INTERNACIONAL
Crisis de Afganistán: cuando se pierde la esperanza
Más de 40 personas (entre ellas nueve periodistas) murieron el lunes en una serie de atentados terroristas que sacudieron la capital y el sur de Afganistán. Todo indica que la paz está cada vez más lejos para un país que lleva 17 años en guerra.
“La época posterior a la invasión estadounidense fue de gran esperanza. Eran años dorados. Después del oscuro régimen talibán, parecía que finalmente los afganos se encaminaban a una vida mejor. Pero hoy, 15 años después, esa esperanza se ha desvanecido y la vida parece ser más dura que antes”. Con esas palabras Shah Marai, periodista afgano de AFP, resumía con gran tristeza en 2016 la situación de su país. El lunes en la mañana, él y ocho periodistas más perdieron la vida en otro episodio de desbordada violencia que desde hace décadas se apoderó del país.
La primera bomba estalló a las 8 de la mañana cuando un atacante suicida hizo explotar su motocicleta en Shash darak, un barrio en el centro de Kabul que alberga las sedes principales de la OTAN y la agencia de inteligencia afgana conocida como el Directorio Nacional de Seguridad (NDS por sus siglas en inglés). Cuatro personas murieron. Los periodistas no tardaron en llegar al lugar de los hechos y ahí, camuflado como uno más de ellos, con cámara y credencial de prensa, estaba el segundo atacante.
No había pasado ni media hora cuando se escuchó el segundo estallido. El terrorista no solo se hizo pasar por reportero sino que además esperó a estar rodeado de periodistas para inmolarse. Una trampa que le costó la vida a 21 personas de las cuales 9 eran comunicadores y un atentado directo contra uno de los pocos aspectos positivos que dejó la intervención militar internacional que en 2001 condujo al derrocamiento del régimen talibán: la libertad de prensa.
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El grupo terrorista Estado Islámico no tardó en reivindicar este doble atentado suicida. Sólo en lo que va del año 12 ataques más han sacudido Kabul y la han convertido en una de las capitales más violentas y peligrosas de todo el mundo. Pero el panorama no fue más alentador en el resto del país. Mientras los afganos apenas estaban asimilando las explosiones, un nuevo ataque ocurrió al sur del país. Casi 500 kilómetros al sur, en la provincia de Kandahar, un grupo de niños se agrupó en torno a un convoy rumano de la OTAN cuando estalló un carro bomba. Once niños murieron y 16 personas más resultaron heridas, entre ellas cinco soldados de Rumania y dos policías afganos.
Un lunes negro para Afganistán que terminó con el asesinato de un reportero de la BBC en la provincia de Jost. Un panorama desalentador para un país que en lo que va de 2018 ya dobló el número de víctimas por atentados contra civiles que en el mismo periodo de 2012 y superó el de 2017. En total, sólo en cuatro meses han muerto 763 personas y 1,495 han resultado heridas en un círculo violento que no parece acabar.
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Ya han pasado 17 años desde que las tropas estadounidenses pisaron suelo afgano y cayó el régimen talibán. Sin embargo, nada indica que esta guerra esté próxima a terminar. Por el contrario, desde el anonimato y la clandestinidad sus seguidores comenzaron una violenta lucha para expulsar las fuerzas extranjeras y restaurar el gobierno islamista. La semana pasada anunciaron el inicio de su “ofensiva de primavera”, lo que sólo augura nuevos y más violentos episodios de violencia.
“Los talibanes regresaron en 2004. Primero a la provincia de Ghazni, en el sureste. Después en 2005 y 2006 empezaron a esparcirse como un virus. Y los ataques comenzaron en Kabul, donde el blanco eran los lugares frecuentados por extranjeros. La fiesta había terminado”, describió Marai. Según el último informe del Special Inspector General for Afghanistan Reconstruction (SIGAR), sólo el 56 por ciento de todo el territorio afgano está bajo el control de las fuerzas del gobierno del presidente Ashraf Ghani. Desde el fin de la misión militar de la OTAN en 2014, los talibanes han ido recuperando su poder y han aumentado efectivos, casi 60.000 hombres según inteligencia estadounidense. Pero esta no es la única fuerza que se disputa el país. A este ya fatídico panorama se debe agregar el evidente protagonismo que ha ganado Isis, o Estado Islámico en los últimos años, que desató una competencia a muerte por el poder en Afganistán.
Así termina el texto de una de Shah Marai: “Nunca antes había sentido que la vida tuviera tan pocas perspectivas y no veo la manera de salir. Es un tiempo de mucha angustia”. Dos años después la situación no sólo sigue igual, sino que promete empeorar.