arte biológico en Colombia. Alvarado añade que desde una galería es posible descubrir la importancia e influencia del mercado en los artistas, y cómo las tendencias del mercado han hecho que artistas salgan o entren a la escena. Medir el impacto en los ochenta y noventa del narcotráfico en el medio, entre otros casos de estudio, es interesante desde la galería pues trasciende el concepto y la teoría. Estas investigaciones están insertas en la realidad y le dan una razón de ser al espacio, más allá de lo comercial.

Las gestoras de Instituto de visión no temen decir que les gusta ser mujeres a cargo, y varias de las exposiciones que han montado han tenido un ingrediente de género. Si cuatro profesionales con pensamiento crítico han creado un espacio y lo proyectan como un lugar inclusivo, usarlo para amplificar las voces que se quedaron sin eco es una causa que, según ellas, las valida y las distingue del resto.

Por su parte, Liz Caballero de la galería Sketch dio muchas vueltas antes de volver a Colombia y abrir su espacio. Se educó en París, pasó por Londres donde trabajó en afamadas casas de subastas y aprendió las muchas aristas del negocio del arte. Con la llegada de la crisis económica a Europa decidió probar fortuna en Grecia, donde siguió su ilustración artística, pero la crisis la persiguió. En agosto de 2011 prefirió volver a Colombia antes que empezar estudios en la Universidad de Nueva York. En Bogotá volvió a las aulas, no le gustó, luego trabajó pero se vio desmotivada por la remuneración, así que optó por reforzar su faceta manual. Entró a cursos de carpintería en la escuela de artes y oficios de Bogotá.

Allá estuvo hasta que un amigo le dijo que con tanto recorrido encima, con tantos contactos y saber hacer, lo que hacía era un desperdicio. Así nació la idea de crear su galería. El enfoque de la misma se lee en el nombre, Sketch, que traduce bosquejo. “En las investigaciones de pintura antigua encontrábamos el dibujo original, o dibujos preparatorios en ciertas obras, y eso me gustaba mucho.

Así que en el dibujo encontré algo interesante para dedicarme”. Colegas y conocidos le repitieron que era descabellado segmentarse tanto, pero lo intentó porque así lo dictaba su deseo. “No quiero ser mercader de arte contemporáneo, pero sé que quiero trabajar con arte latinoamericano que parta desde el dibujo”, contó a SEMANA.

Medellín es una plaza dinámica para el arte, y en medio de la escena se ubican Manuela Velásquez de la galería Lokkus y Liliana Hernández de la galería Plecto. Hernández considera que la palabra galerista se queda corta para describir el oficio que lleva a cabo, uno que debe mirar más allá del dinero. “Pretendo proponer una gestión distinta, hacer circular proyectos de curadurías, de autor, con investigaciones, con circulación de artistas . Al arte no le veo sentido cuando se llena una pared de cosas, por exigencia o propuesta del mercado”, dijo a SEMANA. Liliana apela a una ética que alimentó desde sus estudios de Artes Plásticas y de su paso como directora de festivales de artes, como curadora y como gestora, para explicar que le es imposible procesar el aspecto netamente comercial del galerista sin enmarcarlo.

Si algo demuestra la presencia de este tipo de mujer arriesgada y jugada por sus convicciones en el mundo de las galerías es que más allá del género, la preparación y la motivación son esenciales. Liliana refuerza la idea: “Somos consistentes porque tenemos resistencia, insistencia y persistencia. Si uno no tiene esa claridad y proyección no hace nada”.

Beatriz Esguerra, experimentada en el medio, evalúa la presencia de las mujeres como una consecuencia de los tiempos. Para ella no existe una tendencia, solo el resultado de que muchas más mujeres que hace diez años se están preparando, estudiando y trabajando en todos los campos. Sin embargo, reconoce que el campo del arte tiene sus particularidades. Esguerra concluye: “Pienso que en este negocio hay muchísimas más mujeres que en otros, simplemente porque es un campo liberal, un campo de ideas vanguardistas como de negocios. Es en el mundo del arte donde la apertura mental es mucho mas amplia que en otros campos profesionales”.

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