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El médico que necesita Colombia

¿Responde la formación actual del médico y del especialista en las instituciones educativas del país al Perfil Epidemiológico Nacional?

14 de junio de 2017

La controversia sale al tablero. El mes pasado se publicó el Documento de Recomendaciones para la Transformación de la Educación Médica en Colombia, producido luego de que el Gobierno nombrara una comisión de expertos con el objetivo de “plantear propuestas entre el corto y el mediano plazo con visión de futuro para resolver los problemas centrales de la educación médica en el país”. Estas propuestas, de acuerdo con el trabajo, deberían consolidarse como el “derrotero para el cambio y la cualificación profesional de la profesión médica durante los próximos años”.

El documento plantea 104 recomendaciones enfocadas a la formación de pregrado, postgrado, formación continua y la enseñanza en los hospitales universitarios y conllevan reformas de dos tipos: curriculares e institucionales, entendidas las últimas como las que dependen de los entes gubernamentales o regulatorios de los sistemas de salud y de educación o de las Instituciones de Educación Superior.

“Al revisar esas recomendaciones, surgen grandes retos para las facultades de Medicina, las cuales, en el contexto de la autonomía universitaria, se deben revisar, reflexionar y aplicar en la medida de las posibilidades, buscando mejorar la formación médica de nuestro país”, señala Mónica Uribe Ríos, decana (E) de la Escuela de Ciencias de la Salud y directora de la Facultad de Medicina de la Universidad Pontificia Bolivariana, UPB.

De acuerdo con la experta, en el tema de pregrado Colombia debe realizar un trabajo de revisión y transformación curricular en los programas de Medicina, con el fin de “lograr planes de estudio con unas competencias mínimas comunes y necesarias para lograr formar el profesional que realice una atención en salud coherente con las necesidades del país, la región y el mundo con alta calidad, responsabilidad, ética y compromiso social”.

En el campo de los postgrados de salud, la directora de la facultad de Medicina de la UPB señala como inconveniente “el gran número de denominaciones que generan confusión en la formación y en la prestación de servicios especializados habilitados en el país y el desequilibrio en la distribución de recurso médico especializado, con una alta concentración en las ciudades grandes y ausencia en ciudades intermedias y en hospitales de mediano nivel de complejidad”.

A su turno, el documento de la comisión nombrada por el Gobierno señala que los recursos humanos especializados son diversos y escasos, con difícil acceso a la educación por los pocos cupos disponibles y por el lucro cesante al que debe someterse un médico para realizar su formación avanzada, lo anterior ha llevado a pensar en el pago a los estudiantes de postgrado médico o a pensar en el no pago de matrículas para el ingreso a especialidades médico quirúrgica. Para la doctora Uribe Ríos, de esas consideraciones surgen varias preguntas: “¿En un sistema de salud con un gran problema financiero estructural, quién asume este pago? ¿Cómo asumen las universidades privadas el pago de seguridad social, ARL, contraprestaciones, pólizas y docentes, entre otras solicitudes normativas, si se aplica el no pago de matrículas? ¿Al recibir un ‘pago’ durante su formación, el residente firma un contrato laboral?”.

Esas dudas intenta aclararlas al argumentar que en el país debe regularse la denominación de las especialidades médicas con el fin de estabilizar los procesos de habilitación de servicios y poder brindar a la población, de la manera más oportuna posible, el servicio que solicita. “Se debe pensar en ‘becas redimibles’ –asegura– para facilitar el ingreso a postgrados que sean necesarios en el país según las necesidades epidemiológicas y los objetivos de desarrollo sostenible; relacionados con temas como pediatría, ginecología y obstetricia, medicina interna, enfermedades infecciosas, medicina familiar, salud pública, traumatología y cirugía, entre otras”.

La decana (E) está al frente de la Facultad de Medicina y la Escuela de Ciencias de la Salud desde el año 2009; refiere que la Facultad, desde su inicio, en 1976, se ha caracterizado por la formación integral basada en los principios del humanismo cristiano, y que se ve reflejada en el ejercicio profesional de sus egresados, en sus más de 350 docentes y en los cerca de 800 estudiantes de pregrado y postgrado.

La UPB cuenta con una biblioteca y con amplias bases de datos de bibliografía electrónica en el área de la salud, con laboratorios en Biología, Proteómica, Bioquímica, Histología, Anatomía, Microbiología, Parasitología, Patología y Simulación para procesos de docencia, investigación y proyección al medio y de la misma manera cuenta con convenios docencia-servicio con los principales hospitales y clínicas de Medellín y el área metropolitana, para realizar prácticas clínicas formativas en diferentes niveles de atención en salud. También ha firmado más de 60 convenios locales y regionales, 20 nacionales y 32 internacionales para prácticas formativas y pasantías investigativas.

La institución ofrece 26 programas de especialización médico quirúrgica, uno de especialización en gerencia en economía y finanzas de la salud, otro interdisciplinario en cuidados paliativos, tres programas de maestría y uno más de doctorado y cuenta con 15 grupos de investigación clasificados en Colciencias en diferentes categorías, con procesos de investigación orientados por el Centro de Investigación, Desarrollo e Innovación, CIDI.

“El egresado del Programa de Medicina de la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín es una persona formada integralmente que asume un compromiso responsable con la vida, la dignidad humana, el cuidado de sí mismo, las personas y el entorno, y que fundamenta este compromiso en el humanismo cristiano. Un profesional que se comunica con las personas y las comunidades, que reconoce y respeta las diferencias sociales, culturales e ideológicas para lograr un desempeño ecuánime de su profesión. Un profesional capacitado para el trabajo interdisciplinario en la promoción, conservación y recuperación de la salud del individuo y de la comunidad, de acuerdo con el perfil epidemiológico y el contexto en el cual se desempeñe. Una persona con liderazgo, sentido de pertenencia, participación ciudadana y democrática que ejerce su profesión en empresas relacionadas con el sector salud y en Instituciones Educativas en roles relacionados con la asistencia, la investigación, la docencia y la proyección al medio”, concluye la doctora Uribe Ríos.