POLÉMICA
¿Será lapidada?
Protestas mundiales por una mujer condenada en Irán a morir a pedradas, acusada de adulterio.
De nada le valió a Sakineh Mohammadi Ashtiani soportar con valentía, y frente a su hijo de 17 años, los 99 latigazos que recibió como castigo cuando una corte de Irán la encontró culpable de haber mantenido "relaciones ilícitas" hace cinco años. En aquel entonces, la mujer, que hoy tiene 43 años, tenía la esperanza de quedar libre y rehacer su vida al lado de sus dos hijos, huérfanos de padre, que apenas eran adolescentes. Pero hoy el panorama es totalmente opuesto. Las esperanzas de que conserve su vida no solo son mínimas, sino que podría estar a punto de morir de una de las maneras más siniestras que se conozcan. De cumplirse su sentencia, sería enterrada hasta la cintura, cubierta por una tela blanca y apedreada por una turba.
"La embajada iraní en Londres emitió un comunicado el jueves donde afirma que no será lapidada, pero nosotros no sabemos en nombre de quién habla porque no hemos recibido ninguna notificación de la justicia iraní", dijo a SEMANA desde Teherán su abogado, Mohammad Mostafaei, quien cree que el gobierno hizo esta declaración para calmar a la prensa británica, que no ha parado de clamar por la liberación de Sakineh. Al abogado la declaración le suena muy extraña, pues el jueves, día del supuesto anuncio, la justicia en Irán no trabajaba por ser día de descanso. Asegura además que no se sabrá nada hasta el lunes, debido a que este fin de semana es puente en Irán. "Y si de verdad hubo un cambio de opinión, no sabemos qué va a pasar con ella. ¿La van a colgar, a mantener en prisión o a dejar libre?", todavía se pregunta Mostafaei.
La justicia iraní ha anunciado en otras ocasiones la cancelación de algunas sentencias para días más tarde comunicar sobre la muerte de la persona. Un caso muy conocido es el de Delaram, una joven iraní que fue ejecutada en 2009 a pesar de que medios y organizaciones internacionales realizaron una campaña mundial para salvarla, similar a la de Sakineh. Según cifras de organizaciones de derechos humanos, Sakineh hace parte de un grupo de cerca de 20 personas -podrían ser más porque el gobierno de Irán no revela la lista- que esperan con impotencia su lapidación, el castigo más alto que contempla el código penal de ese país.
El drama de Sakineh comenzó a finales de 2005, cuando una corte criminal del este de Irán la encontró culpable de haber mantenido relaciones con los dos hombres que mataron a su marido, desde antes de que este fuera asesinado. Fue así como esta ama de casa de origen kurdo fue castigada con el látigo, como ordena la ley cuando se comprueba que una persona ha tenido relaciones sin estar casada. "Ese día fue el más duro de mi vida, pero pensé que lo peor había pasado", dijo su hijo Sajjad Mohammedie, quien ahora tiene 22 años, en una de las pocas entrevistas que ha concedido a la prensa internacional.
Meses más tarde, Sakineh tuvo que asistir a un juicio acusada de haber matado a su marido, junto con los dos hombres. Aunque se le declaró inocente de asesinato, fue acusada de adulterio y, en 2007, sentenciada a muerte. En Irán el código penal contempla la lapidación para los hombres y mujeres que sostienen relaciones extramatrimoniales. Sakineh dijo durante un interrogatorio en 2006 que había mantenido relaciones con estos hombres, pero luego se retractó y dijo que la habían presionado para confesar.
"Su caso, como otros de lapidación, tiene serios errores e inconsistencias. Por ejemplo, dos de los cinco jueces que formaban parte del panel creen en su inocencia", afirmó el abogado, quien también aseguró que si eso es así, y además aparecen errores en las pruebas, es motivo suficiente para que la persona no sea condenada. "Cuando la vida de una persona está en juego no debe haber duda. La condena es absolutamente ilegal".
Pero estos argumentos parecen importar tan poco como las súplicas de la mujer y sus hijos. "Si no fuera por la voluntad de sus dos hijos, el caso de Sakineh no sería conocido en el mundo", explicó a SEMANA desde Alemania Mina Ahadi, una abogada iraní que se opone al castigo de lapidación y que ha ayudado a los jóvenes en la campaña. "Los documentos dicen que es inocente, pagó por su crimen hace cinco años", ha explicado Sajjad, quien ha viajado a Teherán seis veces para tratar de reunirse con el responsable del poder judicial, Sadegh Larijani. "Todo lo que les pido es que revisen su caso para que puedan comprobar que es inocente", dice en una carta pública dirigida a Larijani y al líder supremo, Ali Jamenei, quienes tienen la última palabra para perdonar a un condenado a muerte.
"Imaginarla a ella metida en un hoyo profundo en la tierra y apedreada a muerte ha sido una pesadilla para mí y mi hermana todos estos años", dijo hace unos días Sajjad al diario The Guardian de Londres, cuando en un acto de valentía decidió desafiar a la justicia iraní y contar abiertamente la historia de su madre. Él y su hermana Farideh, de 17 años, han impulsado una intensa campaña internacional con la ayuda de la organización de derechos humanos que ha tenido gran eco en todos los medios mundiales que hasta el viernes daban por hecho que la mujer no sería apedreada.
Este castigo se incluyó en el código penal iraní después de la Revolución islámica de 1979 y se basa en que el adulterio es considerado "un crimen contra Dios". El artículo 102 del código, por ejemplo, indica que el hombre debe ser enterrado hasta la cintura y las mujeres hasta más arriba del pecho. Y que las piedras no deben ser "tan grandes como para que provoquen la muerte en un primer impacto" ni demasiado pequeñas. La distancia también debe ser la adecuada para que el castigado no muera con el primer golpe, pero tampoco pueda sentir el dolor por un tiempo demasiado prolongado. No menos de tres ni más de 20 serán los encargados de tirar las piedras.
Se asegura que por lo general una persona puede durar viva media hora o más. Lo peor es que en algunas ocasiones mueren en frente de su familia debido a que el juez puede obligarlos a presenciar la muerte. El punto de salvación que tiene este castigo está contemplado en el artículo 90, que dice que si alguien logra escapar del hueco se le perdonará la vida. Sin embargo, esto es casi imposible para las mujeres, que quedan prácticamente bajo tierra.
La lapidación es un castigo tan duro que hasta la propia justicia iraní trata de ocultar los casos de personas que son condenadas a esta pena. Por esta razón, nadie tiene claro cuántas personas están a la espera de ser lapidadas. Las organizaciones de derechos humanos manejan diferentes cifras; algunos dicen que 12 mujeres y tres hombres están condenados. Otros hablan de 30 o más.
Pero a pesar de los llamados que llegan tanto de Irán como desde el extranjero para que se detenga esta pena, no ha sido posible. Incluso en 2003 el gobierno aprobó una moratoria, pero no ha sido aceptada por el Consejo de Guardianes, máximo órgano de decisiones en Irán. "En los últimos cinco años han sido lapidadas unas diez personas según las informaciones que tenemos", aseguró Mina Ahadi, quien también explicó que muchas veces las personas sentenciadas a ser lapidadas terminan por ser ahorcadas, como podría pasar con Sakineh en caso de que la justicia iraní haya decidido no matarla por ese método, que recuerda más un pasado bárbaro que a un país del siglo XXI.