VENEZUELA

Venezuela está al borde de un ataque de nervios

Chavistas y opositores creen que la crisis política y económica puede estallar en cualquier momento.

5 de octubre de 2013
El presidente Nicolás Maduro denuncia un complot para asesinarlo y dirige una campaña de difamación, incluido un libro que compara con Mussolini al líder Henrique Capriles. Este estaría a punto de ser detenido.

Una extraña neurosis parece haberse apoderado de los venezolanos. Solo hablan de que algo grave está pasando en el país y solo puede empeorar. La sensación de zozobra, tanto entre chavistas como opositores, es alimentada a diario por las declaraciones poco tranquilizadoras del gobierno y por los profetas del desastre. 

Para la oposición el responsable de todo es el gobierno, que cultivó el temor de los empresarios por sus medidas arbitrarias, acabó con el aparato productivo del país, que hoy depende de las importaciones pero sin acceso a divisas por el control cambiario. 

Esto, a su vez, hizo crecer el mercado paralelo  –con una disparidad de más del 600 por ciento entre el dólar oficial y el “innombrable”– y creó una escasez de bienes e insumos, que ronda el 20 por ciento, y una inflación que puede llegar a un 45 por ciento a finales de año, según cálculos de la firma Econalítica.  

Además de que vieron esfumarse sus ahorros, padecen con frecuencia cortes de luz y de agua. El tiempo también les alcanza menos, porque gracias a una nueva ley que ha fomentado el ausentismo laboral, como reconoció el presidente de la Asociación Nacional de Supermercados y Autoservicios, la gente hace filas interminables para pagar lo poco que compra, que además está restringido para evitar el acaparamiento. Y la ansiedad se agudiza por la violencia. En Venezuela están cinco de las 50 ciudades más peligrosas del mundo, según el ranking de 2012 de la ONG mexicana Seguridad, Justicia y Paz. 

Para el gobierno, todo es culpa de otros, los paramilitares colombianos, el imperio, la oposición, los magnates capitalistas y los medios que inventan una “realidad paralela”. En resumen, el gobierno es víctima de un plan que el presidente Nicolás Maduro ha llamado “colapso total”, parte de la guerra económica para derrocarlo en octubre. 

Si eso llegara a suceder, dice el gobierno, la derecha va a arremeter contra el pueblo y a quitarle los beneficios que Chávez le dio. Por eso, la lucha se está planteando en términos de vida o muerte, y el propio Maduro ha dicho mil veces que lo quieren asesinar. 

 “Estamos en un estado de excepción no declarado”, dice la analista militar Rocío Sanmiguel. El problema es que Maduro está entregando feudos de poder a uniformados voraces, con tal de no perder su apoyo. Creó Estados Mayores asesores en los principales ministerios, el Órgano Superior de la Economía, en la que también tienen asiento el comandante de la milicia bolivariana, los comandantes la Guardia Nacional y los de las Zonas de Defensa Integral (Zodi).

A su cabeza puso al ministro de Transporte, mayor general Hebert Josué García. También anunció un banco para las Fuerzas Armadas, un canal de televisión, una nueva empresa logística y ha nombrado a uniformados en las principales empresas del Estado. 

Paralelamente, ha emprendido una estrategia de manipulación informativa contra la oposición, especialmente Henrique Capriles Radonski. Hace tres semanas el gobierno lanzó el libro Fascismo,  en el que compara a Capriles con Mussolini.

A los pocos días, el canal estatal presentó un documental que infunde la idea de que Capriles incitó a asesinar a supuestos simpatizantes chavistas el 15 de abril, como revancha por haber perdido las elecciones. El gobierno, además, creó una línea gratuita 0800SABOTAJE, para que la gente llame a delatar a los enemigos de la patria.

Por todo eso no sorprendió que Henry Ramos Allup, del partido Acción Democrática, anunciara que tenía información de que el gobierno quiere detener a Capriles. El líder opositor, quien empezó campaña para los comicios locales del 8 de diciembre, ha dicho que si quieren meterlo preso, “que le echen pierna”, pero que él no responde por la reacción de la gente que lo apoya. 

Según varias encuestas, ha caído la popularidad de Maduro. No solo están cuestionando su capacidad de gobernar, sino también su nacionalidad y patriotismo. No entienden por qué Maduro no ha querido mostrar su partida de nacimiento, ante las acusaciones de que nació en Colombia. Y muchos no comparten su lealtad a los cubanos, ni su entrega económica a los chinos. 

Por el peso de la Presidencia, todo lo que pasa es su responsabilidad, así los chavistas estén tratando de vender la idea de que se gobierna con una especie de junta. Los roles de los miembros de la cúpula chavista se mezclan tanto y sus declaraciones son tan contradictorias, que contribuyen a la creciente sensación de que no se sabe quién manda en Venezuela.