CONFLICTO

Corea del Norte y EE.UU.: la amenaza ahora es nuclear

A la locura del régimen del líder de Corea del Norte, Kim Jong-un, se ha sumado la de Donald Trump. Con sus mentiras, sus amenazas y su irresponsabilidad, ambos están empujando al mundo hacia lo impensable.

22 de abril de 2017
| Foto: AFP y AP

“Si Washington opta por una acción militar, estamos preparados para reaccionar ante cualquier tipo de conflicto. La guerra termonuclear puede estallar en cualquier momento”. Con esas palabras, el embajador de Corea del Norte ante las Naciones Unidas, Kim In Ryong, le puso nombre el lunes a la amenaza que desde hace algunas semanas se cierne sobre el Lejano Oriente.

También le recordó al mundo que las armas atómicas no son solo un mal recuerdo de la Guerra Fría, y elevó al máximo las tensiones en el Pacífico norte en un momento en el que varios conflictos amenazan con convertirse en una confrontación mayor (ver infografía). Sin embargo, aunque otras guerras que se libran en la actualidad han causado muchas más muertes y en algunas también hay armas atómicas de por medio, el enfrentamiento entre Estados Unidos y Corea del Norte es de lejos la más urgente y la que más angustiada tiene al resto del planeta.

En efecto, aunque las bravuconadas, el bluff y las referencias a la “aniquilación” del enemigo son usuales en la retórica del gobierno de Kim Jong-un, hay varias razones por las que nadie se tomó a la ligera esas declaraciones. Como dijo a mediados de marzo el canciller chino, Wang Yi, Pyongyang y Washington son “dos trenes que aceleran uno frente al otro sin que ninguno de los dos quiera ceder el paso”.

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Desde entonces, ninguno de los dos ha cambiado su ruta. Más bien al contrario. “Kim Jong-un se está portando muy pero muy mal”, “Ese país anda buscando problemas” o “Corea del Norte ha estado ‘jugando’ con Estados Unidos” son algunos de los trinos o respuestas a la prensa de Donald Trump en los últimos días. Y la respuesta de Pyongyang ha sido proporcional.

El vicecanciller norcoreano, Han Song-ryol, ha amenazado con “hacer la guerra si así lo quieren” y con “golpear primero a Estados Unidos” si Washington lanza un ataque preventivo. “Ya tenemos en nuestras manos una poderosa herramienta de disuasión nuclear y pueden dar por sentado que no nos quedaremos de brazos cruzados ante un ataque estadounidense”, advirtió.

El nivel de tensión entre ambos países es muy alto desde hace varios años y se intensificó a principios de 2016. “Desde la llegada de Kim Jong-un al poder los ensayos balísticos y nucleares se aceleraron. El año pasado, estos no solo fueron más numerosos que en los últimos diez años, sino que incluyeron una gran variedad de misiles y dos bombas nucleares”, dijo a SEMANA Stephan Haggard, director del programa Korea-Pacific de la Universidad de California.

Dos irresponsables en el poder

Si a comienzo de año la crisis era grave, durante las últimas semanas ambos gobiernos han creado una situación comparable a la de la Crisis de los Misiles, durante la cual Estados Unidos y la Unión Soviética estuvieron a punto de enfrentarse a principios de los años sesenta por cuenta de una base de cohetes nucleares que el Kremlin instaló en Cuba. Y esto con el agravante de que las chapuzas, la desinformación y el estilo excéntrico de ambos gobiernos han contribuido a enturbiar el escenario y a favorecer eventuales errores de cálculo.

Pocas horas antes de las declaraciones del embajador, el vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence, dijo desde la zona desmilitarizada entre las dos Coreas (ZDC) que a su país se le había acabado la “paciencia estratégica” y que “todas las acciones están sobre la mesa”. “Pyongyang haría bien no poniendo a prueba la determinación de Trump”, dijo durante su visita oficial a Corea del Sur.

Pence no se encontraba allí por azar. Su misión era justamente mostrarles a Pyongyang que con Donald Trump la Casa Blanca había entrado en una nueva etapa, tranquilizar a sus aliados de Seúl y de Tokio, en general demostrar que la ‘mano blanda’ de Obama se había acabado. Y con tal fin, Trump anunció que el grupo de ataque liderado por el portaaviones Carl Vinson había sido desplegado en las aguas del mar de Japón. “Estamos enviando una escuadra naval”, dijo.

Sin embargo, el lunes The New York Times reveló que este permaneció toda la semana en el océano Índico y que solo iniciaría esta semana su viaje hacia aguas coreanas. Lo que pone en evidencia el carácter disfuncional de la Casa Blanca y, paradójicamente, aumenta las posibilidades de una confrontación. Como dijo a SEMANA Joseph DeThomas, profesor de la Escuela de Relaciones Internacionales de la Universidad Estatal de Pensilvania: “Este tipo de comunicación poco clara es muy contraproducente. Esto puede llevar a su contrincante a creer que sus amenazas son ficticias, cuando en realidad no lo son”.

No fue el único revés de la semana. El sábado 15 de abril, Corea del Norte celebró el aniversario 105 del fundador de la república, Kim Il-sung (el abuelo del actual líder, Kim Jong-un). Este incluyó un gigantesco desfile militar y la exhibición –por primera vez en público– de varios misiles balísticos y sus respectivas lanzaderas. Entre ellos, algunos con alcance intercontinental (ICBM), que podrían transportar ojivas nucleares hasta cualquier punto de Estados Unidos. A su vez, uno de los momentos clave de la celebración fue el ensayo de un misil el domingo por la mañana. Sin embargo, este explotó a los pocos segundos de ser lanzado desde una base de submarinos en el océano Pacífico y los especialistas temen que los ICBM que Pyongyang exhibió no sean más que contenedores vacíos.

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Todo lo cual ha servido para poner en una difícil situación a aliados como Corea del Sur, que dependen de la protección de Estados Unidos y cuyos medios ya hablan de la “mentira” del viaje del Carl Vinson. Como preguntó retóricamente el miércoles en su editorial el influyente diario JoongAng Ilbo de Seúl: “¿Como Corea del Norte, que suele mostrar misiles falsos durante sus desfiles, ahora el ‘bluff’ es también la base de la política de Estados Unidos hacia Pyongyang?”.

De hecho, el comportamiento errático de Trump, el caos de sus primeros 100 días en la Casa Blanca y la falta de una política coherente hacia Corea del Norte tienen a muchos trazando paralelos con el líder norcoreano. Y lo cierto es que el presidente de Estados Unidos no sale bien librado. “El verdadero peligro es Trump, que se precia de su habilidad en los negocios (‘brinkmanship’), excepto que su experiencia es en operaciones inmobiliarias”, le dijo a SEMANA Bruce Cumings, profesor de Historia de la Universidad de Chicago y autor de The Korean War: a History. “De hecho, los surcoreanos le tienen más miedo a Trump que al propio Kim. Y yo también”, agregó.

El mundo contra la pared

Durante la campaña presidencial de 2016, Trump expresó su admiración por Kim Jong-un, dijo que no tendría problemas en comer hamburguesas con él en la Casa Blanca y afirmó que les bastaría reunirse un par de veces para solucionar las tensiones bilaterales. Pero al llegar al poder, su posición cambió. Primero, con el despliegue de un moderno sistema antimisiles en Corea del Sur y luego al evocar la posibilidad de recurrir a una acción unilateral contra Pyongyang. De hecho, el jueves 13 de abril la cadena NBC publicó un informe basado en fuentes de inteligencia en el que afirmaba que Trump tenía la intención de efectuar un ataque preventivo si el régimen de Kim Jong-un realizaba un nuevo ensayo nuclear.

Aunque el Pentágono negó con vehemencia que eso estuviera dentro de sus planes, la noticia tuvo una amplia difusión. Por un lado, porque esta información fue divulgada apenas una semana después de que Trump ordenó disparar medio centenar de misiles contra una base en Siria, y coincidió con el lanzamiento de una bomba con 11 toneladas (conocida como la ‘madre de todas las bombas’) sobre Afganistán.

Por el otro, porque un ataque contra Corea del Norte tendría consecuencias muy diferentes a las de esos dos bombardeos. En primer lugar, porque una intervención armada que solo se dirigiera contra las instalaciones nucleares no acabaría con el Ejército norcoreano, que cuenta con más de un millón de soldados. Pero sobre todo dejaría intactos los 20.000 lanzacohetes, piezas de artillería y morteros pesados convencionales con los que cuenta Pyongyang. Y ese armamento le bastaría a Kim Jong-un para alcanzar Seúl, una metrópoli de 20 millones de habitantes en la que un ataque con armas convencionales podría dejar varios cientos de miles de personas muertas. Si esa confrontación degenera en una guerra abierta, habría que contar las víctimas por millones.

A su vez, un ataque masivo para aniquilar toda la estructura militar de Pyongyang tendría consecuencias aún más nefastas, pues ante la sospecha de una intervención a gran escala es previsible que Kim Jong-un decida jugarse el todo por el todo. Lo cual implica recurrir a un ataque preventivo con su arsenal nuclear, que los especialistas calculan que comprende entre 10 y 20 bombas atómicas. Y eso bastaría para borrar a Seúl del mapa, crear un daño irreparable en la región y sentar las bases de un conflicto mucho más amplio.

Del mismo modo, las sanciones económicas han fracasado tantas veces, que entre los especialistas ya existe el consenso de que Corea del Norte tiene montada una estrategia para sacar el máximo provecho de la comunidad internacional, sin cambiar gran cosa. Como le dijo a esta revista Mose Tan, profesor de Derecho de la Universidad del Norte de Illinois y autor de North Korea, International Law and the Dual Crises, “Pyongyang suele llevar la crisis al borde del abismo, lleva a la mesa de negociaciones a quienes quiere, exige beneficios a cambio de no levantarse de la mesa, se queda con los beneficios, rompe los acuerdos y produce una nueva crisis que le permite reiniciar el ciclo”.

A su vez, durante la hambruna de los años noventa quedó comprobado que al régimen le tiene sin cuidado la suerte de su población. Según Naciones Unidas, entre 1995 y 1997 murieron de inanición cerca de 2 millones de personas, es decir, el 10 por ciento de la población, sin que Pyongyang le quitara un solo dólar a su programa de desarrollo de armas nucleares.

Pero no hacer nada tampoco es una opción. “Si las cosas siguen como van, en 2020 Pyongyang podría tener hasta 50 armas nucleares. Sin olvidar que sus científicos están a pocos años de desarrollar un misil balístico con la capacidad de alcanzar ciudades norteamericanas”, dijo DeThomas. Aunque la mayoría de los especialistas ven la situación con sombrío escepticismo, hay consenso en que todos los caminos pasan por China. Pues ese país es, desde los tiempos de Mao, el principal protector de Corea del Norte y está en camino de convertirse en el único socio comercial del país (le compra el 90 por ciento de sus mercancías).

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Y en ese sentido, una posible solución es que Beijing tome medidas destinadas a encarecer el programa nuclear con sanciones bancarias que ralenticen su consolidación y, con suerte, lo detengan. A su vez, como dijo Cumings, “el presidente ruso, Vladimir Putin, ha estado trabajando para mejorar las relaciones con Corea del Norte y podría jugar el papel de intermediario”. Eso, suponiendo que Washington, Beijing y Moscú mantengan unas relaciones medianamente cordiales, algo que no se puede dar por sentado teniendo en cuenta que esas superpotencias ya están apoyando a bandos opuestos en los conflictos de Ucrania, Siria y del mar del Sur de la China (ver infografía).

De cualquier modo, la actitud precipitada de Trump puede complicar aún más las cosas y no solo por sus promesas de solucionar todos los problemas del mundo en un abrir de ojos. Como le dijo Deng Xiaoping a Jimmy Carter hace 40 años, lo único que sucede cuando los norcoreanos se sienten contra la pared es que reaccionan de la peor manera.